Por Sebastián López
A varios nos sorprendió ver en los premios Oscar un filme que fue nominado tanto como Mejor Película Extranjera, así como a Mejor Documental.
Captó la atención con su título, Honeyland. Un documental de Macedonia del Norte, que nos muestra la forma de vida de Hatizde, la última recolectora de miel salvaje y abejas de Europa.
Hatizde pareciera ser la metáfora de una abeja obrera que sale de su colmena para realizar su trabajo y volver con comida y productos para su hogar, y para atender a la reina, su madre, Nazife.
El oficio de recolectora requiere de mucha energía: caminar largos trayecto, escalar por peligrosos senderos y cargar con sus grandes cestos hechos a mano, para conseguir la tan preciada miel que le brindan las abejas salvajes.
Es casi como si estas abejas reconocieran a Hatizde, y supieran que su labor no es depredar y despojarles de su miel, sino una simbiosis, pacífica, armónica. No la atacan, y ella, con bastante confianza pero con cuidado, casi pidiendo permiso, las aparta para poder extraer el néctar, siempre siguiendo un mantra: “La mitad para mí, la mitad para ustedes”.
Y vuelve a su pequeña cabaña, en un diminuto pueblo que pareciera estar abandonado.
Felizmente realiza las tareas para reunir una buena cantidad de miel, con la que irá a la ciudad a venderla a bajo precio, que no coincide con su calidad y el esfuerzo que requirió para poder extraerla. Sin embargo, dichosa va y continúa esta labor, como si ella supiera que es la última persona que tiene a cargo conservar este método para recolectar el fruto de las abejas.
Pero su tranquilidad es interrumpida cuando llega al pueblo una familia itinerante, proveniente de Turquía, los Sam; un hombre, su esposa, varios hijos, vehículos y cientos de animales que viajan con ellos.
Hatizde se relaciona bien con los Sam, y se encariña con los niños, quienes invaden su espacio. Rápidamente se acostumbra a la presencia de los vecinos, y comparten entre sí.
Nuestra protagonista le enseña al padre de familia de los Sam el arte que ella viene practicando desde hace tantos años, y que sigue ejerciendo con fervor, como si el mundo dependiera de ello.
Los Sam, intentando generar más dinero para poder sostener a su familia, empiezan a tener sus propias colmenas, no silvestres, para practicar la apicultura.
La diferencia es clara. Las abejas no guardan ese mismo respeto que sí tienen por Hatizde. Mas ella les orienta y les aconseja en el cuidado y precauciones que hay que tener para poder extraer la miel.
Pero el dinero puede más. Y los Sam no siguen las instrucciones de Hatizde, lo que deviene en una catastrófica secuencia de eventos.
Pintoresca y encantadora es la relación de confianza que forja Hatizde con Mustafá, hijo de los Sam. Un rebelde en su familia natural, un curioso discípulo para Hatizde, quien le mostrará los secretos de su labor.
El documental se empezó a filmar el 2015 y duró tres años en rodaje. Fue ganador de gran cantidad de galardones y fue nominado en muchos más.
La cinta nos muestra un universo condensado en un pequeño pueblo de Macedonia del Norte. Y toca temas como la pérdida de la biodiversidad, la depredación capitalista, el cambio climático, el respeto por la naturaleza y el consumismo, entre otros, pero además, es un documental que sirve de testimonio antropológico, al concentrarse en la vida y tradiciones de la minoría turca que vive en Macedonia, de la cual Hatizde forma parte.
El final de la cinta expone un inesperado desenlace, amargo, en contrapunto con la dulzura de la miel que extrae Hatizde de la población de abejas que va en constante descenso.
La secuencia final se puede interpretar de varias formas. Uno la puede ver con esperanza, y un nuevo comienzo. O leer como un abandono y fin de un ciclo, renunciando a su esfuerzo.
Soy partidario de que luego de ver una ficción, es mejor dejarlo así, como nos mostró el final, y disfrutar de aquella fantasía que puede estar alejada de la realidad y que nos transmite infinidad de emociones. Pero esto es un documental, y no pude evitar, con un nudo en la garganta, averiguar cuál fue el destino de nuestra recolectora. Cosa que pudo resultar en un alivio y sosiego, y quizás alegría… o pudo acabar en un golpe de realidad que destrozaría las esperanzas de quien termina de ver esta obra.
Esa decisión, de quedarse con lo visto en la pantalla, o indagar sobre lo que ocurrió después del documental, se la dejo a ustedes. De todas formas, les recomiendo mil veces ver Honeyland.
Ficha técnica
Director: Tamara Kotevska, Ljubomir Stefanov
Producción: Trice Films
Fotografía: Fejmi Daut, Samir Ljuma
Música: Foltin
Género: Documental
Duración: 85 minutos
Año de estreno: 2019
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Sebastián López Cineasta
VIDEO Honeyland – Tráiler