Por Juan Carlos Alurralde
La Asamblea General de las Naciones Unidas, en su LXVIII sesión plenaria del 15 de noviembre de 1982, aprobó la histórica “Declaración de Manila sobre el Arreglo Pacífico de Controversias Internacionales”, con el propósito de resolver toda controversia internacional exclusivamente por medios pacíficos, a efectos de no poner en peligro ni la paz y la seguridad internacionales ni la justicia.
En su inciso III, del Punto 5 del acápite segundo, dicha declaración menciona que “el recurso al arreglo judicial de las controversias jurídicas, en particular su remisión a la Corte Internacional de Justicia (CIJ), no debería ser considerado un acto inamistoso entre los Estados”, sin embargo, todo lo contrario ha ocurrido en otros casos, especialmente en el de la demanda marítima boliviana, en la cual se solicita a la CIJ que declare que el gobierno de Chile tiene la obligación de negociar con Bolivia un acuerdo que le otorgue un acceso soberano al océano Pacífico.
El derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas imponen a los Estados la obligación de solucionar sus controversias por medios pacíficos, sin recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza; y cuando el diálogo político o diplomático se haya agotado, no debiera considerarse camino inamistoso buscar la resolución de una controversia ante un Tribunal Internacional o Arbitral a través de una sentencia o de un laudo; todo lo contrario, debería considerarse como un mecanismo capaz de resolver en paz entre los Estados asuntos pendientes que afectan la integración y la armonía de nuestros pueblos.
A partir de la demanda boliviana a Chile, se ha iniciado una serie de declaraciones subidas de tono por parte de ambos gobiernos. En ese sentido, autoridades chilenas han dicho reiteradamente que debido a la demanda boliviana se ha afectado la relación entre ambos países y que se ha reducido, hasta casi desaparecer, el número de ciudadanos chilenos simpatizantes de la reivindicación marítima boliviana. De igual modo, mencionan que la perspectiva de la población chilena se encuentra incólume junto al Gobierno en la posición de que no existen asuntos pendientes respecto a Bolivia y que todos los temas ya han sido resueltos en el tratado de 1904, es decir, que Chile no le debe nada a Bolivia.
El mundo se ha vuelto “mediático” y el rol de la prensa de Santiago y La Paz se constituye en un factor que permite fortalecer los muros que nos separan o, por el contrario, ayudar a construir puentes entre nuestros pueblos.
Con el propósito de elaborar una imagen propia respecto a la opinión de algunos ciudadanos chilenos, hemos contactado a un joven periodista profesional con quien hemos rescatado importantes visiones de la juventud de esa hermana nación.
Por favor, dinos tu nombre y a qué te dedicas.
Mi nombre es Leonardo Robles Belmar y soy periodista. He trabajado en medios escritos, online, audiovisuales, asesoría política y en publicidad.
¿Cuál es tu opinión y la visión de los jóvenes chilenos sobre el diferendo marítimo boliviano?
Me parece que están en su derecho los bolivianos de realizar una demanda en base a lo que se conoce como Derecho expectaticio, vale decir, las promesas que realizaron presidentes y autoridades de Chile al gobierno de ese país. Creo que los países vecinos son complementarios y que podemos obtener beneficios mutuos. Por lo menos, mis amigos están informados y comparten esta visión, pero hay muchos discursos chovinistas e, incluso, xenófobos que han calado bien fuerte en las clases más desposeídas, por el control mediático del gobierno chileno. Puedo asegurar que la información es sesgada, ya no se habla realmente de las peticiones bolivianas, sino que se presentan como si quisiesen recuperar todos los territorios perdidos durante la guerra. Y, bueno, el gobierno de Evo Morales no ayuda mucho en ese aspecto.
¿Qué piensas sobre el juicio que actualmente se está ventilando en La Haya?
Creo que está recién comenzando este proceso, no se puede tener nada claro todavía con lo que pasará en el futuro. Pienso que los dos países se han enfrascado en discursos que no tienen nada que ver con la realidad. Por un lado, para mí Chile solamente está protegiendo los intereses de los empresarios portuarios Luksic y Von Appen y se refiere al Tratado de 1904 para ocultar la realidad de la privatización de los recursos del mar y los puertos chilenos. Mientras que, en Bolivia, el Gobierno usa de forma propagandística el juicio de La Haya para obtener réditos comunicacionales dentro de su país.
¿Crees que la opinión de los jóvenes chilenos ha cambiado luego de la remisión del diferendo a la CIJ?
Claro, antes ni siquiera existía el tema como discusión. Ahora, si bien los discursos son manipulados por la derecha que es propietaria de los medios de comunicación más grandes, por lo menos se discute y hay diversos actores relevantes que tienen posturas alternativas al status quo.
¿Qué deberíamos hacer en un escenario post La Haya?
En primer lugar, ya se ha aprobado la exportación e importación de productos bolivianos a través del futuro mega puerto de Ilo, en el sur de Perú, donde hay un territorio asignado para los bolivianos, incluso, lo cual destruirá la ya alicaída economía de Arica y, por efecto dominó, del norte chileno; independientemente de lo que decidan los jueces en La Haya eso ya es un hecho. Por lo tanto, pienso que a Chile le convendrá conversar sea lo que sea que decrete la CIJ.
En un escenario ideal, me gustaría la creación de un puerto exclusivamente boliviano entre Chile y Perú, y que los tres países lleguen a un acuerdo de integración territorial económica –como una especie de zona franca para todos–, que permita configurar la creación de un polo económico que incremente el desarrollo de la zona. Es un sueño, pero primero deben desenmascararse los intereses de los empresarios y transnacionales que someten a los gobiernos chilenos de turno.
¿Cuál debería ser el rol de los jóvenes bolivianos y chilenos para construir una solución y evitar que se ahonden las diferencias?
Lo primero que deberíamos hacer los jóvenes tendría que ser cuestionar los discursos oficiales. Somos iguales, pero hay capas y capas que nos revisten y no dejan mirarnos de frente. Hablo de la educación, de cómo se nos ha enseñado la historia en ambos pueblos, de cómo los medios de comunicación nos enseñan a odiarnos a diario. Tenemos que retirar la venda del falso patriotismo de nuestros ojos y buscar canales alternativos de comunicación para poder querernos mutuamente.
En Bolivia deberían retirar ese muro de Tiquina donde aparecen soldados bolivianos ensartando a sus pares chilenos con bayonetas; es de mal gusto y terrible. En Chile deberían contar el verdadero rol del imperio británico en la Guerra del Salitre; en Bolivia deberían dejar de enseñarle cánticos beligerantes a los niños pequeños con imágenes violentas y fuera de lugar. Si realmente queremos unidad, el Palacio Quemado y La Moneda deberían olvidar la ganancia comunicacional que obtienen denostándose mutuamente, recurriendo a un pasado ficticio, y tratar de unificarse en pos de un futuro donde reine la complementariedad, la hermandad y la simbiosis entre los dos pueblos.