Por Miguel Justiniano
Ayer, domingo 28 de abril, se llevaron a cabo las elecciones generales en España. Aunque distan en cuanto a kilometraje, sus efectos políticos, cual «efecto mariposa» se tratase, son próximos. Para comprender las repercusiones económico-sociales y por supuesto políticas tenemos que verlas desde lo general hasta lo particular, desde la nominación e identificación del abanico de partidos y tendencias que se presentan en el tablero político español; empecemos por orden de resultados.
Partido Socialista Obrero Español (PSOE)
Partido clásico del ya sepultado bipartidismo convencional; con mucho de partido y español pero poco de socialista y obrero. En sus internas (2017), ante la avanzada de Podemos (ahora Unidas Podemos), el actual Secretario General y presidente del Estado español, Pedro Sánchez, intentó dar un golpe de timón hacia la izquierda, haciendo frente a los poderes fácticos internos y externos, que jugaron todas sus fichas a su contrincante, Susana Díaz, fiel seguidora de la institucionalidad española, alineada a los barones del partido, actual presidenta de la Junta de Andalucía (el territorio nacional con los más altos índices de pobreza y los mayores niveles de población rural).
Transcurrida la jornada electoral, el PSOE resultó ser el partido con mayor número de votos; aunque insuficientes para gobernar solo. Todo indica que necesitará de uno o más socios de gobierno para dar viabilidad a la investidura de Sánchez como presidente.
Partido Popular (PP)
El contrincante histórico del PSOE y el ala de derecha del extinto bipartidismo español. Para identificarlos en el escenario político boliviano, en agosto del año pasado el candidato a la presidencia Óscar Ortiz se reunió en Madrid con su secretario general, el ultraconservador Pablo Casado. Coincidencia incongruente en lo social ya que el PP ha mantenido una postura rígida contra la inmigración, política reflejada en los índices de expulsiones y deportaciones de migrantes que, en una comparativa, durante el último gobierno del PP se duplicaron en cuanto a tasas de devoluciones en caliente, deportaciones y reclusiones en los Centros de Internamiento de Migrantes (CIES). De allí que resulte contradictorio en el senador Ortiz el discurso de defensa de los bolivianos ante el abuso de los poderes dentro de Bolivia, cuando en el exterior no le tiembla la mano para reunirse con uno de los partidos más xenófobos y discriminadores con los migrantes nacionales en España y el directo responsable de dejar sin atención sanitaria a un sinfín de familias bolivianas.
Adentrándonos en los resultados, el PP ha sido el gran perdedor del proceso electoral ya que se ha desplomado, pasando de 137 escaños (2016) a solo 66. Lo que supone el peor resultado electoral en su historia.
Ciudadanos (Cs)
Con un discurso abiertamente liberal en lo económico y conservador en lo político, de la mano del PP y VOX, han mantenido las banderas de su lucha contra el “comunismo castro-chavista” y el “golpe de Estado” que supuso la Declaración Unilateral de Independencia (DUI) de Cataluña. Estrategia de exaltación de la unidad española y condena del “castrochavismo” que le es francamente rentable ya que junto al PSOE es de los pocos partidos que crece en número de votantes, fagocitando a los electores del PP.
Ciudadanos intenta representar la modernización de la derecha española con un candidato joven, con una imagen limpia y un discurso que a veces coquetea con la socialdemocracia. Además de haber condenado frontalmente las diferentes tramas de corrupción partidaria institucional del PP, hechos oportunistas que inteligentemente supieron traducir en las urnas.
Si de resultados hablamos, Cs ocupa el segundo podio en el ranking de crecimiento puesto que ha evolucionado de 32 escaños (2016) a 57, redireccionamiento de fuerza votante proveniente del gran perdedor, el Partido Popular.
Unidas Podemos (UP)
Otra de las grandes fuerzas derrotadas de la jornada, después de haber tomado malas decisiones políticas intentando mediar con el Gobierno de Sánchez, bloqueando algunas medidas conservadoras-liberales (clásica conducta partidaria del PSOE, discurso progresista y medidas conservadoras abogando por una “responsabilidad de Estado”), el electorado le ha pasado factura.
Catalogada extrema izquierda, UP se ha preocupado por reconducir su retórica hacia discursos más tibios, procurando mantener la claridad discursiva que los caracteriza, reflejado en el cambio de modulación de su candidato a la presidencia, Pablo Iglesias, quien pese a lucir una imagen cansada, se le ha visto más moderado discursivamente, en un intento de revertir la tendencia a la baja de su partido y buscando rescatar algunos de los votos robados por el PSOE.
Para contextualizar con el escenario boliviano, en noviembre del 2017 Iglesias visitó el país para participar en una exposición magistral de la mano del vicepresidente Álvaro García Linera, expresándose en varias ocasiones en territorio español a favor de los logros del Proceso de Cambio boliviano. Si hay que catalogar UP como victorioso o perdedor, tendremos que puntualizar, pues a criterio personal, se puede considerar ambos: victorioso ya que la contracción de su capital electoral no fue tan amplia como algunos analistas proyectaban, y los números obtenidos (como cuarta fuerza electoral a nivel nacional) le permiten una negociación complicada pero sólida para formar gobierno con Sánchez (más un tercero); perdedor en un plano numérico ya que pasa de tener 71 escaños (2016) a 42, una contracción mayor a una tercera parte de lo que originalmente fue su votación fundacional.
VOX
El outsider por excelencia del escenario político actual en España, partido de marcado carácter de extrema derecha, no duda en mantener líneas discursivas políticamente incorrectas como el anuncio de cierre de canales de televisión o la deportación de migrantes (incluso aún aquellos nacionalizados españoles).
De la mano de su candidato a la presidencia, Santiago Abascal (un exmilitante del PP), ante la caída en picada y proceso de desintegración sufrido por la corrupción endémica develada en el caso Gürtel (por nombrar uno de los más mediáticos), Abascal decidió la fundación de su propia tolda electoral, que ha conseguido hacerse hueco entre las encuestas, pisando con fuerza con 26 escaños.
Acorde a la ofensiva fascista internacional, véase Trump en Norteamérica, Salvini en Italia, Bolsonaro en Brasil, VOX representa a la porción de la población española camuflada de centro derecha, entre la militancia del PP, que hoy (ante un panorama más favorable), decide hacerse visible. Fascismo clásico y convencional sin complejos. En esta votación sin precedentes, solo queda destacar los 24 escaños obtenidos en sintonía con las proyecciones de los analistas, desviando votación del agónico PP.
La aparición de VOX supone un franco peligro para las comunidades bolivianas radicadas en España ya que, al revisar su programa político, observamos medidas tan radicales como la retirada de los servicios de salud para los migrantes además de la persecución y deportación de cientos de miles de extranjeros (muchos de ellos bolivianos) en situación irregular que actualmente trabajan allí.
Hablemos de números
Con el 99.99% de los votos escrutado, el PSOE (123) y Unidas Podemos (42) suman 165 diputados, cifra que no alcanza a la socialdemocracia para hacerse con la tan preciada mayoría absoluta que se encuentra en los 176 escaños y que por tanto fuerzan al PSOE al estudio de un tercer socio de gobierno si se decantara por la conformación de una alianza progresista en la península, aliado que será más difícil de elegir si fuera posible, ya que las únicas colectividades que pudieran prestarse a este pacto son las nacionalistas, una fuerte porción de ellas catalanas, las que a día de hoy cuentan con sus principales líderesm en arresto preventivo a la espera de sentencia a causa de la “DUI”, o exiliados, como la líder de CUP y actual exiliada en Suiza Anna Gabriel.
En caso contrario, numéricamente fuera más rentable para la formación roja (PSOE) sellar alianza con los liberales de Ciudadanos, ya que logran 180 escaños y pueden hacerse con la mayoría absoluta. Numéricamente reitero, porque si puntualizamos sobre el aspecto ideológico la hipotética alianza se complica un poco. Rivera, líder de Cs y exsocio de gobierno de Sánchez (posterior al bloqueo parlamentario de PODEMOS), ha manifestado en reiteradas ocasiones de manera pública el sentimiento de haberse sentido engañado en su pacto, puesto que, según él, “no se cumplieron por parte del PSOE las medidas acordadas previas al acuerdo”. Hecho que la militancia “sanchista” (corriente interna del PSOE) manifestó pocas horas después de conocerse los resultados, durante el discurso del propio Sánchez, al grito de “¡Con Ciudadanos No!”, “¡Con Ciudadanos No!”, gritos a modo de dardos decantándose por una alianza progresista.
Ciertamente ninguna de las fuerzas políticas mencionadas lograrán gobernar solas,
en el mejor de los casos tienen que buscar socio de gobierno, y en el peor, más de uno. Resultado que hará eco en Bolivia, y aquí hay que rememorar que en 2018 presidente de España, en su visita oficial al país, comprometió una fuerte inversión de respaldo al tren bioceánico y anunció la predisposición de estrechar relaciones comerciales y el avance de ciertos procesos de transferencia tecnológica en materia sanitaria. Esta serie de medidas únicamente podrán tener viabilidad con un gobierno progresista o mínimamente de centro izquierda en España, ya que en caso de gobernar las fuerzas conservadoras, tendrán que cumplir sus promesas de campañas y banderas “ideológicas”, sobre todo una de las principales: la lucha contra el “castrochavismo” en Latinoamérica y por supuesto el Estado Boliviano se ve comprometido en sus lineamientos ideológicos con los procesos revolucionarios de ese corte.
Solo resta esperar que el cortejo a la socialdemocracia logre una alianza sólida de izquierdas, ¿o es que proyectamos nuestros deseos por encima de las condiciones objetivas?
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Miguel Justiniano Analista político