Por Pedro Carvajalino
El coronavirus podrá expandir el virus de una sociedad alternativa en cooperación y solidaridad global. Slavoj Žižek
El mundo se ha convertido en un cataclismo político desde la llegada del coronavirus, muchos países han quedado ante el asombro que genera la propagación in extenso del virus. Primero fue China, y de ahí en una especie de efecto dominó se propagó esta pandemia, sintiéndose el impacto en países como Italia, donde pareciéramos estar en la novela El Decamerón de Giovanni Bocaccio, pero en tiempo real.
En el subcontinente latinoamericano, empezaron a sentirse las retaliaciones del coronavirus: algunos casos en Perú, otros en Colombia, y de repente todos empezaron a ver de reojo que el virus había llegado a Venezuela; unos comenzaron a vaticinar que el Apocalipsis se iba a quedar pequeño con el impacto de este fenómeno en un país en que las sanciones económicas han mermado la inversión en la infraestructura hospitalaria y en la compra de medicamentos.
Como era de esperarse, cada presidente tomó medidas para evitar la propagación, las que podríamos definir en «activas» y «pasivas», debido a que mandatarios como Trump, Duque y Piñera, relativizaron y subestimaron el efecto devastador que ha tenido un virus que cambió simbólicamente y organizacionalmente a la sociedad moderna.
En el caso venezolano, el presidente Nicolás Maduro anunció de inmediato cuarentena, aislamiento social, con entrega de alimentos, el levantamiento de una Data que, por medio de una página, logró hacer una encuesta a más de 13 millones de personas y después, de forma quirúrgica, empezó a atender a las personas que manifestaban síntomas parecidos a los del coronavirus. En el ámbito económico, se suspendió el pago de los arriendos, grandes consideraciones en la banca y sus créditos, exoneración de impuestos a los importadores de medicamentos; con respecto a los servicios públicos, se optó el no pago durante seis meses. También se ha segmentado a los trabajadores formales e informales, privados y públicos, para que puedan soportar la inactividad laboral y económica vivida a causa de la pandemia.
«Nunca los factores externos de poder toman en cuenta ese papel esencial: la consciencia clara y el desencadenante que puede ser el pueblo de Chávez en situaciones difíciles»
En medio de este escenario, el pueblo venezolano ha mostrado disciplina, organización y voluntad de lucha, ya que debido a las sanciones económicas, ha logrado crear una capacidad de resistencia, que implica tener resiliencia ante momentos caóticos y difíciles. El mismo pueblo ha decidido estar dentro de sus casas, tomando las medidas pertinentes y adecuadas para una situación como esta, a la par que combate el virus, se organiza para hacer sus propios tapabocas y antibacteriales, distribuye sus alimentos, y es consciente del papel de organismos multilaterales que negaron un crédito internacional para la compra de alimentos, por tanto, ante dicho escenario no se quedó inerme, por el contrario, tomó una posición activa y rebelde. El pueblo acompañado de sus gobernantes y de los médicos cubanos, llamados a combatir una pandemia que desestabilizó economías como la estadounidense, la china y la de la Unión Europea (UE).
En la historia moderna de Venezuela, el pueblo siempre ha jugado un papel protagónico, en casos como el deslave en la Guaira, el golpe de Estado en abril de 2002, los ataques al sistema eléctrico, las guarimbas, la sedición permanente y la conspiración eterna. Nunca los factores externos de poder toman en cuenta ese papel esencial: la consciencia clara y el desencadenante que puede ser el pueblo de Chávez en situaciones difíciles.
Ante esta pandemia, la unión cívico-militar es el factor clave para desalambrar la historia. Hoy el pueblo de Venezuela hace tapabocas y acompaña a los médicos, pero en otras circunstancia está dispuesto a poner el pecho, porque no quiere ser un sujeto pasivo de la historia, por el contrario, consciente es de que “Chávez no parió pendejos”.
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Pedro Carvajalino Moderador del programa «Zurda Konducta»