Golpes, mentiras, videos (vivencias y reflexiones del 11 de abril)

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Por Liliane Blaser Aza

18 años después y con tantas experiencias de distancia, son muchas las reflexiones que podemos hacernos sobre ese día y el proceso posterior.

Las mentiras y los golpes

El 11 de abril fue el primero de una serie de intentos de golpes de Estado contra la Revolución bolivariana, mismos que a lo largo de los años han sido siempre envueltos en mentiras y manipulaciones.

Pero este tuvo su momento de “gloria”. Fue un día en que un engaño nacional, preparado minuciosamente, tumbó a un presidente en ejercicio, acusado de masacrar a un pueblo, colocó a un “presidente” de facto, desbarató un Gobierno y colocó otro que cayó, en menos de  48 horas, bajo el peso de sus propios errores de ambición totalitaria y de la fuerza de un pueblo y un Ejército convencidos en sus verdades y resteados con un proceso que había mostrado hacia dónde iba.

Sabemos que las mentiras que se dicen o hacen, y los engaños que se producen, son parte esencial de los procesos de dominación. Basta recordar las falsas informaciones por parte de los gobiernos en todo lo que se ha dado en llamar la Cuarta República, para justificar, ocultar o tergiversar procesos de masacres, ocultamientos de hechos e intenciones “en nombre de la democracia”.

Podemos irnos más atrás, en el trato que se daba a los caribes para esclavizarlos, por su «antropofagia», en la Conquista, genocidio avaricioso disfrazado de salvación de las almas, cuando se decidió que los indígenas tenían alma a colonizar y organizar en encomiendas, para mayor riqueza de los encomenderos y del Reino.

Durante la Colonia, se dio la impostura de la propiedad de las y los esclavos sometidos por derecho de compra. De esta colonialidad se va despertando la consciencia en un proceso largo, que en el cambio de coloniaje se ha hecho interminable, porque aún hay gente que piensa (y factores que refuerzan ese pensamiento) que no podemos tomar en nuestras manos el destino, porque somos incapaces de hacerlo. Quienes así piensan, en el fondo son consciencias sometidas.

Concentración de chavistas en el Puente Llaguno, minutos antes de la masacre del 11-A.

Hace 21 años, ¿era fácil tener un mustang –como reza la canción de Alí Primera–? ¿Trabajando se llegaba lejos? ¿Todas y todos? Y más allá, ¿el venezolano es flojo? ¿Lo extranjero es mejor? (¡Cómo construiste la realidad y su reflejo para que esto pareciera cierto, para que el pan fuera mejor que el casabe, la vida “moderna” superior a la tradicional, el latifundio  mejor que el conuco!).

En ese ambiente mental crecimos, unas y unos cuantos rebelándonos como voz que clama en el desierto, hasta que pasó lo que pasó, se cayeron las máscaras del condominio “adeco-copeyano” y estamos en lo que estamos.

Hoy, 2020, andamos en el mundo con mascarillas y se siguen cayendo máscaras, estrepitosamente. Quizás aún falten sorpresas, algunas las intuimos.

Hace 18 años, la emboscada de las cúpulas de la oposición dominante de aquel tiempo, produciendo muertes muy útiles para ellas –de ambos lados–, construyó un relato mentiroso de demonización de un Gobierno y un líder, que casi termina en nuestra derrota definitiva, en lo real y en lo moral. 

Si hubieran vencido, sería difícil que el relato de lo real se hubiera podido expresar, por ejemplo, en el excelente e indispensable documental de Ángel Palacios y en las pruebas y testimonios que fueron desarrollándose.

Todavía, lamentablemente, hay quien se sigue aferrando engañosamente a la versión 2002 del Gobierno genocida, renovada con inmensa ayuda de los medios privados y subsidios gigantescos del norte, en las guarimbas (2004, 2014, 2017) y otros magnos episodios (la batalla de los puentes, 2019).

Los videos y la mirada alternativa

Los videos, fotografías, testimonios, han ido armando contraversiones, pero como dice sabiamente Mihcel Foucault, exagerando quizás, pero retratando las “verdades” mediáticas: “No hay hechos, sino interpretaciones”. También nos advierte el francés que el poder tiene la capacidad de crear e imponer su verdad, para dominar a los seres humanos. Es lo que este ha hecho, históricamente.

Es sobre esas mentiras que debemos trabajar, para excavar en ellas y encontrar las realidades. No solo en la historia reciente, sino en la historia general; toca descolonizar y reinterpretar a la luz de nuevos hechos des/cubiertos o des/encubiertos.

«El lunes anterior nos habíamos reunido comunicadores alternativos para hacer una logística de distribución de lo que lográramos captar, porque se sentía que venía algo grave»

Si la mentira contribuye con la opresión, la desmentira (hablar de la verdad nos queda grande) contribuirá con nuestra desalienación y liberación.

Muchas actrices y muchos actores había en la vía: por una parte, quienes representaban la puesta en escena en las calles, y para las pantallas, de una masacre alquimizada por la mediática como agresión del Gobierno a la oposición, para consumo de la población, que justificara un cambio de gobierno, por la violación a los DD.HH. Por otra parte, quienes grabábamos, fotografiábamos e íbamos acumulando evidencias para expresarlas cuando fuera posible. Hubo además el boca a oído, que tanto movilizó.

Actores cómplices, otros víctimas, televisoras al mando de los golpistas, pero también esas pequeñas cámaras con las que acumulábamos evidencias sin total comprensión del cuadro general, pero en el deber de ser ojos y oídos de quienes solo tenían la pequeña pantalla para desinformarse.

Muchas de nosotras y nosotros no sabíamos bien, en lo global, lo que estaba pasando, no conocíamos el tinglado general, a pesar de que el lunes anterior nos habíamos reunido comunicadores alternativos para hacer una logística de distribución de lo que lográramos captar, porque se sentía que venía algo grave, que vino, pero que rebasó esta logística planeada, la cual de todas maneras se fue desarrollando, sobre la marcha, y logró ayudar a ir restableciendo los hechos.

El epítome de esto es el trabajo de Ángel, que recopiló las tomas y testimonios de todas y todos quienes estuvimos allí, y ordenó todo en el tiempo, demostrando la línea cronológica de qué pasó realmente, estableciendo responsabilidades y desenmarañando mentiras.

Es clave destacar que habían dos frentes: al norte, el del puente Llaguno, donde estaba Ángel y otros; y del sur, en la esquina la Pedrera, donde me tocó estar a mí y se hallaba la PM y restos de la marcha de oposición. Un contingente mayor estuvo en Paguita, donde había otro compañero de Cotrain, que no desea ser identificado, y del que hay varias tomas en “Llaguno, claves de una masacre”).

Parte del engaño televisado y manipulado pasó por esa geografía real: según dónde estuvieras, tu percepción y tus conclusiones sobre ella podían variar. La perspectiva sobre lo que estaba pasando, desde cada uno de estos lugares, era diferente; en medio de opositores, en la Pedrera, al ver caer a mi alrededor personas baleadas, podía muy bien pensar que eran baleados por el Gobierno. De hecho, como muchas y muchos, tardé en entender, con testimonios de gente presente en la captura de los francotiradores, cómo era posible que cayeran, de manera semejante, con tiros en la cabeza, personas de ambos lados en confrontación.

Nunca pensé que los tiros partían desde el Llaguno, porque mi cámara me lo decía. No había visual desde el lugar donde cayó JorgeTortosa, ni Malvina Pesate. Fue una de las cosas que pudimos demostrar con la reconstrucción de los hechos que grabamos, junto con otras tomas significativas y demostrativas.

A veces lo que uno graba se convierte en un documental –en 27-F, el 4-F lo hicieron–, otras en un reporte, como el que recién nombré, que llevamos poco tiempo después al programa de Ernesto Villegas, “En confianza”.

Allí pudimos mostrar parte de lo que luego Ángel exhibió en su documental a través del ordenamiento temporal de las tomas de todas y todos.

Recuerdo que cuando le dije a Ernesto que al menos las balas de Tortosa y de Pesate no partieron del Llaguno, me preguntó: ¿de dónde entonces? Le contesté “no sé”. Se fue sabiendo. A la semana de los sucesos del 11, fui con un compañero a grabar las huellas de balas en la avenida Baralt. Quizás esas huellas puedan aún hablar.

Tengo entrevistas aún en archivo, porque las cosas pasan a galope en Venezuela, y vamos subiendo las escaleras de cuatro en cuatro, y de un hecho voluminoso pasamos a otro.

Por cierto, la tarde del 12, con Lucía Lamanna le hicimos una entrevista a Aristóbulo Isturiz, tras el episodio de la Embajada de Cuba, que yo venía de grabar.

En esta entrevista, realizada justo después de su comunicación con la radio Fe y Alegría, hizo una proclama de resistencia a la nación, que copié, entregué y escondí tan bien que no la he conseguido, en el enorme archivo que tuve en Cotrain hasta que, por razones de seguridad, decidimos mudarlo.

«Nunca pensé que los tiros partían desde el Llaguno, porque mi cámara me lo decía. No había visual desde el lugar donde cayó JorgeTortosa, ni Malvina Pesate»

Hay mucho anecdotario que va saliendo con los años. Todavía me encuentro con gente que me cuenta cosas que no han salido a la luz pública, heroísmos del pueblo que quedan por narrar. Sin contar el del 13-14, en el que desde el techo de un camión, también con Lucía, vimos y grabamos la retoma del gobierno, en una noche inolvidable. Nos llamaron del Canal 8 retomado, para que lleváramos imágenes, luego para que no nos acercáramos, por la confrontación generada en VTV. Las tomas finalmente se liberaron, como el país, y fueron contando sus verdades.

De regreso, el día 14, cerca de las 7 de la mañana, llevamos a Petare a unas compañeras que nos dijeron cómo se reunieron en la mañana, y dejaron a sus hijas e hijos al cuidado de otras, para venir a  luchar por el retorno de su gobierno.

Hoy, la oposición

Creo, y ojalá no me equivoque, que parte de los dirigentes de esa oposición, por convicción, por táctica o por estrategia (no puedo saberlo, cada quien lo sabrá en su consciencia) ha entendido que debe optar por la vía democrática, única que puede permitir que ellos mismos no desaparezcan del espectro político o del imaginario democrático del pueblo. Me refiero al pueblo opositor, al que han tratado de representar en estos últimos años, con una enorme torpeza, hundiéndoles cada vez más en la desilusión y desesperanza, tras ilusiones y fantasías apocalípticas.

Habría que hacer el dramatis personae de cada evento, quiénes estaban, qué hicieron, y estudiar su evolución.

Con respecto a las personas que conforman el pueblo opositor, la lectura de los testimonios en la red, muestran pequeños cambios en algunas y algunos, aún dentro de una tesitura emocional general que va desde el odio más acérrimo hasta la más profunda depresión y frustración, pasando por disímiles niveles de rabia e impotencia.

Periódicos y televisión nacional y extranjera manipularon los hechos del 11-A para apuntalar a los golpistas.

Los medios privados venezolanos, en su labor de inoculación de emociones y actitudes, han sido relevados en gran parte por las redes, quizás hasta más penetrantes y agresivas, llenas de falsas noticias, replicadas hasta la saciedad. Quizás en apoyo a los medios que deseen hacerse pasar por objetivos, se suman las declaraciones de personeros como Trump, Abrahams, Pence, que funcionan como constructores de emociones, opiniones, convicciones. A la amenaza de cualquier cosa (invasión, ataque) agregan opiniones como certezas, que demonizan a la nación o al personaje amenazado, y son reflejadas “objetivamente” por los medios, quienes ignoran otras informaciones y opiniones.

El mundo es un campo de batalla real entre modelos e  imaginarios y entre percepciones e interpretaciones de la realidad social y política (y hoy sanitaria). Cuando los grandes poderes no pueden inocular certezas, administran las dudas y, como ningún sistema ni gobierno ni proceso es perfecto, si no en el mundo platónico de las ideas, a un trozo de realidad le inyectan falsedades, exageraciones, fotos o videos manipulados, descontextualizados, recontextualizados, donde más duela, donde más puedan hacer daño en las consciencias y realidades de naciones y de espacios con otras visiones de mundo.

Con respecto a nuestra realidad venezolana, no pueden dejar que corrijamos los errores cometidos, tienen que congelarlos, magnificarlos, profundizarlos, usarlos contra nosotras y nosotros, y condenarnos, por ellos y por otros, muchas veces desde la proyección de sus propios errores o males. Baste pensar en la última especie que corre sobre “la estela de muerte que se cierne sobre Venezuela” con el coronavirus, en la revista colombiana Semana –desmentida por sus propios lectores–, a una nación que ocupa el noveno lugar de incidencia del virus en América Latina, frente al primero que ocupa Brasil, el quinto de Colombia (con un subregistro,  debido al daño a su equipo de diagnóstico, pero con 2 mil 223 casos frente a nuestros 171 del día 9 de abril). Venezuela, con una política obsesiva de lucha que hasta ahora ha conseguido una curva aplanada de casos, es acusada por medios complacientes frente a los poderes fácticos del mundo, como es costumbre.

Seguiremos en la tarea de luchar contra nuestros errores (pocos, pienso, en esta crisis) y superar nuestras fallas, de forma endógena, democrática y en paz, contra todos los factores que intentan llevarnos a la derrota y a una guerra que no queremos. El mentir para dominar, continuará. Nuestra lucha también.

Venceremos. Lo espero, por la humanidad.

Ya han mostrado y siguen mostrando de lo que son capaces.

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Liliane Blaser Aza Documentalista y docente

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