Por Luisa López
Bolivia vive una campaña electoral cuyas encuestas sitúan a Evo Morales en el primer lugar de las preferencias en las presidenciales del 20-O. Los entretelones de la coyuntura son variados, guerra sucia que aún falta por definir, como pasó el 21-F, cuando la derecha lanzó la mentira del hijo perdido del Presidente solo 18 días antes de la consulta. Quizás por ello podamos presumir que las y los bolivianos seremos testigos de acusaciones mediáticas con respaldos sacados de fuentes desconocidas, pero “confiables”.
Lo que más llama la atención es la capacidad de la derecha para instalar una idea, sin fundamento, en ciertas personas comunes. Por ejemplo, que el país ha crecido gracias a “la pichicata”, es decir, a la droga, denigrando con esto a las y los trabajadores bolivianos, denigrándose quien lo afirma. Falacia fácilmente comprobable al echar un vistazo al Producto Interno Bruto (PIB) y leer los informes nacionales e internacionales que sitúan al país como el de mayor crecimiento de la región en los últimos dos lustros.
Cuando se señala que la redistribución del ingreso, a partir de la nacionalización de los hidrocarburos, ha dado la posibilidad del crecimiento de la economía en general, entonces salta otro argumento de la derecha: “se acabarán las reservas, ya no hay”. Parece haberse instaurado en muchas y muchos la idea que vivimos en el país del pasado, pobre, indigno y a punto de morir, confiando que lo salve Dios.
Más allá de la coyuntura electoral, debemos preguntarnos porqué la derecha cala en algunas personas de clases populares que se han visto beneficiadas con este Gobierno, población que además sufrió tanta discriminación y racismo hasta hace no muy poco, como cuando, por ejemplo, existía el ascensor de servicio porque las trabajadoras del hogar –casi todas, por no decir todas, de origen aymara– estaban proscritas de utilizar el principal. O los oficios que se ofrecían en la calle –plomeros, lavanderas, electricistas– por un pago a voluntad de los que contrataban, en un mercado pauperizado para la fuerza de trabajo.
En esta dirección vale la pena reflexionar en torno a lo que señala la filósofa y politóloga Chantal Mouffe: “A veces el pueblo se siente seducido por los partidos de derecha porque así siente que sale de su condición. La cuestión es lograr un discurso para esas clases populares que las haga sentir valoradas. Es un punto importante: hay que crear una conciencia de ciudadanos. Tal vez el que ha ido más lejos es Chávez. Les procuró una identidad política a las masas venezolanas. De eso queda algo y así es como podemos explicar el apoyo que aún sigue teniendo Nicolás Maduro. Chávez les dio una dignidad que no tenían antes. La cuestión es crear un nuevo sentido común”.
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Luisa López Analista política