Por Nahir González
Niky García es un artista de reconocida trayectoria en el escenario, preside la Fundación Circo Nacional de Venezuela, una escuela de formación circense que hace vida en la Avenida Lecuna, en el Nuevo Circo de Caracas, ubicado en la histórica Plaza de Toros construida hace 101 años y que estuvo abandonada por más de dos décadas, hasta que un grupo de artistas, encabezados por García, hicieron una toma cultural simbólica del espacio, dedicándolo pronto a la creación de la Escuela de Formación de artistas de circo.
Niky explica cómo a partir de 2002 se convirtieron en una referencia. El circo es un tema alternativo, expresivo, físico, y al igual que el teatro se puede practicar en cualquier espacio, «nuestra Fundación ha sido eso, una alternativa, aquí se forman jóvenes a partir de los seis años, damos clases de acrobacia, malabares, diferentes equilibrios, elementos circenses, impartimos valores de solidaridad, respeto a las personas, al otro, a la otra, a nosotros y nosotras mismas, a nuestro cuerpo; asimismo, una relación cordial con los representantes, somos toda una comuna educativa. La escuela la abrimos cada dos años para la formación circense, estamos evaluando formar jóvenes de 17 a 21 años en esas etapas directamente».
¿Cuántas personas actúan y cuántos espectáculos tienen montados?
El elenco está formado por personas que han estudiado aquí, contamos con un elenco regular de 12 cirqueros, el que se extiende aproximadamente a 25 artistas de todas las áreas. Hasta ahora hemos montados: Fingiendo Demencia, Carmen, Para morirnos de otro sueño, Carmina Burana, Éxodo, Los delirios de Pandora –parte de un laboratorio creativo que se hizo–, Sueño de una noche de verano, Troyanas, Laberinto de Lucía y Funámbulo –con el elenco infantil–. Con esos espectáculos hemos estado en Perú, Colombia, Ecuador, Cuba y México.
¿Cómo se mantiene la Escuela de Circo?
Hubo mucha promoción, los colectivos están luchando por mantenerse activos, todas las actividades que hacemos son gratuitas y autogestionadas, no tenemos ningún tipo de subsidio, ni presupuesto otorgado por alguna institución pública o privada, pero con una incipiente producción, además de una empresa cultural que ofertamos servicios creativos, alquiler de ciertas cosas de escenografía, para hacer efectos especiales para cine u otros espectáculos, con las utilidades que nos da eso, que no es mucho, logramos mantener los programas. Igualmente algunas instituciones contratan las funciones, pero –como expliqué– es un servicio que prestamos, no una subvención. Con la suma de todos es que financiamos el proyecto formativo y creativo de la fundación.
Eso es aparte del alquiler del Nuevo Circo, que con el esfuerzo de todas y todos lo mantenemos, hacemos jardinería, plomería, electricidad, soldadores, albañiles, agricultores urbanos, para que las instalaciones no se deterioren; es parte de nuestras labores. Hace doce años que tomamos este espacio y estamos en pleno trámite de regulación de los papeles, ya que poseemos derechos por el tiempo de permanencia y las bienhechurías construidas. A la par estamos viendo el reconocimiento de la Escuela de Circo por el sistema educativo oficial.
Durante esta cuarentena no han parado, esta vez han ido más allá de la carpa del circo, presentándose en las comunidades. ¿De quién surgió la idea?
Fue una iniciativa nuestra, que después se convirtió en un plan de atención social integral de la Alcaldía de Caracas. Nos movilizamos en motos, una camioneta de un compañero del circo y otra de la Alcaldía, porque tratamos de no ir más de dos artistas por carro. Es un trabajo voluntario y la Alcaldía nos da la logística y provee los medios sanitarios; la otra parte la pone la comuna organizada.
Seleccionamos comunidades que por razones –digamos– estructurales nos permitan presentarnos en una cancha, una plaza, para que las personas puedan ver desde la ventana de sus casas. Hicimos una prueba piloto en Montalbán, para ver cómo era la reacción de los vecinos, porque es la primera vez que hacemos algo así. Nos movió la solidaridad, el amor y el instinto de supervivencia, ya que para los artistas es importante estar presentes, entregarnos al público, queríamos aportar en esta coyuntura, entonces planificamos, para poder cumplir con el distanciamiento social planteado por el presidente Nicolás Maduro y las autoridades sanitarias. Nos dimos cuenta que podíamos hacer funciones disminuyendo el grupo de actores y nos movimos con el apoyo de la Alcaldía de Caracas y Fundarte.
Ya hemos hecho esta labor social en más de 20 comunidades, por ejemplo, en Ciudad Tiuna, Cacique Tiuna, Ciudad Caribia, diversos urbanismos del área Metropolitana, avenidas Libertador y Bolívar en el Omar Torrijos, en la Parroquia Sucre y, producto de la iniciativa, hay otras instituciones que se han sumado en el resto del país.
¿Tienen medidas de prevención?
Como parte del protocolo de seguridad y de sanidad con el elenco que está trabajando en las comunidades, nos hicieron una ronda de despistaje y las pruebas rápidas de covid-19, donde todos resultamos negativos. De todos modos, implementamos en cada función el uso de tapabocas, lentes y guantes. Hemos tenido que adaptarnos, la brigada se ha reducido, al principio éramos muchos, después vamos saliendo divididos a diferentes partes, entre dos y tres personas, porque por la cuarentena es difícil la movilidad de los artistas. Asistimos a comunidades donde no se han presentado casos de coronavirus, esa es una coordinación clave con las autoridades.
¿Cómo ve el día de la gente que vive una cuarentena?
En Caracas hay comunidades donde la gente está resistiendo y este proyecto es una especie de abrazo lleno de solidaridad. La primera vez que lo hicimos fue algo verdaderamente épico, el público desde sus casas sacaba banderas de Venezuela, fue un momento de bastante tensión, pero igual de regocijo y agradecimiento de parte de los espectadores el estar ahí llevándoles el circo a su comunidad; fueron eufóricos los aplausos que nos daban desde esos cuatro edificios.
¿Cómo es hacer arte en un país bloqueado?
Respecto al bloqueo económico, se ha intentado hacer un linchamiento político del país. Pero el arte abre, de alguna manera, canales internacionales, y hemos asistiendo a festivales, estableciendo relaciones con otros creadores, dramaturgos, actores, diversos géneros, unidos en las plataformas de los festivales, todas personas que han ido conociendo la realidad de Venezuela y van rompiendo ese bloqueo internacional desde esta trinchera, que nos permite existir, por así decirlo, mostrando la visión de los venezolanos que vivimos en Venezuela. Nosotros promocionamos y difundimos una imagen de un país que, a pesar de todo lo que está sucediendo a nivel económico y político, tiene un espacio para la creación y para generar proyectos culturales.
Como parte de los nuevos proyectos de la escuela hay uno que nos agarró en medio de la cuarentena, un homenaje al “poeta de las cosas sencillas”, Aquiles Nazoa, con todos los integrantes del semillero circense, una propuesta con más de 20 niños y niñas, dirigida por el maestro Roy Lorenzo, actor, director y bailarín de la escena nacional. También nos quedó una gira internacional con Carmen de Bizet, que es parte de una creación conjunta con Circuba, para hacer una gira nacional con nuestra carpa.
¿Por qué no está el circo en la Universidad de las Artes?
Entrar a Unearte y todo el tema de la educación universitaria es un proceso de discusión que se debe dar, nosotros estamos por oficializar el ingreso al Ministerio del Poder Popular para la Educación, es lo que deseamos.
Somos un pueblo cultural y creativo, de artistas de todos los géneros, hay una demanda en cuanto al estudio de circo en la Universidad, a pesar de lo difícil que es sostener el sistema educativo por este brutal bloqueo, porque parte de la lucha que llevamos a cabo las y los venezolanos es enfrentarnos a esa imagen que quieren vender, de que este es un proceso y un país fracasado, que aquí no vale la pena la construcción de algo, que vamos a tener que empezar desde cero. Y no es así. Han querido instaurar ese discurso en la psique de nuestra gente, aparte del desasosiego que generó el éxodo. Todo este acoso que es parte de la guerra y del bloqueo, acá lo hemos resistido con un fuerte arraigo a nuestra tierra, desde el rapero, el salsero, los vendedores callejeros, universitarios, y otras muchas gentes que sienten un profundo amor por su país. Aquí en Caracas, que hay personas de todos los Estados, mezcladas con italianos, peruanos, españoles, migración que llegó de todas partes del mundo, tenemos a nuestro favor el buen humor, una pieza fundamental para la resistencia, y el arte es expresión de eso, del sincretismo, del humor y del amor venezolano.
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Nahir González Analista internacional
VIDEO Obra “Funámbulo”, interpretada por el elenco infantil del Circo Nacional de Venezuela.