Por Támara Núñez del Prado
Sólo en el marco de la mísera oposición que tenemos en Bolivia puedo entender a Tuto Quiroga, hijo putativo del dictador Banzer, posando y consumiendo hoja de coca con cocaleros de cierto sector de la Asunta. Lo que no puedo comprender –y no me cabe la idea en la cabeza– es a esos cocaleros compartiendo la hoja de coca con un representante del imperialismo y el neoliberalismo, ¿cómo olvidar que trabajaba con la embajada estadounidense y la DEA?
¿Acaso esos cocaleros desconocen o no recuerdan que la DEA mataba bolivianas y bolivianos de la mano del Decreto 21060 –que esquilmó al Estado y compatriotas– y amparada en la aplicación de la Ley 1008, que sancionaba el narcotráfico haciendo pagar a los más débiles, a los últimos del eslabón de una cadena perniciosa que se sostenía por la pobreza y el hambre? Situación, además, resguardada en la complicidad de la democracia pactada.
Realmente esta dirigencia nueva de algún sector cocalero (no todos) muestra la poca conciencia de clase al sentarse y compartir con el asesino de su clase, quien proviene de los que piensan que los productores de coca cultivan y cosechan sólo para el narcotráfico.
La cuestión me produce mucha vergüenza, es verdad que existen grupos o pequeños sectores que están descontentos, diría que “hasta es normal”, pero estas imágenes sólo provocan desprecio y horror.
Que siempre existan disidentes a las políticas de Estado es válido y hasta aplaudible, lo que resulta inaudito es que puedan sentarse con su ex verdugo, el mismo que no escatimará quitarles la vida en nombre de la guerra contra el narcotráfico. Si alguien como Tuto Quiroga llegara a tener un poco de poder no podemos dudar que será utilizado nuevamente por EE.UU. para instalar las vergonzosas bases de la DEA en las zonas cocaleras. Nos volverían a humillar, pedir documentos, revisar nuestros equipajes, detenernos arbitrariamente, cometer todo clase de actos abusivos en nuestra propia Patria, como lo hicieron por varios tristes años.
Este peculiar hecho debe llamarnos a la reflexión, pues nos olvidamos de una lección primordial de cualquier revolución. Ya mencionaba Ernesto Che Guevara acerca de la capacidad de re-educarnos, educarnos y educar, para que las futuras generaciones no sean tan estúpidas e irresponsables de sentarse con su verdugo.
Tamara Núñez del Prado. Activista trans.