Pirro, rey de Epiro, logró una victoria sobre los romanos en la batalla de Ásculo a costa de muchas vidas. «Otra victoria como esta y estoy perdido», dijo en aquella oportunidad. De ahí viene el nombre de victoria pírrica, un triunfo cuyos resultados pueden ser incluso más perjudiciales para el bando vencedor. Algo así vimos este fin de semana: se ganó, pero ¿a qué costo? ¿Están haciendo las lecturas correctas desde los partidos y las bases militantes?
Vale preguntarse antes: ¿El «A Favor» es de derecha? En su inmensa mayoría, sí; postulados fuertemente neoliberales y que iban más allá de la actual constitución lo confirman y era evidente para toda la población. ¿El «En Contra» es de izquierda? Rotundamente no; una opción que abarcó desde el Partido Comunista hasta los sectores más conservadores de Rojo Edwards y Gonzalo De La Carrera, sin contar que veladamente se defendía a la constitución actual.
Aplaudimos desde la izquierda hasta la derecha que no ganara el cambio de constitución, pero en el proceso legitimamos la existente, la de 1980. Tampoco fue un plebiscito contra el gobierno, pero luego de la elección, para un sector de la izquierda si lo fue, llegando a delirar con la idea de que “recuperaron el terreno perdido” en estos meses; simplemente una idea que no encontrará puerto nunca.
Una izquierda, quizás más ingenua, más ligada a luchas identitarias que a cuestiones materiales, celebra el resultado del domingo. Militantes del Partido Comunista PC, del Frente Amplio FA, del Partido Socialista PS y otros partidos aplaudieron con ganas, y las fotos no dejaron de aparecer en historias de Instagram. Claro, el trabajo dio sus frutos, pero ¿era un momento para celebrar?
No ganó la izquierda, esta fue derrotada el 4 de septiembre de 2022 y no ha logrado levantarse desde entonces. Ese día fueron derrotados los movimientos sociales, y los partidos salieron fortalecidos; ese día fueron derrotadas gran parte de las aspiraciones y luchas de la izquierda, y hasta el día de hoy no han logrado ser levantadas nuevamente, con excepción de la necesidad de cambiar la constitución. Eso hasta el domingo pasado, cuando finalmente se desechó esa posibilidad.
Una izquierda que piensa que ganó holgadamente en algunas comunas y ya comienza a sacar conclusiones apresuradas. En La Florida ganó el «En Contra», pero si pudiera, Carter sería reelegido una vez más. En Providencia ganó el «En Contra» por casi 3 puntos porcentuales de diferencia, pero seguramente el próximo año la derecha ganará nuevamente y con más fuerza que en 2021.
Según la primera encuesta de polarización en Chile, elaborada por 3xi, al día de hoy hay un porcentaje algo mayor de personas que se consideran de derecha con respecto a las que se consideran de izquierda. Esto es novedoso en el último tiempo, ya que en general era al revés si consideramos las encuestas de opinión que miden la posición en el espectro político.
En los últimos años, desde la instalación del nuevo gobierno, la derecha ha ido ganando terreno en detrimento de una izquierda que no logra posicionar agenda. Ganó el rechazo en 2022, y la derecha logró dos tercios del consejo constitucional. No es que la gran mayoría de sus votantes sean militantes o acérrimos defensores de las ideas de derecha, pero sí que el discurso y el relato de dicho sector tuvieron más sentido y apego a la realidad que el de la izquierda. Y eso es visible no solo en la encuesta antes mencionada, sino en el nada despreciable 45% que obtuvo la opción «A Favor», que, como dije, era notoriamente de derecha.
Pero el resultado de este plebiscito es imperceptible, casi olvidado a lo largo del lunes siguiente y para el martes ya es simplemente una noticia pasada. Es cierto que la derecha fue derrotada, pero en el sentido de que no logró entender completamente a la sociedad, y esta rechazó en su mayoría su propuesta, ideas y visión de país. Aunque repito, lograron un porcentaje nada despreciable.
El plebiscito, entonces, entrega otra lectura, un nuevo escenario. Por un lado, si la propuesta era aprobada, significaba que la gran mayoría de la sociedad acepta y encuentra razón en los postulados más duros de la derecha. Por otro lado, si era rechazada, el statu quo, aquella institucionalidad fundada en dictadura que tambaleaba desde 2019, quedaría legitimada y cerraría el proceso constituyente.
Finalmente, ocurrió lo último. Los dichos de María José Hoffman en televisión lo confirman. Y no solo eso, el mismo discurso del presidente, ese de abocarse a lo realmente urgente, viene a sumar a esta situación. La izquierda fue derrotada el año pasado, y hoy el proceso constituyente fue cerrado, al menos por un tiempo largo.
La derecha ya no tiene una instancia de diálogo (dígase Convención Constitucional o Consejo Constitucional) que la obligue a moderar sus discursos para dar la imagen de que tienen capacidad de gobernabilidad. El discurso de Kast fue artero, pero preciso: «No hay nada que celebrar, no solo nosotros no podemos celebrar, sino que el gobierno y la izquierda tampoco pueden celebrar, porque el daño que ha sufrido Chile en los últimos cuatro años es gigantesco, y costará muchas décadas repararlo». Un animal herido ataca con más fuerza, suelen decir.
La derecha tradicional también ha comenzado con una postura más directa y dura. No solo lo expresado por Hoffman. Gonzalo Müller, ex coordinador del «A Favor», expresó que «la oposición no debería ceder ni un centímetro a las reformas del gobierno». La pregunta es ¿cómo podrá el gobierno responder a esto si ya es incapaz de posicionar agenda alguna y en temas urgentes, como seguridad, no ha mostrado más que debilidad al solo apoyar reformas que la misma derecha ha propuesto?
Aquí, como se ha dicho ya en varias partes, los derrotados fueron la clase política de todos los sectores. La izquierda quiso correr sin antes saber caminar y propuso un texto radicalmente distinto a la realidad que vivimos. La derecha quiso ir cien pasos más allá de la realidad que tenemos y profundizar el sistema que ha generado desigualdad y descontento. Nadie supo leer la verdadera necesidad del pueblo chileno.
Pero quiero hablarle a la izquierda. Aquella que fue derrotada el 4 de septiembre de 2022 y aún está desorientada. ¿Qué celebramos? Nada. Pero si es necesario replantear la estrategia y las tácticas a seguir. Chile es más que el barrio Lastarria, Ñuñoa o Providencia. Si no son capaces de reconectar con los barrios, con la realidad y entender que existe un abismo entre lo que sus liderazgos dicen y lo que la gente realmente siente y vive, lentamente van yendo más al fracaso.
En el estallido se levantó un lienzo que rezaba «Chile será la tumba del neoliberalismo». ¿Conseguimos una victoria? Chile no es ni la tumba del neoliberalismo; solo se detuvo una versión más acelerada de este, y volvimos a donde comenzamos. Una victoria pírrica después de una serie de derrotas contundentes.
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Rudy Alí López Chileno, politólogo y magister en gestión y políticas públicas
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