Por Esteban Diotallevi
Esa manía de tatuarse, una costumbre milenaria
El arte siempre fue una necesidad para el ser humano, las manifestaciones artísticas más antiguas datan de hace 40 mil años, aproximadamente, y pintarse el cuerpo también. Pueblos originarios de todo el mundo, a través de distintas técnicas, lo hicieron. Una forma de expresión efímera, utilizada en rituales y ceremonias de todo tipo, incluso para las batallas.
Claro que no todas las culturas antiguas tomaron el mismo camino y muchas, al descubrir que el arte plasmado en el cuerpo podría durar para toda la vida, lo transformaron en prácticas sagradas. El primer humano tatuado del que se tiene registro fue descubierto en 1991, en el límite entre Austria e Italia, se trata de un hombre del periodo neolítico de 5.300 años, bautizado Ötzy.
Este descubrimiento permitió constatar que Ötzy tenía la espalda y las rodillas tatuadas, pero no fue el único. Un segundo hombre fue encontrado en Siberia, con un tatuaje en el hombro. Según los estudios que se le realizaron se calcula que data de hace aproximadamente 2.500 años.
Esto, en alguna medida ayuda a entender la fascinación actual por los tatuaje, que podría ser una moda, pero que en realidad es algo mucho más complejo. También se plasmó en la literatura, los cómics, el cine y hasta en series, obras en las que los protagonistas son los cuerpos repletos de arte.
“Antes había mucho tabú al respecto, pero eso cambió y es más considerado un arte».
Bolivia no es una excepción en este universo de tattoos, cada vez son más los que sucumben a esta costumbre milenaria. El artista tatuador de la ciudad de La Paz, Álvaro López Velasco, que tiene el estudio Tattuarte en el Prado, en el edificio 16 de julio, asegura en diálogo con La Correo que “cada vez hay mucha más demanda de tatuajes”.
“Desde que empecé el número de personas que se tatúan se ha incrementado”, detalla Álvaro. Incluso añade que “debido a la gran demanda el número de tatuadores ha crecido bastante”. Muchos otros artistas de las principales ciudades de Bolivia coincidieron con el paceño, como por ejemplo Valeria Vargas, quien señala que ahora no sólo los jóvenes deciden ilustrar su cuerpo y que entre sus clientes se cuentan “alcaldes, profesionales y hasta personas de la tercera edad”.
Por su parte, Eduardo Oliva Venegas, de Tattoo Manía Cochabamba, señala que «se han incrementado entre un 40 a 50 por ciento las personas que se tatúan”. “Antes había mucho tabú al respecto, pero eso cambió y es más considerado un arte», explica.
En relación a los encuentros y convenciones del sector, Oliva dice que ”se realizan muchos”, pero que en Cochabamba “lastimosamente” no son muy buenos. “Participé en muchos pero decidí no hacerlo más por la calidad, no satisfacen mis expectativas”, apunta, pero aclara que “en otras ciudades de Bolivia hay eventos bastante interesantes».
«Para ser aprendiz en nuestro estudio el requisito es que los aspirantes sean estudiantes, por lo menos de segundo año de Bellas Artes».
Asimismo, lanzó duras críticas contra los jóvenes que no toman seriamente esta profesión. «El número de tatuadores de ha incrementado espectacularmente, al punto de ser ridículo. Hay muchos adolescentes que debido a la televisión empezaron a ver este oficio como una joda, pero no tienen noción de lo que es el arte y quieren ser tatuadores porque piensan que es cool».
“En lo personal, para ser aprendiz en nuestro estudio el requisito es que los aspirantes sean estudiantes, por lo menos de segundo año de Bellas Artes, para demostrar que tienen interés y que no se toman este oficio a la ligera”, agrega.
La Correo también habló con Rafael Cárcamo Vallejos, del Rama Tattoo Studio, un verdadero pionero de los tatuajes en Bolivia, quien se dedica hace casi 30 años a este oficio, con 20 años de experiencia en la ciudad de La Paz y más de seis años en la Llajta.
Además de su experiencia como tatuador, Cárcamo se define como un “maestro en la enseñanza de esta forma de hacer arte y un estudioso de la Historia Universal del Tatuaje y todas las demás formas de modificación corporal”.
Muchos de los nuevos tatuadores “no tienen verdadero amor ni respeto por el arte del tatuaje».
En su largo recorrido, el creador del Rama Tattoo Studio afirma que se ha incrementado el número de personas que se tatúan “entre un 78 y 87 por ciento”. “Eso sí, cada vez con menos conocimiento de lo que es el verdadero sentido de hacerse marcar la piel”. apunta el experto.
En línea con su colega de Tattoo Manía Cochabamba, Cárcamo criticó a las nuevas generaciones que se dedican a este arte sin convicción. “Son muchos los tatuadores y pseudo tatuadores que le han visto el sentido comercial y que, además, lucran organizando convenciones, algunas de muy baja calidad y otras más o menos, de las cuales no participé en ninguna, ya que no son formales ni serias”, remarca.
Como un verdadero veterano del sector, explica que muchos de los nuevos tatuadores “no tienen verdadero amor ni respeto por el arte del tatuaje, ni tampoco por otro tipo de prácticas de modificaciones corporales ancestrales y milenarias, propias de algunos pueblos del mundo”.
Y con gran crudeza expresó que anualmente se organizan varias “pseudo convenciones”, donde “los jurados son una vergüenza” y que existen «roscas» en las que se “arreglan por lo bajo” negocios que involucran “la comercialización clandestina de tintas, sin legislación alguna, que no han pasado por ningún control sanitario”.
“El jovenzuelo que sabe dibujar un poco se compra su equipo, alquila un local y ¡zas! ya se autodenomina tatuador».
Cárcamo también resalta que se ha incrementado el número de tatuadores en los últimos años a fuerza de que en las convenciones “le venden sin control alguno equipamientos y accesorios a cualquier chiquillo”. “El jovenzuelo que sabe dibujar un poco se compra su equipo, alquila un local y ¡zas! ya se autodenomina tatuador. Es por eso que la calidad artística de tatuajes en nuestro país aún es muy baja”, exclama.
Por último, Cárcamo explicó cuáles son los siete problemas de la falta de profesionalismo en la cultura tattoo del país. 1- ”Hay pocos buenos artistas”. 2- “Muchos no tienen ética profesional”. 3- “Cobran precios sumamente bajos”. 4- “La gente busca precios casi regalados y no calidad”. 5- “Pocas veces se toma en cuenta la calidad de la tinta”. 6- “Tampoco les interesa si el artista tiene buena trayectoria”. 7- “La falta de amor por el arte del tatuaje”.
Alerta que muchas de estas pautas y críticas a la mayoría de las convenciones del sector, a las nuevas generaciones de tatuadores y hacia los mismos clientes resultó ser una constante en la mayoría de los consultados. Sin embargo, el furor por los tatuajes crece en toda Bolivia y por el momento se perfila como algo imparable.
Una práctica de miles de años
En la cultura egipcia se tiene registro del tatuaje desde el año 2.160 A.C. Se utilizaban agujas de oro y los conocidos pigmentos de henna. Hay versiones que señalan que usaban el tatuaje en forma de prevención contra enfermedades y peligros, también le otorgaban un sentido mágico.
Para la Roma y Grecia politeístas los tatuajes servían para exaltar el rango o posición social, para demostrar jerarquías militares y para indicar la propiedad sobre sus esclavos.
En India, Japón y China el tatuaje ingresó en el 1.000 A.C. a partir de las rutas comerciales. En el país Nipón era utilizado como forma de marcar a los criminales. Por otro lado, la mafia de los Yakuza utilizaban los tatuajes como forma de expresar su valentía y su lealtad.
En América el tatuaje formaba parte de un rito simbólico y una única marca que permitía encarar el camino hacia la muerte. Entre los aztecas y mayas era una práctica común, quienes se tatuaban imágenes de dioses desde niños, para rendirles tributo.
En las islas Fenua Enana, bautizadas en 1595 como islas Marquesas, existe registros sobre los tatuajes de los nativos, donde tenían un significado erótico y sexual. Las mujeres los tenían en los dedos, orejas y vulva, mientras los hombres se los hacían en todo el cuerpo.
Los diseños de la Polinesia eran considerados muy artísticos por sus diseños geométricos, que eran retocados y mejorados durante toda la vida, hasta que llegaban a cubrir todo su cuerpo. Las grandes cantidades de tatuajes representaban respeto y la jerarquía.
Justamente desde la Polinesia es que se introduce el tatuaje a occidente, a través de expedicionarios ingleses que instalaban puertos en esa región, por esta razón es que muchas veces se relaciona a los marineros con los tatuajes.
Quizá los tatuajes de culturas ancestrales más conocidos sean los de los maoríes, que era utilizados por los guerreros para ahuyentar a sus enemigos en las batallas. Práctica que sigue llevando adelante el popular equipo de rugby neozelandés All Blacks, en el que muchos de sus integrantes están completamente tatuados.
En Rapa Nui el tatuaje era llamado Tatú o Tá Kona y era considerado cosmético, ya que se creía que protegía la piel de las arrugas y del avance de la edad. Algunos tenían toda la cara tatuada y en la espalda fajas paralelas que la cubrían por completo. Aparte del clásico tatuaje, también tenían la costumbre de pintarse todo el cuerpo para ritos, fiestas y ceremonias. Además, todo esto formaba parte de su vestuario.
Durante la Guerra Civil estadounidense, C.H Fellows se convirtió en el primer tatuador profesional, que lucraba con este trabajo. Y el primer estudio de tatuajes del que se tiene registro fue inaugurado por Martin Hildebrant en Nueva York en 1870, veintiún años antes de que Samuel O’Reilly creara la primera máquina de tatuar, en 1891.
Ya en el siglo XX, precisamente a partir de la década del 60, y con el movimiento hippie en plena irrupción, se comenzaron a hacer tatuajes con diseños más coloridos, acordes a esa época, y a partir de ese momento se popularizaron los tatuajes.
Poco después, en 1970, surge la técnica de micropigmentación y comienza a utilizarse en el área de la salud y la estética, gracias al desarrollo de materiales y tintas antialérgicas, hechas a base de óxido de hierro, alcohol y glicerol. Esto fue usado principalmente para la pigmentación de labios, cejas y párpados.
El origen del Tabú hacia los tatuajes
En Oriente, en el siglo XVIII, durante el periodo del emperador Mutsuhito la idea que se tenía sobre el tatuaje cambió, se convirtió en arte gracias a creencias supersticiosas, ya que se le daba forma al ángulo y detalles de la ceja porque esto definía la suerte y el carácter de las personas. Entonces, fue el propio gobernante quien, ante la apertura a occidente, en 1842, prohíbe los tatuajes para no dar la impresión de salvajismo al mundo.
En Occidente fue el emperador romano Constantino quien frenó el avance de los tatuajes al emitir un decreto en contra de esta actividad y a raíz de esto se generó una idea negativa hacia este arte.
Durante la edad media, principalmente donde la Iglesia Católica tenía gran influencia, los únicos a los que se les permitía tatuarse o marcarse era a los caballeros cruzados, con el fin de poder ser reconocidos en caso de muerte en batalla, siendo prohibida está práctica para el resto de las personas.
Desde el siglo XVI se suele relacionar a marineros y piratas con los tatuajes, esto se debe a que en los puertos británicos y franceses de los archipiélagos polinesios los hombres de mar se los comenzaron a hacer como los nativos y asi es que se introducen los tattoo en occidente. Al tratarse de sectores marginales esto generó el rechazo hacia esta práctica por parte de las clases dominantes de Europa.