García Linera: «Descolonizar y democratizar ha sido nuestra victoria»

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Por Cris González

Tal como se había concertado, a las cinco en punto hace su ingreso al despacho el Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia y académico marxista, Álvaro García Linera, quien dedica amigablemente un valioso espacio de su agenda para conversar con La Correo.

Se le ve dispuesto, suelto, atento y sonriente, y mientras las horas transcurren se detiene en un análisis político de la coyuntura regional, para después pasar revista al contexto específico local y culminar en el reconocimiento del natalicio 200 de Carlos Marx.

Al momento de ajustar grabadoras y cámaras de videos indaga en nuestras opiniones acerca de las elecciones presidenciales en Venezuela y los diálogos de paz en Nicaragua, manifiesta su interés en asuntos externos de la administración Trump y se extiende en lo que denomina una “nueva arquitectura planetaria”.

Sin embargo, nos motiva comenzar con su recuento de los 12 años de gestión del gobierno del MAS, la real trascendencia de Evo Morales para la historia boliviana, los desafíos que se avecinan.

Vicepresidente, ¿cuál es el balance que hace de la revolución democrática y cultural de cara a las presidenciales del próximo año?

De manera breve, el proceso boliviano se puede sintetizar en cuatro grandes logros. El primero ha sido el desmontaje del colonialismo interno. Indígenas en el poder, algo impensable hace 15, 20, 80 o 100 años, porque se había instaurado un uso patrimonial del poder político, se había naturalizado que el poder era un privilegio de casta, de apellido y de color de piel, que los indios eran el tumulto a contener, a domesticar, a dominar.

“Nadie va poder hacer política en Bolivia sin tomar como sujeto de igualdad a los indígenas”.

Las revoluciones que nos precedieron, las transformaciones sustantivas y hasta los golpes de Estado partían por reconocer ese acuerdo tácito de una especie de orden natural de las cosas, de quiénes son aptos para ejercer el poder y quiénes son proscritos para acercarse al poder, cuestión que se quiebra con el actual proceso de cambio, caracterizado por una muy radical democratización. Pase lo que pase en las siguientes décadas, la mitad de la población hoy es sujeto de Estado, forma parte del Estado, nadie va poder hacer política en Bolivia sin tomar como sujeto de igualdad a los indígenas. Descolonizar, igualar, democratizar en un sólo hecho político ha sido una victoria.

El segundo es haber recuperado el control de la riqueza social para los bolivianos. Antes que llegáramos al gobierno, el 40% del Producto Interno Bruto (PIB) estaba en mano de tres países extranjeros. La retención del excedente ha sido la clave de la construcción de un modelo económico soberano, porque genera un conjunto de recursos que te permiten distribuir la riqueza, luchar contra la pobreza e implantar medidas de crecimiento sostenible que se traducen en la estabilidad económica del país.

¿Cuáles son los países a que hacía referencia en relación al control del PIB boliviano hasta hace unos años?

Brasil, España y EE.UU. eran propietarios del 40% del PIB que se generaba aquí. Lo más importante radica en que hoy los bolivianos somos propietarios de nuestro PIB, aun cuando hay empresas extranjeras que tienen ganancias pero que no son propietarias de ese producto.

¿Cuál es la calidad estratégica de la retención del excedente económico?

Al retener ese excedente se genera un conjunto de recursos que nos permiten distribuir la riqueza, luchar contra la pobreza y proveer mayor bienestar a las personas, crear medidas económicas probadamente exitosas, un crecimiento económico sostenible, entre otros.

“La retención del excedente es la clave de la construcción de un modelo económico soberano dirigido a resolver los problemas seculares que hemos heredado”.

La retención del excedente es la clave de la construcción del modelo económico soberano que mencioné, dirigido a resolver los problemas seculares que hemos heredado. Lo atrayente de ese modelo económico es que sólo lo han hecho los indios, que han demostrado que no solamente son capaces de organizar grandes movilizaciones, sino además de hacerse cargo con éxito de la administración pública.

Para continuar con el balance inicial, ¿cuáles serían el tercer y cuarto logro?

El tercero es comenzar a fundar cadenas de valor agregado, de industrialización de las materias primas, que fue la gran obsesión de los bolivianos desde que nacimos a la vida republicana. El Virrey Toledo nos condenó a ser una nación productora de materia prima, vinculada a los circuitos planetarios de transformación y producción capitalista y ningún gobierno tuvo la posibilidad o capacidad para romper esa maldición. Hoy somos un país que comienza a industrializar sus materias primas: gas, litio, minerales. Tenemos una economía mucho más diversificada.

El cuarto es la dignidad del país, que mira de igual a igual a los países hermanos, que ha abandonado el complejo de inferioridad que se le inculcó durante siglos. Bolivia pasó de ser el país “más pobre, pequeño y maltratado” a ser el país donde se crece más, donde hay una democracia de igualdad. Esto le devuelve la dignidad en sentido de optimismo histórico, de mirar el futuro a partir de sus obras, sus sueños y esperanzas. Un país que tiene voz en el mundo, que tiene ideas y propuestas, que puede decir a otro poderoso que no tiene porqué entrometerse o decirnos qué hacer. El sombrero para pedir limosnas ha quedado en el museo de la historia.

Igualmente, ¿por qué el pueblo boliviano debe reelegir a Evo Morales?

Hay que votar por Evo porque es la garantía de lo popular, de la soberanía sobre nuestros recursos, de la estabilidad económica y la distribución de la riqueza, en un país que sufrió durante siglos injusticia y abandono.

El presidente Evo es el símbolo de la redención colectiva de los pueblos y de las clases humildes, la continuidad de este gran esfuerzo histórico de sectores diversos que se unen en torno a un proyecto. Es el símbolo de unificación de lo popular, de campesinos, obreros, jóvenes, intelectuales, gremiales, cooperativistas e indígenas, de aquellos que cuando se unen conquistan lo que antes resultaba inalcanzable.

En el panorama regional, Bolivia es miembro y motor fundamental para el impulso de organismos como Unasur y Celac, ¿cuál es el estado de actual del proyecto integrador latinoamericano?

Unasur y Celac se fundaron como estructuras vivas que se convierten en nombre, en espíritu, en colectividad, en intencionalidad, en aparato administrativo de una sustancial correlación de fuerzas progresista y revolucionaria continental.

Ambos organismos han sido vistos por EE.UU. con enorme enojo, como un estorbo a destruir en el momento que se pueda. Han aprovechado el actual, de reflujo continental, para intentar dinamitar estas instituciones y volver a considerar a la OEA como “único referente integracionista”, tarea no del todo fácil porque allí se expresa una correlación de fuerzas inestables, de progresismo debilitado pero todavía persistente y de conservadurismo avanzando pero con enormes lastres y con fuego interior.

“El presidente Evo es el símbolo de la redención colectiva de los pueblos y de las clases humildes”.

¿Qué queda ante este panorama tan complicado? Apostar a preservar las estructuras de integración soberanas de los latinoamericanos en torno a puntos básicos de consenso que no generen mayor disgregación. ¿Hay soporte para ello? Sí, lo que sucedió meses atrás con el Secretario de Estado Rex Tillerson, que no logró el apoyo para la invasión a Venezuela, fue un soporte, además ilustra que a pesar del conservadurismo que comienza a prevalecer en algunos países hay un sentido común de no aceptar que te vengan a invadir como en décadas anteriores, acciones que ya no corresponden a este siglo.

En referencia a Venezuela, que acapara la agenda noticiosa internacional, ¿qué mensaje pudiera dar a ese pueblo?

Los venezolanos, en su heroica –y casi espartana– resistencia a la dominación imperial, se están jugando el destino del continente. Eso es lo único que está deteniendo para que EE.UU. no barra con cualquier atisbo de democracia, igualdad, bienestar de la gente humilde del continente latinoamericano.

Venezuela no está sola. No estamos en nuestro mejor momento continental, pero hay fuerzas. Triunfaremos porque el destino de la humanidad es la justicia y la igualdad. Por muy dura que sea esta batalla, más pronto que tarde las victorias volverán a contarse y volverá a izarse nuestra bandera en el recinto de las acciones de los pueblos.

Finalmente, hace unos días se cumplieron 200 años del nacimiento de Carlos Marx y usted auspició la edición del libro Comunidad, nacionalismos y capital (Ediciones Vicepresidencia, 2018), ¿cuál es el legado de este filósofo alemán?

Marx fue una persona que pudo ver las cosas del mundo en profundidad, incluso en su poderío y en sus debilidades, por eso es inevitable volver a él para explicar críticamente lo que nos rodea. Fue un hombre que descubrió el ADN de ese organismo vivo llamado capitalismo, descifró su información vital, su composición, cómo se mueve, cómo se reproduce en su núcleo primario, pero, además vio dónde estaban los genes dañados que podían ocasionar cáncer, una mal formación, los que pueden producir muerte prematura, todo eso nos ha dejado: la lógica del capitalismo, sus problemas sistémicos, las posibilidades de su fin. Ciertamente vivió hace dos siglos, pero tuvo la virtud de adelantarse a su época; podrán pasar otros cuatro siglos y en tanto haya capitalismo ese núcleo que descubrió seguirá vivo, aunque sus formas puedan cambiar.

“Los venezolanos, en su heroica –y casi espartana– resistencia a la dominación imperial, se están jugando el destino del continente”.

La crítica de la economía política describe cómo funciona el capitalismo, cuáles son sus límites y sus problemas insuperables. Por eso su pensamiento es vital, recurrimos a él una y otra vez porque fue la mirada más penetrante de su época. De igual modo, leerlo es encontrarse con lo más lúcido de la descripción crítica de los límites de la sociedad actual. Es una herramienta insuperable y poderosísima para encarar nuestras luchas. Marx es un arma de combate del siglo XXI.

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