A fines de junio se pauta el inicio simbólico de esta larga festividad, que si bien es un evento menor comparado con la entrada principal no deja de ser significativo. En este día se recoge la fidelidad de quienes bailarán en agosto y septiembre, por lo que tampoco es una simple antesala.
No todos los rituales comienzan cuando lo pauta su calendario oficial, esta liturgia colectiva que abarca varios meses entre preparación y ejecución inicia con ese primer convite; no es un encuentro preparado para los turistas que van de prisa, sino una actividad para detenerse porque constituye una parte invisible del corazón andino-mestizo de Bolivia que hay que saber apreciar.
Aunque aún no se exhiben las máscaras, los bordados, las serpentinas y el decorado de calles que hacen que esta festividad sea colorida, esta es más sutil en tanto los asistentes al convite no bailan para el público, sino para la promesa ética que reúne a los danzantes para este rito, con atuendos incompletos, quizás viejos, algunos pasos medio ensayados, pero que anuncian la continuidad y la participación en la gran fiesta.
La ciudad se suma a la preparación y lo inacabado promete ser grandioso, los bordadores y confeccionadores elaboran los trajes, Potosí bulle silenciosa, las plazas son tomadas por los danzantes, las músicas de las bandas afinando en cada barrio… es un microcosmos.
En junio la ciudad no está tan saturada como en agosto y septiembre, por lo que se puede disfrutar de la arquitectura colonial, de los pasajes mineros, de la memoria republicana persistente, del Cerro Rico que evoca el esplendor de lo que fue esta metrópoli.
Ch´utillos es un término polisémico o que se le ha otorgado muchos significados, se dice que es una voz quechua que tiene relación con lo burlesco, lo diminuto, chueco, representada en los jinetes que aparecen en la danza. Lo que sí es evidente es que es resultado del sincretismo cultural de la época colonial, palpable al tener connotaciones religiosas como que es una festividad en honor a San Bartolomé y San Ignacio de Loyola, inscrita en 2023 como parte de la lista representativa de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Potosí se convierte en un escenario que escapa del turismo convencional, se asiste a una coreografía compleja, cada fraternidad articula su propia narrativa, no existe la homogeneidad; el tinku, la diablada o los tarqueadores no solo son estilos de danza, sino formas de habitar el cuerpo, el territorio y el tiempo. El centro histórico, las casonas se convierten en fraternidades, las iglesias se llenan de ofrendas en las que se aprecia el sincretismo con velas, coca y licores.
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Nahir González Correo del Alba









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