La Organización de las Naciones Unidas (ONU), creada en 1945 tras el escalofriante escenario que dejó la Segunda Guerra Mundial, se conforma como una esperanza en un mundo marcado por la incertidumbre y la discordia. Con sede en Nueva York, Estados Unidos, y 193 Estados miembros, la ONU se erige como un bastión de cooperación global, buscando fomentar la paz, el desarrollo sostenible, la protección de los Derechos Humanos y la respuesta humanitaria en momentos de crisis.
En medio de la compleja trama geopolítica actual, surge la necesidad de cuestionar el papel y la efectividad de estos organismos internacionales. ¿Han sido capaces de cumplir con su cometido original de preservar la paz y la seguridad mundial? ¿O han quedado atrapados en las redes de intereses particulares y geopolíticos?
La visión crítica se posa sobre la falta de voluntad de potencias como la Unión Europea (UE) y los Estados Unidos para permitir la intervención efectiva de la ONU en conflictos armados en curso y la criminal arremetida por parte de Israel en la Franja de Gaza. Este desafío se acentúa con el constante llamado al incremento del gasto en armamento, una práctica que beneficia los intereses políticos y económicos del imperialismo.
En este contexto, es válido preguntarse si estos organismos internacionales, concebidos en la era postSegunda Guerra Mundial, están en crisis. La incapacidad para frenar el genocidio que padecen palestinos en manos del sionismo, el colapso de la ONU frente a intereses particulares y el desparpajo de la retórica belicista son señales ominosas que apuntan a una crisis sistémica.
Sin embargo, ¿es posible superar esta crisis o cambiar el rumbo de estas instituciones? La respuesta yace en una defensa firme del multilateralismo, impulsando movimientos sociales y políticos que aboguen por la cooperación y el diálogo como pilares fundamentales para la resolución de conflictos y la construcción de un mundo más justo y equitativo.
Es en este contexto que surgen interrogantes acerca del tipo de instituciones que se requieren para enfrentar los desafíos del siglo XXI. Instituciones que pongan en el centro la cooperación y el respeto a la soberanía nacional, como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), sirven de ejemplos para una nueva dirección hacia la paz y la solidaridad entre los pueblos del mundo.
Estas son las perspectivas que nos han compartido Marta Martín, concejala del Ayuntamiento de Alboraia de Valencia, portavoz de Esquerra Unida y responsable de América Latina dentro de la Secretaría de Relaciones Internacionales del Partido Comunista de España (PCE); y Juan Carlos Monedero, doctor en Ciencias Políticas y profesor de la disciplina en la Universidad Complutense de Madrid.
“Necesitamos unas instituciones que se pongan de lado de la cooperación y del diálogo como bases para la resolución de conflictos y la construcción de paz, cooperación y amistad entre los pueblos del mundo” – Marta Martín
Al respecto, Martín señala que actualmente existe una crisis de los organismos internacionales surgidos tras la Segunda Guerra Mundial. La falta de voluntad de la UE y de los Estados Unidos por dejar que los mecanismos internacionales de resolución de conflictos por vía diplomática, como las Naciones Unidas o la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), intervengan para solucionar los conflictos armados, o el colapso al que está siendo sometido el sistema de las Naciones Unidas por su incapacidad para acabar con el genocidio en Gaza, o los permanentes llamamientos a aumentar el gasto en armamento, incluyendo la puesta a disposición por el Banco Europeo de Inversiones de créditos para la industria armamentística, son peligrosos indicios de que el imperialismo ha llegado a la conclusión de que un conflicto armado generalizado puede ser bueno para sus intereses. Por eso, para el imperialismo que estos organismos estén en crisis o sus voluntades sean papel mojado le beneficia en sus afanes expansionistas y económicos.
Marta Martín reflexiona que será difícil cambiar los organismo que hoy rigen la esfera de las relaciones internacionales, pero sostiene que hay que superarlos: “debemos hacerlo a través de una férrea defensa del multilateralismo, articulando un movimiento con el que seamos capaces de llevar a los pueblos la idea de que solamente una amplia movilización social, sindical y política, pueden frenar esta barbarie y abrir paso a un futuro de paz y progreso para la Humanidad, ante quienes agitan los tambores de la guerra, que ponen en peligro la vida y la supervivencia del planeta”.
Para la concejala comunista “necesitamos unas instituciones que se pongan al lado de la cooperación y del diálogo como bases para la resolución de conflictos y la construcción de paz, cooperación y amistad entre los pueblos del mundo. Y aquí podemos poner de ejemplo al ALBA-TCP, que sería como la raíz de donde nacen los pueblos libres y esa es la estela que debemos seguir sobre todo en Europa, cuyas instituciones como la UE, en su seguidismo ciego a los Estados Unidos, está cavando su propia tumba, algo de extrema gravedad porque arrastraría al abismo a las clases trabajadoras y populares europeas”.
Juan Carlos Monedero ahonda en que cuando en la práctica la totalidad de las Naciones Unidas piden un alto el fuego en Gaza y un solo país se niega, los Estados Unidos, y su veto sirve para que el genocidio continúe, es imposible no ver la señal de que “el mundo basado en reglas ya no sirve”. Es la otra cara del asalto a la Embajada de México en Ecuador o el bombardeo al Consulado de Irán en Damasco, Siria. Los problemas de la Casa Blanca para mantener su hegemonía política, cultural y económica solo pueden ser sorteados haciendo uso de su poderío militar (que es una contradicción en sí, pues la hegemonía solo puede obtenerse a través del acuerdo). Estados Unidos ganó la Guerra Fría, pero está perdiendo la postguerra fría y está volviendo a recalentar el planeta tanto por su agresividad económica como por su agresividad militar.
Para Monedero: “solo a través de decididas alianzas, marcadas por la soberanía y la voluntad de unión, puede enmendarse un rumbo que, de no desviarse, lleva al mundo a la guerra. Hacen falta decisiones como las que crearon Naciones Unidas, donde hubo sectores que se negaban a reconocer a cada país un voto igual –algo que lograron en la Organización Mundial de Comercio (OMC) y en el Fondo Monetario Internacional (FMI)–, y las que frenaron en 2005 al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Por eso Estados Unidos juega a la fragmentación e intenta que la Organización de Estados Americanos (OEA) sustituya a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur)”.
Una posibilidad planteada por el cientista político español es que las instituciones del siglo XXI sigan la lógica de la ONU, pero sin la existencia de vetos, articulándose mayorías que sumen población y regiones para que los vetos desaparezcan, a la par que la soberanía nacional de cada país no se vea desafiada. Los Estados Unidos y la UE han construido un mundo internacional a su imagen y semejanza y no pueden usarse esas ventajas para frenar el legítimo derecho de cada pueblo de tomar sus propias decisiones, siempre que se respeten unos Derechos Humanos cuya definición no puede quedar en manos de los países ricos.
Por otra parte, el pasado 25 de abril el representante permanente de Rusia ante las Naciones Unidas, Vasily Nebenzya, expresó que la ONU es una organización interestatal única que seguramente perdurará en el tiempo. Destacó la importancia de esta al afirmar que de no existir habría sido necesario crearla, ya que es la única organización global que representa a prácticamente todos los países y aborda una amplia gama de temas que van desde lo político hasta lo socioeconómico, pasando por los Derechos Humanos. Aunque no se aventuró a predecir si el futuro de la ONU será brillante u oscuro, aseguró que no desaparecerá.
“Solo a través de decididas alianzas, marcadas por la soberanía y la voluntad de unión, puede enmendarse un rumbo que, de no desviarse, lleva al mundo a la guerra” – Juan Carlos Monedero
Con todo, los cambios deben realizarse para hacer efectivas las determinaciones que se votan y se incumplen, como el fin al bloqueo a Cuba o el alto al fuego en Gaza, recientemente; o el que Palestina también sea considerado un Estado independiente.
Las resoluciones de Naciones Unidas representan un marco jurídico y político para abordar una amplia gama de problemas globales, desde conflictos armados hasta Derechos Humanos y asuntos climáticos. Aunque, lamentablemente, muchas de estas resoluciones no se han materializado.
Algunos ejemplos destacados de resoluciones incumplidas son:
Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU sobre el Conflicto Israelí-Palestino: Adoptada en 1967, insta a Israel a retirarse de los territorios ocupados durante la Guerra de los Seis Días y a los países árabes a reconocer el derecho de Israel a existir pacíficamente. A pesar de numerosas iniciativas de paz y negociaciones, Israel siguió construyendo asentamientos en territorio palestino ocupado, en violación del Derecho Internacional, y ahora libra una ofensiva brutal que ha dejado más de 35 mil muertos.
Resolución 687 del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Irak: Emitida en 1991, después de la Guerra del Golfo, exige la eliminación de las armas de destrucción masiva (ADM) de Irak y establece un régimen de inspecciones para verificar el desarme. Aunque las inspecciones llevaron a la destrucción de gran parte del arsenal iraquí, la invasión a este país en 2003 por parte de una coalición liderada por los Estados Unidos se basó en acusaciones de posesión de ADM que luego resultaron ser falsas.
Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Libia: Aprobada en 2011, autorizó una intervención militar internacional para proteger a civiles en Libia durante el levantamiento contra el régimen de Muammar Gaddafi. Sin embargo, la intervención condujo a un conflicto prolongado y caótico, exacerbando las divisiones internas y asesinando al expresidente Gaddafi.
Resolución 2254 del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Siria: Adoptada en 2015, establece un marco para un proceso político inclusivo en la nación asiática, que contempla una transición política dirigida por sirios y un alto al fuego nacional. A pesar de los esfuerzos diplomáticos y las negociaciones, el conflicto en Siria continúa con graves violaciones de los Derechos Humanos y una devastación generalizada.
Además, cada año la Asamblea General de la ONU somete a votación una resolución titulada «Necesidad de poner fin al embargo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba». Esta ha sido presentada desde 1992 y ha recibido un fuerte respaldo de la comunidad internacional, siendo contravenida hasta hoy.
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Correo de Alba