Por Marinella Correggia
El 17 de abril es el Día Mundial de las Luchas Campesinas. Un video del movimiento internacional La Vía Campesina explica: “Los agricultores ya no pueden alimentar a la población mundial porque los mercados agrícolas están cerrados. La cuarentena los daña de muchas maneras. El hambre aumentará exponencialmente. (…) La reapertura de los mercados locales se solicita con las debidas precauciones. La solidaridad es nuestra fuerza. Crecer localmente, comprar localmente «.
En Italia, las restricciones a la libertad de movimiento impuestas por la cuarentena hicieron que todos entendieran cuán esencial es el sector agrícola y cuán importantes son los trabajadores de los campos: tanto aquellos agricultores que tienen sus propias tierras, como los trabajadores que ofrecen su mano de obra para labrarla.
En este país europeo el fenómeno de los trabajadores agrícolas extranjeros de temporada es muy importante. Muchos italianos, de hecho, prefieren laborar en la ciudad que ir a la actividad agrícola, que es agotadora y mal pagada. Por tanto, los trabajadores extranjeros en los campos italianos pertenecen esencialmente a dos categorías: 1) Trabajadores estacionales regulares; y 2) Trabajadores temporales sin contracto. Los primeros, en su mayoría provienen de países de Europa del Este, llegan especialmente en los meses de primavera y verano para trabajar en la recolección de cosechas.
Los trabajadores temporales irregulares, generalmente son personas provenientes de África y Asia, que viven en Italia, pero muy a menudo sin derechos, trabajando en la sombra, viviendo en barracas y explotados por los llamados capos y las mafia. Esto ha estado sucediendo durante algún tiempo, a pesar de las leyes contra la explotación laboral. En definitiva, son un ejército de esclavos fantasmas, porque son invisibles ante los ojos de la legalidad y los DD.HH. universales.
La novedad impuesta por las medidas para mitigar la propagación del covid-19 es que los trabajadores de Europa del Este no pueden llegar a Italia debido al cierre de las fronteras. Según las estimaciones oficiales, faltan al menos 300 a 350 mil trabajadores que recolecten las cosechas. Solo una pequeña parte será reemplazada por estudiantes, que intentan pagar sus estudios, y por jubilados, que buscan completar sus pensiones. Entonces ¿qué hacer? Los sindicatos agrícolas han propuesto tomar a personas desempleadas que reciben un ingreso de ciudadanía (el que llega a alrededor de un millón de familias).
Pero, sin lugar dudas, una medida que también representaría un salto en la civilización sería: regularizar a los trabajadores del sur del mundo que viven en Italia como inmigrantes ilegales, sin un permiso de residencia. Lo cual para estos trabajadores representaría la adquisición de derechos laborales y, en fin, DD.HH. universales.
La actual ministra de Agricultura, Teresa Bellanova, es una rareza en el mundo político nacional, pues trabajó en los campos del sur de Italia cuando era joven y después se convirtió en una luchadora sindical.
Bellanova anunció al Parlamento la voluntad de regularizar a los trabajadores migrantes «irregulares». Por ahora, sigue siendo un deseo sin medidas reales. La ministra explicó: “Según las estimaciones, 600 mil trabajadores extranjeros irregulares estacionales son explotadas y trabajan en Italia bajo la presión y la jefatura de las mafias. En todo caso, o es el Estado el que se hace cargo de la vida de estas personas o es el crimen organizado”. En realidad, la única medida que ya está en vigor es la «extensión de permisos para inmigrantes», pero solo es válida hasta fin de año. Muy poco en comparación con la regularización requerida por los sindicatos y las asociaciones que ayudan a los migrantes.
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Marinella Correggia Periodista, escritora y ecopacifista