Por Julián Bokser
El G20 es uno de los organismos que componen el dispositivo de control y gobierno mundial de las últimas décadas. Su origen se vincula a la necesidad de las potencias del mundo a coordinar entre sí para tomar definiciones sobre política y economía a nivel global.
En el G20 se encuentran los países que concentran el 85% del PIB global, pero que sin embargo excluyen a más del 70% de los países en la toma de decisiones.
En estos días, Buenos Aires está siendo sede de una nueva reunión del G20 y, como en cada lugar en el que sesiona, la ciudad se ha visto sitiada por innumerables miembros de distintas fuerzas de seguridad que han cambiado la fisonomía de la urbe.
Para la región en general y para Argentina en particular, la cumbre no aporta ningún elemento positivo para la economía. Por el contrario, lo que busca es convalidar frente a las potencias el rumbo neoliberal del Gobierno de Mauricio Macri.
Desde su llegada al poder y como forma de garantizar el ajuste, el Gobierno de Macri ha hecho uso y abuso de la represión a la protesta social. Con la excusa del G20 ha comprado una cantidad insólita de armamento que quedará disponible para represiones futuras.
El viernes 30, una masiva marcha recorrió las calles de Buenos Aires. Movimientos sociales, organizaciones y partidos políticos, sindicatos, centros de estudiantes e incluso representantes de los países de América Latina nucleados en el ALBA de los Pueblos, se dieron cita para repudiar al G20 y sobre todo a la presencia de Donald Trump en Argentina.
La marcha contra el G20 fue custodiada por el operativo de seguridad más grande de la historia de la democracia. A pesar de los antecedentes y los pronósticos, la movilización se desarrolló en paz y fue el cierre de la Contracumbre organizada por la confluencia “Fuera G20-FMI», un espacio en el cual se encontraron más de 60 organizaciones que discutieron y propusieron alternativas propias para el desarrollo y la liberación de los pueblos.