Pobres mal educados

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Por Ruperto Concha

El jueves pasado, cuatro líderes disidentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) anunciaron que vuelven a tomar las armas, luego de que el Gobierno de Iván Duque traicionara los compromisos del acuerdo de paz suscrito el 2017 por los guerrilleros con el entonces presidente de Colombia, Juan Manuel Santos.

Los jefes guerrilleros disidentes eran: Iván Márquez, Jesús Santrich, el Paisa y el Romaña.

Pocas horas después del anuncio, el presidente Duque, en tono triunfal, anunciaba que ya las tropas colombianas habían dado muerte a nueve de los disidentes rearmados, y prometió que así matarían a los que vuelvan a tomar las armas.

Quedababien claro que el Gobierno tenía preparado de antemano un operativo para liquidar a esos exguerrilleros, bajo alguna justificación. De hecho, en la Unión Europea (UE) y las Naciones Unidas, se sospechaba que el actual Gobierno colombiano trataría de crear un “enemigo público” que justifique la anulación de los acuerdos de paz. Es decir, sabotear el proceso de paz con el propósito de resucitar a las FARC como fuerza armada terrorista.

En esa perspectiva, se hace comprensible que el llamamiento de los disidentes haya solo captado a un grupo reducido de los exguerrilleros. La gran mayoría, en cambio, se mantiene dentro del partido político FARC, o Fuerza Alternativa Revolucionaria de la Comunidad, liderado por el excomandante guerrillero Rodrigo Londoño Echeverri, alias “Timochenko”.

Fue un camino tortuoso, de algo más de un año del Gobierno de Iván Duque, que está desembocando ahora. Vamos viendo.

Sabotaje de Duque

El 7 de agosto recién pasado el presidente Duque cumplió su primer año de gestión. Ganó la presidencia apadrinado por el controvertido y ultraderechista expresidente Álvaro Uribe, y, igual él, se declaró furiosamente contrario al «Acuerdo de Paz» con las FARC, negociado en Cuba por el presidente Santos, con auspicio y participación de las Naciones Unidas.

Desde el inicio mismo de su Gobierno, Duque se esforzó en sabotear el cumplimiento de los acuerdos, obstaculizándolo, negándole recursos y saboteando los compromisos del propio Gobierno, sobre todo en la llamada Jurisdicción Especial Para la Paz.

Esa Jurisdicción establece los términos jurídicos que garantizan que los exguerrilleros no sean acusados como delincuentes por sus acciones en tiempos de guerra, y, asimismo, que tampoco lo sean las fuerzas militares y policiales.

Ya en un fuerte intento de paralizar esta Jurisdicción, Duque había anunciado que le iba a quitar un 30% de su financiamiento. Pero al hacer ese anuncio no tomó en cuenta que justo al día siguiente llegaba a Colombia una Misión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que se reunió con la Comisión de Paz del Congreso colombiano y, por cierto, dejó en nada la amenaza presidencial.

También el Presidente envió al Congreso seis objeciones al texto del «Acuerdo de Paz», pero las seis fueron rechazadas por los legisladores.

En mayo, la Fiscalía colombiana detuvo al exguerrillero Jesús Santrich, con miras a extraditarlo a Estados Unidos, donde se le acusa de narcotráfico durante la acción guerrillera.

Pero, seguidamente, la Jurisdicción Especial ordenó su liberación inmediata, de acuerdo a los términos de paz vigentes. En su furia, Iván Duque calificó a Santrich de delincuente mafioso, y su ministra de Justicia renunció, de pura rabia.

La cruda realidad colombiana

Al cumplir su primer año de gobierno, Iván Duque aparece ya muy desgastado por el fracaso de sus promesas presidenciales. De haber logrado el 54% de los votos, en segunda vuelta, ahora las dos principales encuestas lo muestran, una con el 37% y otra con el 32% de apoyo.

«Solo entre enero y abril de este año fueron asesinados 51 activistas y defensores de los DD.HH. en Colombia»

Los fracasos y la falta de rumbo en su primer año de gestión difícilmente podrán enmendarse en los tres años que le quedan, dado a que desde ya anunció que no va a presentarse a la reelección.

Principalmente recae sobre Duque el no haber sido capaz de imponer un mínimo de disciplina en las propias fuerzas políticas que lo apoyaron. De hecho, en su gobierno se ha mantenido el atroz rango de asesinatos de líderes sindicales, dirigentes campesinos y activistas de DD.HH.

Entre las víctimas de esos asesinatos por parte de las bases derechistas, se cuentan más de 100 exguerrilleros de las FARC que firmaron el «Acuerdo de Paz».

Según denunció ante las Naciones Unidas el presidente del partido FARC, Rodrigo Londoño, esos asesinatos son responsabilidad del Estado, pues violan brutalmente los términos del Acuerdo, que tienen carácter de Tratado.

De los más de 12 mil exguerrilleros inscritos en el partido FARC, 134 han sido asesinados, además de 34 familiares de estos. Y aparte de los exguerrilleros han sido también asesinadas más de 500 personas, según informa la Defensoría del Pueblo.

Solo entre enero y abril de este año fueron asesinados 51 activistas y defensores de los DD.HH. en Colombia.

De ellos, provocó horror internacionalmente el bestial asesinato de la activista María del Pilar Hurtado, de 34 años, por un grupo de sicarios de las llamadas “fuerzas de autodefensa” de los latifundistas. Los criminales penetraron en su hogar y la acribillaron en presencia de sus cuatro hijos pequeños. Toda la escena quedó filmada sin que los criminales se percataran, y se difundió en toda Europa la imagen del niño de 9 años, gritando desesperadamente mientras asesinaban a su mamá.

Caminos posibles

Resulta así perfectamente claro el oscuro propósito del Gobierno de Iván Duque de hacer fracasar el «Acuerdo de Paz» y, bajo el pretexto de enfrentar a la guerrilla, someter nuevamente al país a un régimen militarizado al servicio de los latifundistas.

Frente a esa estrategia de dominio brutal, el líder político del partido FARC, reiteró el compromiso de los exguerrilleros en defensa de la paz y de alcanzar democráticamente el poder que le otorguen los votos del pueblo.

El grupo de los guerrilleros que optaron por retomar la vía armada carece de todo lo necesario para reanudar la guerra enfrentando al Estado. No están en alianza con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), que se ha negado a pactar con el Gobierno, y la supuesta alianza con el Gobierno revolucionario de Venezuela no es más que una invención de Bogotá.

Más bien el grupo de disidentes de la guerrilla le están haciendo el juego a la ultraderecha. Generarán aún más asesinatos, los exguerrilleros que se mantienen en el «Acuerdo de Paz» estarán en mayor peligro que antes.

Pero Iván Duque ya sabe que en el enfrentamiento en paz y democracia, la ultraderecha, su ultraderecha, será derrotada, como ya lo fue en el Parlamento colombiano.

Duque, en su esfuerzo por complacer a la ultraderecha, se comprometió en términos extremadamente agresivos en contra del Gobierno constitucional de Venezuela, al que de inmediato calificó como “dictadura”. Además, rompió la unidad de Unasur, retirando a Colombia; fue uno de los 50 (de 165 gobiernos de las Naciones Unidas) que se apegaron a reconocer al diputado Juan Guaidó como “presidente interino” de Venezuela, desconociendo la Constitución venezolana.

«En América Latina, las cosas se ven bastante peores. Se estima que el crecimiento de este año será solo del 0.6%, y el 2020, con suerte, podría subir al 2.3%»

Pero ahora se encuentra con que esa estrategia inicialmente impulsada por el Gobierno de Trump, ya perdió su impulso, está diluida y debilitada, y que en cambio se está buscando una salida negociada con Caracas.

O sea, Iván Duque y su Gobierno aparecen sin rumbo y sin un desenlace aceptable a la vista. Incluso en el tema de la producción y tráfico de cocaína, no ha logrado disminuir la producción de droga y la extensión de los cultivos de coca se mantienen en el orden de las 169 mil hectáreas, y por eso Washington los está amenazando con tomar medidas de castigo.

Para  congraciarse con EE.UU., ya Duque ha propuesto aplicar fumigaciones con el venenoso herbicida glifosato, que es tóxico y cancerígeno, y está prohibido en Europa y la mayor parte del mundo civilizado.

Junto a eso, la economía colombiana está estancada, con un débil prospecto de crecimiento del 2.7%, y con una cesantía superior al 12%. Situación que, con bastante honestidad, el propio ministro de Hacienda confiesa no saber cuál es la causa del fracaso, ni cómo se puede arreglar.

Es decir, Colombia aparece recayendo en un estado febril de muy mal agüero, y la fuerza del Legislativo está demostrando cómo una oposición inteligente puede aminorar o incluso corregir las torpezas y los fracasos del Ejecutivo.

Habrá que ver cuál será el desenlace que llegará de aquí a tres años. En realidad en los principales países latinoamericanos se está armando un menú político cuyos ingredientes son el fracaso económico, la acumulación de resentimiento social, los gobiernos derechistas recurriendo cada vez más a la represión policial o militarizada, y el desaliento, la desilusión de una clase media que había confiado en el milagro económico neoliberal.

Al desastre económico, social y político del Gobierno de Macri en Argentina, que nuevamente está en situación de default, o sea de incapacidad de pagar sus deudas internacionales, ahora se suma el desinflamiento económico de Brasil, cuyo crecimiento se redujo ya a un 0.81%, mientras que el real, la moneda brasilera, sigue desvalorizándose más y más, lo que hace que las cosas se vuelvan más caras para el consumidor dentro de Brasil.

La economía mundial aparece deprimida. En los países del Oriente Medio y el norte de África se espera un crecimiento del 3% en 2020.

En África subsahariana se prevé un crecimiento del 3.4% y 3.6% el 2020. Pero aquí, en América Latina, las cosas se ven bastante peores. Se estima que el crecimiento de este año será solo del 0.6%, y el 2020, con suerte, podría subir al 2.3%.O sea, tenemos los peores desempeños económicos a nivel mundial.

Y, oiga, también en el ámbito mundial nuestra América Latina aparece endeble y perdedora en términos de educación, lo que implica capacitación de las nuevas generaciones para un desempeño exitoso en el futuro.

Según el Reporte Mundial de Estados Unidos, la mejor calificación en educación latinoamericana la tiene Argentina, que solo llega al lugar 30 entre 90 países investigados. Más abajo está Brasil, en el puesto 33. Luego viene México, en el 37, Chile, en el 41, Uruguay en el 49 y Colombia en el 50. Eso parece definirnos no solo como pobres, sino también como mal educados.

Así, pues, se perfila claramente que la buena o la mala suerte de las naciones tiene mucho que ver con la decencia de la gente común. Con que la gente sienta que su amor propio debe basarse en lo que uno es, y no en lo que uno compra.

Y da la impresión de que, poco a poco, la gente latinoamericana está empezando a darse cuenta de eso.

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Ruperto Concha Analista internacional

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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