Por Jesús Faría
En reciente entrevista con José Vicente Rangel, el presidente Nicolás Maduro pudo exponer nuevamente parte de su visión económica. Ahí expresó el dramático impacto de las sanciones económicas impuestas de manera ilegal y criminal por el Gobierno estadounidense.
Asimismo, el Presidente se refirió a la necesidad de recuperar la producción nacional, punto en el cual la reanimación de la industria petrolera, severamente afectada por las sanciones, juega un papel crucial. En relación a ello anunció el avance de planes para evadir los efectos de la agresión económica, lo que constituye una noticia muy positiva para el país. Estos avances se ubican, sin duda, en el contexto de la multipolaridad, donde el comandante Chávez nos logró insertar de manera muy acertada, y ahora el presidente Maduro prosigue ese rumbo.
En materia social, resaltó los esfuerzos del Gobierno para atender las necesidades básicas de nuestro pueblo y reiteró su condena más categórica a las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI), que generan gravísimas convulsiones sociales, como se ha revelado dramáticamente en la región. En tal sentido, la recuperación productiva del país es importante, fundamentalmente para fortalecer la estrategia de justicia social y creciente bienestar de la Revolución bolivariana, sentenció el mandatario.
Hasta acá, las declaraciones ratificaron la determinación de resistir frente al bloqueo yanqui y la necesidad de recuperar los equilibrios económicos y el crecimiento de la producción. Pero fue su referencia al polémico tema de la dolarización lo que generó la mayor cantidad de reacciones de especialistas y opinadores de oficio en los medios de comunicación.
La gran mayoría de esas reacciones se han fundamentado en una tergiversación de lo dicho por Nicolás Maduro. Le atribuyen haber expresado la necesidad de dolarizar la economía, cuando lo que hizo fue emitir una opinión en relación a hechos existentes: hay un creciente empleo de divisas convertibles (no solo dólares) en nuestra economía, cuestión que definió como una especie de válvula de escape en las actuales circunstancias de escasez de divisas, bloqueo económico y precariedad social. La inyección de divisas en la economía, en los actuales momentos expresada en el uso de las mismas en el intercambio mercantil, alivia las necesidades de consumo de un sector de la sociedad, abre espacios a la actividad productiva y eleva el abastecimiento interno.
«La incidencia determinante del dólar en la economía nacional es de vieja data y responde al rasgo petrolero de nuestra economía»
Para que no quede la menor duda, hay una diferencia abismal entre un sistema monetario basado en el dólar –lo que se define dolarización–, establecido a través de la decisión del gobierno de sustituir la moneda nacional por aquella, como ha ocurrido en países como Panamá y El Salvador, por una parte; y la creciente circulación del dólar en un país en razón de severos trastornos económicos, como es el caso nuestro, por la otra.
En ese sentido, en ningún momento, Maduro avaló una economía basada en el esquema de la dolarización, siempre se refirió a un hecho existente en Venezuela, consistente en la circulación de divisas y el cual ha tenido un conjunto de efectos positivos.
Sin embargo, aquí los medios privados carecen de objetividad y el “debate” que llevan a cabo los enemigos de la Revolución se fundamenta siempre en la mentira y la manipulación.
El Presidente agregó dos aspectos importantes para entender el sentido de sus afirmaciones. En primer lugar, que la moneda de curso legal siempre será el bolívar y que seguiremos trabajando para estabilizarlo y fortalecerlo. Esto descarta cualquier interpretación tendenciosa en el sentido de un supuesto plan gubernamental para encaminar la economía hacia un esquema basado en la dolarización.
En cuanto a sus causas, el empleo creciente de dólares en nuestra economía obedece a los impactos de la inflación que, además de exterminar el valor de la moneda nacional, sepulta la confianza en ella y estimula la circulación de otras monedas en el país.
Como lo hemos dicho en otras oportunidades, la dolarización será revertida cuando derrotemos el flagelo inflacionario y podamos al menos frenar sus fuerzas propulsoras, entre las cuales cabe mencionar: la especulación con el precio de la divisa y con los precios bienes y servicios; la escasez de productos en el mercado nacional; los desequilibrios monetarios y las propias expectativas inflacionarias. Todo ello pasa, obviamente, por superar los terribles impactos de las sanciones económicas de Washington.
El Presidente también afirmó que nuestra economía siempre ha estado dolarizada. En ese sentido, si bien la circulación de dólares en el país es un fenómeno que se manifiesta por primera vez, no es menos cierto que desde la irrupción del petróleo en nuestra historia, el desempeño económico nacional ha estado signado por el dólar estadounidense, por su precio, por sus cantidades en el mercado cambiario, por su (in)estabilidad en la economía mundial, por la especulación cambiaria y por los regímenes cambiarios existentes.
«La dolarización, como sistema monetario de un país, está en abierta contradicción con la necesidad de instrumentar una política social de amplio impacto en la población»
La dependencia petrolera de la nación se transforma en dependencia del dólar, por ser esta la divisa que rige el mercado petrolero internacional. De tal manera que la incidencia determinante del dólar en la economía nacional es de vieja data y responde al rasgo petrolero de nuestra economía.
En relación a los problemas que genera la circulación de divisas –es imposible pensar que algún fenómeno económico tenga solo efectos positivos en medio de una situación tan compleja–, uno de los más agudos es la desigualdad en la sociedad. Otra dificultad consiste en la profundización de la dependencia extrajera.
En contraste con planteamientos en el sentido de prohibir la circulación de dólar, pensamos que no es esa la vía para superar estos males. Además de no ser viable la restricción de ese fenómeno vía prohibiciones, la circulación de moneda extrajera en el país no es la causa de los problemas, sino más bien un efecto de otros mayores (caída de los ingresos petroleros, aumento inflacionario de los precios, especulación galopante, escasez, etc.).
Entonces, debemos ir a las causas del problema. Aún bajo los terribles impactos de las sanciones, tenemos que seguir aplicando políticas que permitan restablecer los equilibrios de la economía y, con ello, la confianza en nuestro signo monetario; debemos alcanzar la recuperación del aparato productivo y con ello fortalecer la moneda nacional.
Mientras tanto, lo correcto es aprovechar los efectos positivos de esta situación y tratar de combatir los negativos, pero no mediante decisiones administrativas, sino elevando eficiencia y mejorando los niveles de producción.
Finalmente, es preciso recordar que la Revolución bolivariana siempre ha sido contraria a la dolarización como sistema monetario para nuestra economía. Esto obedece no solo a las reflexiones morales y políticas que se desprenden de un sistema determinado por la moneda y las políticas de una potencia imperial. Más allá de eso, un esquema de dolarización le entregaría el manejo de nuestra política monetaria, cambiaria y, en buena medida, de la política fiscal a las autoridades económicas de los EE.UU.
La dolarización, como sistema monetario de un país, está en abierta contradicción con la necesidad de instrumentar una política social de amplio impacto en la población, de desarrollar una economía diversificada, de construir una economía soberana.
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Jesús Faría Economista y miembro de la Dirección Nacional del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV)