La disputa estratégica sobre el destino de América Latina

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Por Eduardo Paz Rada

El empuje conservador y neoliberal en América Latina y el Caribe, aliado a los intereses imperialistas, ha desarrollado en los últimos meses nuevas iniciativas orientadas a establecer un nuevo tablero geopolítico regional y mundial, buscando frenar y destruir los empeños de liberación nacional y continental de los procesos de integración y unidad emancipadora de la Patria Grande, elaborados en los pasados quince años por los gobiernos nacionalistas, progresistas y de izquierda.

Se ponen, de esta manera, frente a frente dos proyectos estratégicos de la región: el de la liberación o el de la dominación.

La reciente creación –22 de marzo pasado– del Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur), impulsada apresuradamente por los presidentes de Colombia, Iván Duque; y de Chile, Sebastián  Piñera; y aceptada por los de Brasil, Jair Bolsonaro; Argentina, Mauricio Macri; Ecuador, Lenín Moreno;  Paraguay, Mario Abdo; y de Perú, Martín Viscarra, en la cumbre de Santiago de Chile, fue precedida por la acción de Macri y Bolsonaro de debilitar a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) con la suspensión de su participación en la misma y continuada por Moreno con el despojo de su sede en Quito.

Si bien estos presidentes reconocieron el 23 de febrero, con gran repercusión en los grandes medios de comunicación empresariales, como presidente de Venezuela al fantoche de Donald Trump, Juan Guaidó, evitaron hacer el ridículo mayor impidiendo su presencia en la reunión de Santiago. Esto no significa, de ninguna manera, que la conspiración imperialista contra el Gobierno revolucionario bolivariano y chavista de Venezuela, presidido por Nicolás Maduro, deje de contar con el concurso de los gobiernos de estos países, entre ellos sobresale el de Colombia, que tiene nueve bases militares norteamericanas en su territorio.

Quebrar el proceso de integración de la Patria Grande

El Prosur, cuyo nombre rememora la Alianza para el Progreso de los años 60 impuesta por EE.UU. en varios países de América Latina, para afianzar su control regional en la Guerra Fría e impedir la influencia de la Revolución cubana, busca desmantelar los avances revolucionarios de la Patria Grande. La formación y fortalecimiento, desde 2004, de Petrocaribe, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), permitió a América Latina y el Caribe convertirse no solamente en un proyecto profundo de integración regional al margen del control de Washington, sino en una fuerza con peso propio en la estrategia mundial de la multipolaridad.

Después de derrotar al proyecto imperialista del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), defendido por el entonces presidente estadounidense George W. Bush, en la Cumbre de Mar del Plata en noviembre de 2005, se aceleró el proceso de integración emancipadora bajo el liderazgo de Hugo Chávez de Venezuela, Lula da Silva de Brasil, Fidel Castro de Cuba, Néstor Kirchner de Argentina, Evo Morales de Bolivia, Rafael Correa de Ecuador, Daniel Ortega de Nicaragua y José Mujica de Uruguay, entre otros, y con un claro discurso bolivariano por la segunda independencia se procedió a crear las instituciones correspondientes con el apoyo de los movimientos populares.

En 2008 se formalizó la existencia de Unasur con todos los países de América del Sur y una estrategia integral que desarrolló políticas de comercio e integración económica y financiera, incluidos un fondo monetario y una moneda propios; de defensa militar con autonomía de EE.UU.; de libre tránsito, migración y reconocimiento de la ciudadanía sudamericana; de lucha contra las drogas y el terrorismo internacional; y de educación, salud, ciencia, tecnología y planificación conjuntas.

Por otra parte, alcanzó logros de envergadura como la defensa de la democracia en la región, la solución de conflictos entre Venezuela y Guyana, la defensa de los gobiernos democráticos de Bolivia y Ecuador ante los intentos de guerra civil y golpe de Estado y la pacificación en Colombia.

En 2010 se consolidó la Celac como instancia de debate y consenso político entre los 33 países de América Latina y el Caribe, con la exclusión de EE.UU. y Canadá, avanzando por primera vez en la construcción de la integración del conjunto de la Patria Grande, como soñaron Simón Bolívar, José de San Martín, Francisco Morazán, José María Morelos o José Martí, y estableciendo el principio de declarar a América Latina y el Caribe como zona de paz, cooperación e integración.

Inestable correlación de fuerzas

Si bien la iniciativa política en la disputa estratégica de los proyectos de integración favorece en la coyuntura al grupo de gobiernos conservadores y neoliberales de Prosur, tanto por su número como por su peso económico y geopolítico, es también cierto que varios de estos gobiernos son débiles, como el interino del Perú, que se encuentra en una situación de alto rechazo del pueblo; el de Colombia, con un proceso de paz muy frágil; o el de Argentina, que ha destrozado la economía nacional y de la gran mayoría de la población, la misma que deberá elegir nuevos gobernantes en octubre de 2019.

La potencia y peso mundial de Brasil lleva a su Estado a la contradicción entre encabezar un bloque poderoso con todos los países de la región, como en la década pasada, o a convertirse en peón político de EE.UU. a pesar de la gran dimensión e influencia económica de China. Bolsonaro encuentra fuertes críticas de sectores empresariales, académicos, políticos y militares ante esta situación que pone el territorio amazónico en manos de la administración Trump y al mismo tiempo crea malestar social por sus posiciones reaccionarias y antipopulares.

A su vez, la crisis provocada en Venezuela por el bloqueo y el boicot comercial, financiero y económico ha influido en sus iniciativas de integración, aunque se mantienen sólidos Petrocaribe y ALBA, en tanto que Bolivia y Uruguay apoyan con firmeza la integración sin exclusiones y, en el caso del primero, ha manifestado sin tapujos su total apoyo y solidaridad con el Gobierno de Maduro y con el proyecto de integración emancipadora.

En el marco de Celac, se mantienen su estructura y principios, particularmente con la clara posición de Andrés Manuel López Obrador de México de impulsar el acercamiento de los pueblos y países de la región frente a las agresiones norteamericanas, aunque en los últimos dos años se ha tratado de dañar la influencia de este organismo con las acciones impulsadas por el secretario general de  la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, contra Caracas, sin lograr su objetivo.

Estrategias geopolíticas en la región

La agresiva política de Washington (Trump y CIA) en América Latina y el Caribe con la finalidad de recuperar terreno perdido frente a su notable retroceso mundial, choca con la emergencia de un mundo multipolar, en el cual las potencias económicas y comerciales de China e India se hacen muy fuertes, el poderío militar de Rusia es incuestionable como en los casos de Ucrania, Siria o Venezuela, o la insubordinación de Turquía, la Unión Europea (UE), Corea del Norte o Irán hacen muy difícil que el dominio norteamericano recupere el lugar estelar que tenía en el pasado.

Con la mirada puesta en las próximas décadas y hacia fin de siglo, cuando la influencia estadounidense, china y rusa en nuestro hemisferio alcanza niveles de disputa y choques de estrategia geopolítica global, es pertinente reiterar nuevamente la disyuntiva para nuestros pueblos: “El siglo XXI nos encontrará unidos o dominados”, como afirmara Juan Domingo Perón y argumentaran Jorge Abelardo Ramos, Andrés Soliz Rada y Norberto Galasso.

Prosur no tiene identidad ni raíces en la lucha emancipadora y se inscribe en la lógica de las relaciones de dominación Norte-Sur, en tanto que Unasur y Celac son propuestas de unidad en el espíritu de la Patria Grande en la concepción de la cooperación Sur-Sur.

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Eduardo Paz Rada Sociólogo



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