¿Alguna vez han deseado una tregua con la vida? ¿Una tregua para pausar y lamerse las heridas?
Ese deseo me invade muchas veces: Escapar, pausar y desconectar para curar. Sonrío al imaginarlo, sonrisa fugaz que se desdibuja cuando siento la ácida caricia de la realidad y su amiga rutina.
En este escrito les voy a contar acerca de un lugar posible para fecundar ese deseo, uno donde pausar para sanar es viable.
Un lugar todavía humano para las mujeres
Marcela Serrano dispuso el sortilegio de la escritura para crear El albergue de las mujeres tristes, y lo hizo novela en 1977.
Ella cree que las mujeres al verbalizar, exteriorizar y colectivizar sus historias encienden un poder casi resucitador, porque la palabra es muy curativa. Por eso soñó y dio vida, a través de las letras, a un albergue en la isla de Chiloé, en el sur de Chile.
Creó a Elena, el personaje que funda el albergue. Una exmilitante de izquierda que empezó a sentir su alma partida en dos: Por un lado, su interés por lo académico-profesional; por otro, su intensa vocación social. Se decidió por lo segundo. Abandonó la ciudad, se mudó a la isla de Chiloé, dispuso de una extensa propiedad que heredó para construir el albergue. Cinco cabañas, un comedor amplio, una cocina acogedora, una biblioteca sobria, mucha naturaleza y una cercanía precisa a la arena y al agua del mar.
Elena pensó en un lugar que guarde humanidad para las mujeres y por eso planteó el albergue como ese espacio donde pueden protegerse de las inclemencias de la vida, de sus vidas. Un refugio donde siempre haya comida para saborear, libros para abstraerse, actividades manuales para ahuyentar el tedio y, sobre todo, donde se tenga el silencio necesario para volver a ellas, para resucitarse.
90 días
Al inicio de este escrito, que pretende ser una reseña, les hablaba de ese deseo de hacer una tregua con la vida, pues el albergue de Elena les permite a las mujeres una larga tregua.
90 días, tres meses para sanar escuchando y hablando con y entre mujeres.
¿Se imaginan esa quimera?
20 mujeres
El albergue tiene cinco cabañas, cada una acondicionada para que la habiten cuatro mujeres. Cada mujer tiene su propia habitación, porque la premisa de Elena es que toda reparación pasa por dormir sola.
20 mujeres se encuentran, se conocen y abren su corazón para verbalizar su dolor, para hilar y deshilar sus cicatrices en colectivo y por la noche enfrentarse al silencio, tan necesario para sanar.
Cabañas habitadas de historias y esencias
Cada cabaña recibe a cuatro mujeres, por lo que hay cuatro esencias e historias de vida concentradas durante tres meses en un mismo ambiente. Una de las 20 mujeres de la historia ha clasificado a las cabañas por categoría y les ha puesto nombres:
-Cabaña 1, la de las esotéricas;
-Cabaña 2, la de las proletas;
-Cabaña 3, la de las intelectuales;
-Cabaña 4, la de las VIP;
-Cabaña 5, la de las bellas durmientes.
El libro se concentra en narrarnos las historias de la cabaña de las VIP, al tiempo que nos da pincelazos de las otras cabañas.
Heridas y cicatrices múltiples
Cada día el manto de la noche cubre las cicatrices del albergue, las mujeres que lo habitan sudan heridas. Son tantas que se pueden organizar como una procesión, por época, por tamaño, por sabor y por color.
Unas tienen la impronta de la niñez, otras sabor a adolescencia, muchas son del tamaño de los apegos y los linajes, algunas tienen color a desamor y desilusión, y la mayoría –si se las sometieran al tacto– tienen textura a desolación.
Las mujeres que llegan al albergue están desoladas. Estar desoladas es el resultado de sentir una pérdida irreparable. Como decía una autora, en el caso de las mujeres la desolación sobreviene cada vez que nos quedamos solas, cuando alguien no llegó o alguien partió.
Las historias que encontramos en el albergue están marcadas por pérdidas, y si bien uas cuantas tienen que ver con el amor romántico las heridas que ellas van desinfectando en los tres meses de estadía comprenden raíces más subterráneas.
Conocer cada historia provoca que segmentos enteros de vida ajena se te adhieran a la piel como verdaderas escamas que no quieres sacártelas, porque te recuerdan que la sanación de las mujeres es parte de una lucha feminista que igual apunta a la revolución de las emociones, pues ya no queremos enterrarlas, sino que queremos trabajarlas.
Tristeza como proceso no como estado
Este libro no pretende exponer el estado de unas mujeres tristes, no se confundan, en estas páginas una resignifica la tristeza como un proceso que se tiene que aceptar, sentir y vivir. Y lo poderoso es que nos muestra que ese proceso se hace más ligero cuando es en colectivo; pero no en cualquier colectivo, sino en una manada de mujeres.
Hace un tiempo vengo señalando que solo las mujeres salvan mujeres, releer este libro me reafirma.
Última nota de la autora
El final de la novela me evocó a una canción, “Amar la trama más que el desenlace”. Tenía que decirlo. Gracias y hasta la próxima.
Autora: Marcela Serrano
Género: Novela
Editorial: Alfaguara, 2011
Páginas: 416
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Anahí Alurralde Molina Boliviana, feminista, escritora y cientista política