Maurice Bishop, fue el primero en organizar a las y los jóvenes grenadinos que habían ido a realizar sus estudios en Londres. Sus características de líder destacaban desde niño cuando, en los juegos infantiles, inventaba actividades junto a sus vecinos y su primo hermano Robert «Bob» Evans, inseparables desde el primer momento y hasta el final de sus vidas.
Sus padres, Alimenta y Rupert, trabajaban en Aruba y habían decidido regresar a Grenada cuando el niño Maurice, que debió nacer en ese país, ya contaba con 5 años.
De sus estudios en el exterior, se impregnó de la lucha de los pueblos afros en la diáspora universal. Integró una generación de los llamados “marxistas negros” y se identificó con las luchas del “Black Power”. Tomó conciencia muy temprano de las condiciones de precariedad en las que vivían los pueblos más pobres del Caribe y, en particular, el suyo. Se identificó ampliamente con la lucha de Fidel Castro y la revolución cubana, a la que adhirió plenamente.
Creó el partido “New Jewel” o la “Nueva Joya”, decidido a cambiar el rumbo de la historia, y encabezó el derrocamiento de Eric Gairy, el dictador instalado en la isla con un régimen sanguinario, y lo logró. En aquella isla de Barlovento, fue protagonista entre 1979 y 1983 de una revolución que significó los más altos sueños del pueblo pobre. Lideró una generación de jóvenes profesionales y líderes natos que idearon las más importantes transformaciones de la sociedad y que provocaron la descomunal reacción de los Estados Unidos.
Bishop entendió que, al igual que muchos países del Caribe, podía potenciar su economía, basada en la producción de nuez moscada y otras especias, a partir del turismo, para lo cual necesitaban un aeropuerto con características aptas para dicho objetivo. Bob Evans fue el encargado de ese plan neurálgico para la revolución grenadina. Apoyados por Cuba, iniciaron el desarrollo del magno proyecto. A Bob lo destituyeron y metieron en prisión los partidarios de Bernard Coard, quienes habían destituido días antes a Bishop. El día 19 de octubre, cuando Bishop fue asesinado, Bob solo lograba escuchar en su celda, junto a otros patriotas, el disturbio que ensordecía. Jamás imaginó el desenlace de su hermano. Años después, al entrevistarlo, me confesó que “la vida siguió porque tenía que seguir, no sé cómo, pero la mitad de mí había muerto con Maurice y nuestro sueño de un país más justo”.
Hoy estaría cumpliendo 80 años de edad, pero su vida fue cegada. Fusilaron a 16 de los miembros del partido y gobierno por una facción de los mismos compañeros con los que había iniciado la construcción del más grande sueño de liberación de la pequeña isla.
Recuerdo la primera vez que aterricé en el aeropuerto construido por Maurice Bishop y Bob Evans, en Grenada, el mismo que fue una de las razones de la invasión norteamericana el 25 de octubre de ese año, acusados de ser un satélite de la Unión Soviética. Esa noche había una luna inmensa de finales de mes, imagino que la misma de la noche en la que nació Maurice. Desde ese tiempo rindo homenaje a ese gran joven de nuestro tiempo y su impronta gloriosa e imperecedera.
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Cris González Directora