Por Yoselina Guevara López
El impacto de la pandemia del Covid-19 está todavia en desarrollo y no ha cesado de influir en las tensiones y conflictos internacionales, lo que ha convertido al mundo en un verdadero pandemonium tanto a nivel interno y más allá de las fronteras de cada país, aunque se ejerzan controles para evitar el colapso. En el continente europeo, a pesar de las diferencias en las etapas de la infección, se vislumbra un impacto en el retomar de la normalidad y la incertidumbre en la duración de las medidas de protección para evitar la propagación del virus afecta a todas las formulaciones estratégicas que puedan hacer los gobiernos para reactivar la vida cotidiana. Para el día 29 de abril de 2020, la pandemia ha alcanzado en el mundo 3 millones 149 mil 255 de contagiados y 218 mil 386 fallecidos. De los cuales en Europa las cifras de personas con el virus son de un millón 223 mil 286 y 124 mil 393 fallecidos.
Políticas de control para evitar el pandemonium
A nivel político, en Europa se establecieron medidas basadas en la experiencia de la China, cuyo modelo para contener el virus fue y sigue siendo la cuarentena, es decir, el confinamiento y distaciamiento social entre ciudadanos. Italia fue el primer país en adoptar estas restricciones con un carácter de obligatoriedad, ejerciendo el Estado el control, apoyado por las fuerzas de seguridad, y con la amenaza de pesadas multas a quienes infrinjan la cuarentena, la cual cuenta con algunas excepciones, como la compra de alimentos, medicinas y casos especiales, la mayoría de los cuales quedan a decisión discrecional de los funcionarios policiales. Este modelo de cuarentena se extendió por Europa, con sus variantes tanto en restricciones como en duración. Los expertos epidemiólogos la han dividido en tres fases: una primera, que permite pasar a la segunda etapa solo si se logra las disminución de las cifras de contagiados y fallecidos, con el respectivo ablandamiento de las restricciones; y una última fase, llamada tres, donde se recupera la vida normal.
Todos estos controles han significado para los ciudadanos europeos sentirse poco a poco irremediablemente privados de derechos, empezando por la libertad de movimiento o la libertad de culto, por ejemplo. Pero ante el terror del contagio, la mayoría de la población aceptó las restricciones con sorprendente facilidad y casi sin poner objeción. No obstante, con el pasaje a la segunda etapa se empezó oír las justas voces de la disidencia. La pandemia puede ser el caldo cultivo perfecto para la ejecución de políticas neoliberales, donde prevalezca el control completo de los individuos y la alienación total de su libertad. Pero también puede favorecer a la instauración de poderes totales sobre el individuo por regímenes autoritarios de fondo, aunque su forma y legalidad sea democrática. Esto es algo bastante peligroso, porque en los últimos años hemos visto cómo el autoritarismo y el neofascismo han crecido de manera exponencial en Europa. Es esta fase dos, en que se tiene que aprender a «vivir y convivir con el virus», la que se anuncia para el venidero mes de mayo en todos los países europeos, misma que significará también para los ciudadanos ejercer su participación como Zoon Politikon y ser los garantes de que no se continúen perdiendo los derechos que en la mayoría de las constituciones están establecidos; le toca el turno a la ciudadanía y sus formas de organización para garantizarlos.

Economía de guerra en tiempos de pandemia
No cabe duda que la pandemia ha afectado a todas las economías del mundo y con ello a todos los sectores: agricultura, industria, energía, turismo, servicios, entre otros; esto por su potente capacidad de establecer indefinidamente un estado de parálisis general. Las bolsas de valores son otro verdadero pandemonium y muestran enormes fluctuaciones que reflejan la incertidumbre de los mercados financieros. En todos los países vemos el colapso de los indicadores: la demanda agregada, el consumo, la inversión y las exportaciones. El gasto público y la importación (específicamente de insumos médicos y sanitarios) son los únicos componentes que están destinados a crecer. Los economistas en Europa han cambiado el lenguaje y se habla de una “economía de guerra”, una terminología que se extendió a nivel sanitario, llamando a los hospitales y médicos en “primera línea”. Pero, por fortuna, la situación actual tiene algunas similitudes con una economía de guerra, pero igual hay grandes diferencias. Por ejemplo, en tiempos de guerra:
- La producción aumenta al convertirse en la producción de armas y disminuir la de bienes de consumo. En estos momentos las armas son las “mascarillas” y los insumos médicos. Por ello muchas industrias, sobre todo en Italia, han cambiado su línea de producción para abocarse a la elaboración de mascarillas e insumos médicos, inclusive en porcentajes que una vez que cubran la demanda interna puedan permitir su exportación.
- Para no producir inflación, normalmente se adoptan formas de racionamiento y control de precios. Esta medida no se ha verificado en productos de primera necesidad. Al inicio de la pandemia se observó un aumento del precio de productos como geles desinfectantes, mascarillas, cloro y alcohol, pero posteriormente se reguló con la dotación de inventarios.
La economía en los países europeos tiene una similitud más bien con una etapa postguerra, y la Unión Europea (UE) se está enfrentando al desafió de revertir el individualismo de algunos países y volverse más solidaria. En el Consejo Europeo del día 23 de abril ya se asomaron las primeras señales de que la UE sabe que en estos momentos ningún país podrá salir solo de esta crisis económica, sin la ayuda de los demás aliados estratégicos. De esta manera, Alemania tomó una decisión impensable hasta hace pocos días: “comprometer parte de su bienestar para ayudar a las economías en creciente dificultad”.
Lo que empujó a Angela Merkel en esta dirección fue la necesidad y la urgencia de que las industrias alemanas sigan en pie, produciendo, porque muchos de los componentes de sus cadenas de montaje provienen del sur de Europa, especialmente de Italia y Francia. A su vez, este paso es perfectamente coherente con el imperativo estratégico de mantener el mayor número posible de mercados enganchados para apoyar la economía alemana, la cual basa la mitad de su riqueza en las exportaciones. Sin embargo, es necesario acotar que el apoyo a los países en dificultad no será un cheque en blanco y no es el preludio de una revolución en la doctrina de la austeridad. Merkel ha dejado claro que la desviación de la ortodoxia será momentánea y se llevará a cabo de acuerdo con las normas de la UE.
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Yoselina Guevara López Corresponsal en Italia