Esa fecha marca un triste episodio en la historia boliviana. El 14 de febrero de 1879 inició la Guerra del Pacífico, conflicto bélico que enfrentó a Bolivia y Perú contra Chile y cambió de forma definitiva la geopolítica regional.
El detonante fue la ocupación militar chilena del puerto de Antofagasta en respuesta a una disputa en torno a la explotación salitrera y el pago de aranceles tributarios en el desierto de Atacama, región rica en recursos naturales.
Este hecho ha sido objeto de disputa permanente entre Bolivia y Chile, pero llegó a su límite cuando el presidente Hilarión Daza decidió gravar a 10 centavos por quintal de salitre a la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, empresa chilena que tenía capital británico, en lo que el vecino país consideró que era una violación del Tratado de 1874, donde Bolivia se comprometía a no aumentar los tributos de las empresas chilenas que estuviesen en esa zona por al menos 25 años.
Tropas chilenas desembarcaron en Antofagasta tomando arbitrariamente el control del Litoral. Bolivia le declaró oficialmente la guerra a Chile el 1 de marzo, y si bien Perú intentó mediar la alianza boliviana-peruana alertó a Chile que declaró la guerra a ambas naciones el 5 de abril de 1879.
El conflicto se libró en diversos espacios: desierto, sierra y mar. La etapa marítima fue crucial para definir el dominio del Pacífico, destacando los combates en Iquique y Punta Gruesa, donde el monitor peruano Huáscar, al mando del almirante peruano Miguel Grau, combatió heroicamente antes de ser apresado en octubre de ese año.
Con la victoria de Chile en el ámbito marítimo la batalla se trasladó a tierra con la Batalla de Tarapacá, la de Tacna bajo el mando de Narciso Campero –con escaso apoyo logístico que le impidió mantener la defensa de esta línea– y la defensa de Arica. Otro episodio notable fue la Batalla de Tambillo, donde el Ejército boliviano intentó frenar el avance chileno.
A lo largo de la guerra, soldados y oficiales bolivianos demostraron valentía en muchos combates. Entre las figuras más destacadas están Eduardo Abaroa, quien lideró la heroica defensa de Calama el 23 de marzo de 1879, y que pese a estar en una situación de inferioridad numérica y armamentística resistió hasta el final pronunciando su famosa frase «¿Rendirme yo? ¡Que se rinda su abuela, carajo!» antes de ser abatido. Su sacrificio se convirtió en símbolo de patriotismo.
La derrota no solo fue una tragedia a nivel humano, sino que se sufrió el mayor daño a la Nación en tanto se perdieron unos 120 mil km² de territorio y el acceso soberano al mar, lo que dio a Chile un poder estratégico que no solo consolidó su presencia militar en el Pacífico, sino que se hizo de recursos esenciales como el salitre y el guano que eran en la época la base de sustento de ambos países. La oficialización de esto se materializó con el Tratado de 1904, en el que se cede territorio a cambio de compensaciones económicas y la construcción de un sistema ferroviario que conectara a Bolivia con los puertos chilenos.
La Guerra del Pacifico redefinió las fronteras y dejó un legado de tensiones diplomáticas que persisten. La disputa marítima y el acceso soberano al mar marcan un punto definitorio de las relaciones bilaterales. En el imaginario colectivo quedan figuras como Abaroa, Genoveva Ríos, Ladislao Cabrera, que son parte de esa resistencia histórica, la determinación y fuerza de los hombres y las mujeres de Bolivia.
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Nahir González Correo del Alba