Por Gonzalo Gonsalvez
La derecha es la forma de identidad política de la clase oligárquica boliviana y aquello que la ha caracterizado es la inviabilidad histórica de la nación con su mal gobierno.
El Estado colonial español justificó el saqueo y la situación de pobreza con la supuesta necesidad de evangelizar a los indios que no tenían alma. En el siglo XIX, la desventaja de la república naciente y las pérdidas territoriales, la derecha la explicó con la “negativa” permanencia de los pueblos originarios, que en otros países habían sido exterminados o reducidos. A principios del siglo XX surgió la argumentación del país culpable de su atraso. Arguedas indicó que la imposibilidad de la nación era culpa del indio, de su raza, porque representaba un pueblo enfermo. Otras explicaciones que se inventaron para desentrañar su fracaso como clase gobernante fueron: la diversa cartografía territorial, el carácter nacional o las características individuales de los presidentes.
A inicios del siglo XXI, la derecha boliviana continuó con las mismas justificaciones. Por una parte, no cree en la nación ni naciones que conforman Bolivia; por otra, pretenden ser una clase dirigente indispensable para el país, soñando con un desarrollo liberal traído desde y por Occidente.
La geopolítica mundial actual exige decisiones firmes en la constitución de las naciones frente a la crisis mundial del capital y sus efectos sobre los pueblos. En Bolivia se han sentado las bases de un estable proyecto histórico plurinacional, que es negado por una estrategia sistemática de la derecha en base a mentiras y propaganda imperialista.
La diferencia de la derecha actual radica en que, después del levantamiento de masas del 2000-2003 y con la llegada al poder político de los sectores populares a través del Gobierno de Evo Morales, se encarga además de instaurar la idea de que “los indios, las clases subalternas, no pueden gobernar; y cuando lo hacen, fracasan”.
«La derecha no es más que la periferia caduca dentro de la periferia. Tiene un carácter antinacional y antihistórico»
Otros rasgos que caracterizan a la actual derecha
Antipatria: no tienen vocación de patria porque la única forma que concibe su constitución es por su enajenación absoluta al imperio, de ahí por ejemplo sus deseos de invasión de EE.UU. a Venezuela; misma pretensión para que definan también los destinos de Bolivia.
Antidemocrática y dictatorial: anhelan una situación en la que puedan definir el curso del país sin el concurso de las mayorías. Están de acuerdo con la democracia formal cuando les facilita la tarea, pero cuando no pueden, impulsan golpes de Estado.
Psicología del amo y el esclavo: quieren vivir, pensar y sentir como sus amos del norte; pero éstos sólo destilan odio, discriminación y desprecio por todos los pueblos distintos a ellos.
Utilizan la acumulación cultural y tecnológica como si fuera un poder natural que les corresponde por linaje; creen que son intelectual y tecnológicamente imprescindibles por su consumo monopólico y privado de estos bienes, cuando ha sido la nación entera la que siempre ha cubierto estos costos.
En la economía, como decía René Zavaleta, no están acostumbrados a trabajar, esforzarse ni acometer riesgos para impulsar el país. La clase dominante ha vivido, y lo hace aún, de la porción del trabajo que arrebata a todos los demás sectores mediante múltiples mecanismos de expropiación económicos y extraeconómicos como el despojo.
En efecto, la derecha boliviana no llega a ser la expresión de una clase social, sino de una oligarquía incapaz e ineficiente. Hacen pasar sus intereses por una supuesta ideología nacional. En el siglo XXI expresan el conservadurismo de los siglos pasados y le añaden la mentira y la desacreditación contra el único proyecto histórico de nación existente, una experiencia práctica que muestra la posibilidad efectiva de constitución de una nación plurinacional y una pedagogía de gobierno de las clases populares.
La derecha no es más que la periferia caduca dentro de la periferia. Tiene un carácter antinacional y antihistórico.