Por Sebastián López
Medio mundo teme a la crítica, no sólo a ser criticado sino también, en el ámbito del cine, a elaborar una. Quien critica suele intentar ver las películas desde un punto objetivo, se trata de impedir que las opiniones personales, entusiasmo o un “yo lo habría hecho de tal forma” se interponga al momento de transcribir la visión unilateral. Lamentablemente, nadie está exento de estos errores. Y quien esté libre que lance el primer cuestionamiento.
Los rostros de Churchill
Pude ver esta cinta unos días antes de la ceremonia de premiación de los Oscar. Tenía algunos prejuicios, primero, porque me habían contado de dicho film y había leído algunas críticas al respecto, las cuales hablaban del cómo la película estaba “diseñada a medida”, con el fin de participar en la magna premiación y demás festivales, que la obra se trataba básicamente de una hora y media de hombres gritándose en espacios con luz tenue, etc.
Los prejuicios que me había formado, se reprodujeron desde el segundo inicial. La revisión de más de 11 films en los que se representa a Sir Winston Churchill (S.W.C.) hacen que uno tenga una perspectiva particular de cómo ver al histórico primer ministro británico. No sólo desde el punto de vista sicológico o político, sino también físicamente: más alto, más gordo o más bajo. Nos han mostrado muchas versiones de este personaje.
Mi otro prejuicio rayaba en la exaltación de la imagen de S.W.C. porque, aceptémoslo, durante la Segunda Guerra Mundial ningún bando se libraba de haber cometido atrocidades; ya conocemos muy bien los que cometieron los países del Eje, sobre todo Alemania y Japón, e incluso, en el bando de los aliados, se conoce detalles del puño de hierro que tenía Stalin. Pero poco se sabe que los Estados Unidos habían creado campos de concentración para japoneses y se mencionan a las bombas atómicas con las que destruyeron Hiroshima y Nagasaki como una solución para acabar con el conflicto en vez de una atrocidad y un crimen de guerra. ¿Y de S.W.C? Pocos recuerdan que dejó morir de hambre a millones de indios (la India seguía siendo colonia británica) y que cuando le pidieron que hiciera algo al respecto se limitó a culpar a los indios por “reproducirse como conejos”. La memoria histórica suele destacar los errores del enemigo y ocultar la mugre propia.
Las horas más oscuras
Al comenzar a ver la obra de Joe Wright se aprecia la buena fotografía, la dirección de arte y sus acertadas decisiones.
La actuación de Gary Oldman (Oscar al mejor actor) al principio no destaca. Se valora el cambio físico que tuvo al engordar para encajar en el papel y el excepcional maquillaje (que también ganó un Oscar) que caracteriza a la perfección el aspecto de S.W.C.
La película nos muestra los momentos en que S.W.C. es nombrado primer ministro y culmina con el éxito de la Operación Dinamo, en Dunkerque. En la Cámara de los Comunes se exponen los acontecimientos del “debate noruego” y finaliza con el discurso “Lucharemos en las playas”.
Darkest Hour empieza y la actuación no muestra tanto de lo prometido acerca de ser la mejor interpretación de Gary Oldman, pero la trama va ligera, aún no ocurre el conflicto principal. Y es que cuando S.W.C. acepta ser el primer ministro, las cosas cambian.
Seguidamente vemos un empoderamiento de Gary Oldman en el personaje. Les confieso que hasta pude sentir que esta era la versión más cercana al legendario líder político inglés, no sólo en actitud sino en imagen física, gracias a las 200 horas de maquillaje que tuvo que pasar el actor durante todo el rodaje.
La tensión generada es algo digno de resaltar. Se presiente cómo todo puede acabar pronto, cómo ya no le queda tiempo al protagonista. Es una bomba a punto de estallar, y lo mejor es que se puede sentir el peso de la responsabilidad que tenía S.W.C. sobre sus hombros. Desde tomar decisiones tales como a cuántas personas sacrificar para salvar a tal cantidad de soldados, hasta la presión y los reproches que le ponen los demás miembros del Gabinete para que acepte firmar una tregua con los nazis.
Tras 400 puros fumados durante la filmación, que tuvieron un valor total aproximado de 20 mil dólares, Gary Oldman queda como el Churchill que por fin será recordado en la historia cinematográfica. Joe Wright realizó una película que rompió con todas las primeras impresiones de que sería una cinta de flemáticos, gente estirada y pedante discutiendo fácilmente sobre cómo ganar la guerra. Igualmente evitó divinizar a Churchill.
Sólo me queda recomendarles que la vean. Con sentido histórico, con sentido estético, pero que la vean.