Por Correo del Alba
En 1939 el trasatlántico alemán Saint Louis, capitaneado por Gustav Schroeder, trató de encontrar un hogar para más de 900 refugiados judíos alemanes que escapaban de la persecución nazi. Se les negó a estas personas, mujeres, hombres y niños, la entrada a Cuba, Estados Unidos y Canadá. En ese entonces, el presidente cubano, Federico Laredo Bru, otorgó el visado a solo 29 pasajeros, por un valor de 500 dólares –un dineral para la época–, suma que la mayoría de los refugiados no tenían. La verdadera razón de la negativa fueron las presiones del Departamento de Estado norteamericano. De hecho, el 4 de junio de ese mismo año, el Gobierno estadounidense le prohibió al Saint Louis, ya en alta mar, la entrada en su territorio.
El 5 de junio, un desesperado capitán Schroder tomó la decisión de redireccionar la nave rumbo a Canadá, recibiendo igualmente una respuesta negativa del Gobierno local. Así, ante la imposibilidad de desembarcar y la situación de casi amotinamiento, además de los intentos de suicidios, la falta de comida, agua y atención médica que ya se hacía sentir, el capitán Schroder optó por regresar a Europa, con los evidentes riesgos del caso. Por supuesto muchos y muchas murieron luego en campos de exterminio.
Triste historia para la humanidad, inscrita en los anales de la banalidad del mal, que no es –como debería– de conocimiento masivo. A 81 años de ese ignominioso hecho, poco ha cambiado la visión egoísta y perversa de muchos gobiernos, con excepción del de Cuba. Esta vez se trató del crucero inglés MS Braemar, con más de mil personas a bordo y al menos cinco contagiados con Covid-19, virus que ha paralizado al mundo y está cambiando el rumbo de la historia, como lo hizo el Holocausto nazi. Todo terminó bien y los pasajeros rechazados, la mayoría del Reino Unido, ya retornaron a sus hogares, gracias a la intervención del Gobierno cubano, que afortunadamente no atiende las órdenes del Departamento de Estado.
En la misma lógica perversa se enmarca el Fondo Monetario Internacional (FMI), que ayer negó la solicitud de préstamo para sobrellevar la emergencia salubrista, y esta vez sí es urgente la ayuda humanitaria, al Gobierno venezolano presidido por Nicolás Maduro.
Ya habíamos planteado que esta pandemia ha sacado a la luz lo peor y lo mejor de la humanidad y que a pesar que las campañas mediáticas y de odio han proliferado durante los últimos siglos en contra de gobiernos revolucionarios, ensañándose más que nunca en tiempos de redes y revolución digital, la praxis del discurso es lo único que evidencia si existe egoísmo, maldad y falta de humanidad, tal como lo demuestran la actitud que se tuvo con el barco británico, la negativa del FMI y el no levantamiento de las sanciones a países bloqueados con urgencia de atender a su población.
Verás que todo es mentira, verás que nada es amor, que al mundo nada le importa en el capitalismo e imperialismo puro y duro, en que la lógica del “me salvo yo” prevalece.