América, un continente de migrantes

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Por María Fernanda Barreto

América nace a la historia occidental producto de una brutal colonización que por vía de la fuerza la convirtió en un territorio de inmigrantes. Al nuevo continente llegaron no sólo gran cantidad de personas de Europa, como colonizadores en el siglo XV, sino además a partir del siglo XVI, una gran cantidad de personas traídas de distintos lugares de África en calidad de esclavos y esclavas.

Pasada la primera mitad del siglo XIX inicia también una migración de países árabes hacia el continente americano. A finales del mismo siglo y principios del XX –sobre todo durante la segunda postguerra–, se registra una nueva oleada de migración europea hacia nuestra América. En suma, desde hace más de cinco siglos América ha recibido inmigrantes procedentes de todo el mundo, por muy distintas razones. Colonización, esclavismo, la barbarie del nacimiento del capitalismo y la violencia de las dos grandes guerras del siglo XX, fueron las primeras causas.

Mario Sanoja e Iraida Vargas, en su texto Memorias para la integración, reúnen los resultados de una serie de excavaciones arqueológicas realizadas en toda América, que demuestran que durante los siglos anteriores a la colonización europea, las migraciones internas eran constantes de norte a sur y viceversa. De hecho, afirman que para las poblaciones americanas la migración fue siempre más natural que el sedentarismo, y que en esa movilidad constante están las raíces de la integración tan profunda que aún hoy caracteriza a los pueblos de la región, a pesar de los intereses secesionistas de algunos de sus gobiernos y principalmente del anhelo monroísta de hacer de Latinoamérica y el Caribe una propiedad extendida de los Estados Unidos.

La dinámica del imperio capitalista ha dividido el mundo en dos, que bien pueden denominarse “norte” y “sur”. Esta división marca, entre otras cosas, los flujos migratorios del mundo en general y de cada región en particular. En el último “Informe sobre las migraciones en el mundo 2018”, publicado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), se señalan algunos datos dignos de ser analizados para comprender este fenómeno desde la realidad regional.

«Entre 1970 y 2010, la inmigración intrarregional en América Latina y el Caribe pasó de representar un 24% a más del 63%»

Según este documento, el destino preferido de las y los migrantes de América Latina y el Caribe sigue siendo, en primer lugar, Estados Unidos; y en segundo lugar, Europa. México es el país latinoamericano con mayor número de emigrantes de la región y el segundo del mundo, pero específicamente en América del Sur, Colombia encabeza la lista con aproximadamente 1.400.000 emigrantes residentes fuera de la región, seguida de Brasil y Ecuador.

En el mentado informe del organismo adscrito a las Naciones Unidas, se señala que mientras continúa siendo Siria el país del mundo con mayor solicitudes de refugio en el exterior, en América Latina y el Caribe, es Colombia quien encabeza la lista de personas que salen del país solicitando refugio y Venezuela continúa siendo el país que acoge más personas solicitantes de refugio. Dato muy relevante para develar una realidad que las corporaciones mediáticas se empeñan en ocultar. 300.000 colombianos y colombianas viven fuera de su país en condición de asilo, como si esto fuera poco, Colombia sigue teniendo el mayor número de desplazadas y desplazados internos del mundo. Un dato curioso es que, según este informe, en los últimos años ha aumentado la migración estadounidense hacia América Latina y el Caribe, llegando a un número de 1.300.000 personas, superando con esta cifra a quienes migraron desde Estados Unidos hacia Canadá.

Por otro lado, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) muestra que entre 1970 y 2010, la inmigración intrarregional en América Latina y el Caribe pasó de representar un 24% a más del 63%, es decir, que si bien anteriormente alrededor del 76% de quienes migraban salían de la región, hoy sólo el 27% lo hace, en tanto la gran mayoría opta por quedarse.

«En el 2016, por ejemplo, murieron 716 migrantes en la región latinoamericana y caribeña –el 56% en la frontera entre México y Estados Unidos–»

Si se toma en cuenta que todos los informes de organismos internacionales apuntan a que la mayor causa de la migración latinoamericana y caribeña es la económica, el hecho que en las últimas décadas las comunidades migrantes encontraran esas oportunidades sin necesidad de salir del continente, se convierte en un indicador de desarrollo económico y social, en parte atribuible a los procesos políticos que tuvieron su apogeo durante la primera década del siglo XXI.

Migrar es un derecho humano consagrado en el artículo 13 de la Declaración Universal de 1948, esto parecen haberlo olvidado los países del norte, que luego de someter a los países del sur a siglos de despojo, cierran sus fronteras al punto de convertirlas en grandes tumbas.

Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), en el 2016, por ejemplo, murieron 716 migrantes en la región latinoamericana y caribeña –el 56% en la frontera entre México y Estados Unidos–, mientras que en el mismo período, sólo en el Mar Mediterráneo, 5.143 migrantes encontraron la muerte. A pesar de las escandalosas cifras, las corporaciones mediáticas internacionales obvian esta realidad para centrarse en flujos migratorios como el de Venezuela, que son más útiles a los intereses político-económicos a los que responden. Producto de esto, hasta la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) se ha visto obligada a hacer el llamado a no manipular las categorías, porque en palabras de este organismo “confundir refugiados y migrantes puede tener serias consecuencias en la vida y la seguridad de los refugiados”. Otro tanto sucede con el intento manipulador de llamar “migrante” a quien en realidad retorna a su tierra de origen.

En un mundo cada vez más interconectado, la migración mantiene su crecimiento. Las cifras actuales develan que 1 de cada 30 seres humanos es migrante internacional. Aunque la tendencia mundial es que son mayoritariamente hombres quienes migran, América del Sur ha experimentado una creciente feminización de sus flujos migratorios en las últimas décadas. Ese es otro dato importante sobre la migración en esta región que bien merece un análisis particular.

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