Han transcurrido más de treinta días desde que Israel anunciara abiertamente la guerra contra Palestina, aunque su dominio sobre el territorio colonizado persiste desde hace setenta y cinco años. Mediante actos violentos, ha desplazado de manera brutal a los palestinos que han habitado la región por siglos. Durante décadas, ha llevado a cabo una limpieza étnica silenciosa, la cual hemos observado impasibles. Como resultado, el pueblo palestino, víctima de los abusos sionistas, ha tenido que soportar su sufrimiento prácticamente en soledad.
Las acciones de Israel son vergonzosas: el cerco que amenaza con privar de alimentos, agua y otros suministros esenciales para la vida constituye un crimen de lesa humanidad. Estas medidas se justifican en nombre de la legítima defensa ante los actos terroristas de Hamás, según el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, quien, atacado por el lobby sionista, señaló que esta situación no surgió de la nada. Es la respuesta a setenta y cinco años de opresión y a la apropiación del territorio árabe palestino.
El sufrimiento y la brutalidad que Palestina experimentó en el Nakba de 1948 con el Plan Dalet persisten, y cada día en la Franja se reviven los traumas de aquellos perseguidos por un régimen criminal. Israel, respaldado por imperios como el estadounidense, continúa con la violencia, reproduciendo una conducta similar a la vivida a manos de los nazis, pero a una escala aún mayor.
La Guerra de los Seis Días en 1967 marcó un hito, ya que Israel ocupó más territorios. En 2023, los bombardeos en Gaza y la expulsión de palestinos de sus hogares son acciones cruciales que borran no solo sus familias, sino también su historia bajo los escombros.
Recientemente, leí sobre Ahed Tamimi, una valiente joven que levantaba la bandera palestina y que ha sido perseguida e ilegalmente detenida desde su infancia. Su casa fue destruida como parte de la intimidación sionista, un acto criminal que queda impune.
Los judíos sionistas han convertido al pueblo palestino, el refugiado más antiguo de esta era, desplazando sus símbolos y santuarios al ocupar Jerusalén. Han expulsado incluso al Cristo palestino, afectando a cristianos y musulmanes por igual.
Con más de setecientos kilómetros de muro separatista, el cerco visible que rodea Gaza y Cisjordania, Israel ha completado un plan macabro que restringe derechos básicos y limita a Palestina a recibir ayuda humanitaria bajo condiciones impuestas por el Estado criminal de Israel.
Las cifras del genocidio son impactantes. La ONG B’Tselem reporta que más de 10 mil palestinos han sido asesinados por las fuerzas israelíes, con miles de viviendas destruidas y un sinfín de vidas desplazadas. Medios como France Press y BBC indican que, hasta el 10 de noviembre, más de 11 mil personas han perdido la vida según el Ministerio de Salud Palestino.
La Media Luna Roja denuncia que debido a los cortes de luz e internet, se han parado las intervenciones quirúrgicas en el hospital Al Quds para racionar el combustible, los tanques israelíes que han ocupado la Franja de Gaza, han imposibilitado la movilidad de esta institución y el rescate de víctimas ha sido difícil, el comunicado de la Media Luna dice también que parte de los objetivos de ataque de las fuerzas israelíes son: hospitales, edificios residenciales, escuelas, mezquitas, iglesias, panaderías por lo cual el suministro de alimentos, junto a los cortes de agua ponen en riesgo grave a la ciudadanía. 120 Centros de Salud han sido atacados deliberadamente por Israel, 67 centros sufrieron graves pérdidas, 193 personas de personal médico perdieron la vida, 18 eran rescatistas, 31 ambulancias dejaron de funcionar, 18 hospitales y 40 centros de salud están fuera de servicio.
Mientras tanto el derechista por estirpe familiar y decisión, formado como soldado de élite por Estados Unidos e Israel, primer Ministro de Israel Benjamín Netanyahu, pasa a la historia como uno de los actores más sanguinarios y terroristas que ha azotado Palestina y responsable directo del exterminio étnico que se ejecuta en este preciso momento.
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Nahir González Correo del Alba
