Por Gonzalo Gosalvez
En la proximidad de las elecciones en Uruguay, Argentina y Bolivia, la situación política regional genera muchas incertidumbres, principalmente relacionadas al forcejeo entre dos corrientes que representan, en general y con los matices respectivos en cada uno de los rincones de la región, a diferentes sujetos sociales con programas e ideologías distintas, e incluso, notoriamente opuestas.
Nos proponemos analizar algunos elementos de la situación económica de América Latina y las particularidades de ciertos componentes nacionales de la misma para comprender las tendencias, probables perspectivas y, tal vez, las necesidades del subcontinente.
El crecimiento económico: logros, fracasos e incertidumbres
Bolivia, no solamente ha sorprendido con unos resultados económicos positivos desde el Gobierno de Evo Morales, cuyo crecimiento está por encima del promedio regional durante el período, sino que ha propiciado varios cuestionamientos acerca de cuáles habrían sido las estrategias asumidas para alcanzar esta hazaña en un país que estaba sumido en la pobreza y con pocas oportunidades para salir de ella.

En el gráfico se muestra la situación del crecimiento económico de Bolivia con el promedio total regional de América Latina y otros dos extremos: con la economía del Paraguay, que es la que segunda que más crece después de Bolivia; y con el crecimiento económico de la Argentina, que es el país que menos crece en la región.
El desarrollo económico de la Argentina ha tenido un período positivo del 2002 al 2008, luego se presentó su sensibilidad a la crisis financiera de 2008, con una recuperación inmediata; pero en el 2013 la crisis de los precios de las materias primas afectó su crecimiento, esta vez sin recuperación por el retorno del modelo neoliberal.
Las causas estructurales de su empobrecimiento hacen saltar a la vista el fracaso de este modelo y los impactos desastrosos para las condiciones de vida de la población. Argentina perdió la soberanía de su economía, el endeudamiento aumentó y encadenó al país por décadas; el Gobierno de Mauricio Macri cargó sobre la población todo el peso de una economía succionada por la fuga de excedentes. En síntesis, ninguna estrategia comunicacional pudo esconder y engañar la explotación y quiebra de la Argentina a causa del neoliberalismo.
Por su parte, la pobreza en Bolivia disminuyó de 66.8% (2002) a 35.1% (2017), mientras que la reducción de la pobreza extrema se verificó de 34.2% a 16.4% en el mismo período. Esta última cifra ha sido todo un logro en Bolivia, porque estaba muy por encima de todos los países de la región, y la reducción de la pobreza tiene una tendencia decreciente para el conjunto de los países en el mismo período, al margen de su crecimiento.
Origen y efectos sociales de las acciones económicas
Pero la reducción de la desigualdad nos muestra algo muy interesante. Bolivia, de tener una altísima desigualdad en 2002, con el 54.9% en el índice de Gini, muy por encima del 53% del promedio latinoamericano, ha disminuido hasta el 46.1% en 2017, poco menos del promedio de América Latina, que es del 46.6%. Otros países que tienen un crecimiento destacable han disminuido en menor proporción: de 56.0% a 50.3% en Paraguay; de 54.9% a 51.1% en Colombia; y de 50.7% a 45.4% en Chile, en el mismo período.
En la perspectiva neoliberal, el gasto social es un costo incómodo para el capital. En Bolivia, el éxito económico viene acompañado de conquistas sociales, porque es expresión de un modelo soberano que se basa en lo social y lo prioriza.
Necesidades sociales y teóricas
Parece que es muy atrevido decir que el crecimiento económico responde a políticas económicas acertadas de gobiernos que se plantean alternativas al modelo neoliberal, porque sus objetivos son disímiles a la lógica de estos indicadores y porque el aparato ideológico-económico capitalista, en cuestión de pocos años, desestima y hace desaparecer los logros de las experiencias de transformación, como lo ha hecho en el caso de Venezuela y Cuba.
Por tal motivo, es substancial difundir cómo en Bolivia la experiencia actual muestra que: 1) La soberanía económica es fundamental para diseñar políticas para un desarrollo propio; si un país enajena sus condiciones y recursos jamás podrá pensar en desarrollarse ni en el bienestar de su población; 2) La economía es un instrumento para buscar el bienestar del pueblo, no una finalidad en sí misma; 3) El mercado interno es fundamental en una economía, ya que se convierte en un cimiento que puede contribuir al crecimiento y permite resistir impactos de la economía global; 4) Son posibles estrategias de industrialización y diversificación; 5) La disminución de la pobreza y desigualdad son resultados del crecimiento, pero también son su condición básica.
Cuando un desesperado Donald Trump, por las derrotas que ha sufrido en su estrategia de política “intervencional”, continúa atacando a países como Cuba, Venezuela, México y amenazando a otros como El Salvador, Guatemala y Honduras; cuando en Argentina su supuesta sociedad con Macri la ha llevado al abismo, o cuando en países alineados al Cártel de Lima, siguen promoviendo el neoliberalismo en su favor; recuperar la soberanía económica y darle un enfoque social, no solamente son necesarios, sino la única alternativa para América Latina y el Caribe.
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Gonzalo Gosalvez Economista