Los (más de) 100 primeros días de Lula

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Después de lograr limpiar su nombre en la Justicia brasileña, Lula salió a recorrer el país para hablarle una vez más a su pueblo. Esta vez no era un desconocido, como cuando inició sus primeros pasos en la política con la intención de atacar de raíz la enorme desigualdad social y económica de una nación que supera los 200 millones de habitantes. Lula no solo fue escuchado, sino que quedó claro que era la única figura política capaz de detener al avance del neofascismo y la extrema derecha en Brasil. Por ello, la mayoría de los brasileños y brasileñas lo eligieron mediante voto directo para ocupar por tercera vez la Presidencia Ejecutiva, hecho inédito en la historia democrática nacional. Sin embargo, gobernar el gigante sudamericano en la actualidad presenta, sin lugar a dudas, mayores desafíos.   

Reconstruir el país 

Las políticas públicas impulsadas en anteriores gobiernos de Lula (2003-2011), entre otras cosas, habían logrado sacar a Brasil del mapa del hambre, con programas como “Hambre Cero” o “Bolsa Familia”. También posibilitaron una mayor equidad en el acceso a la educación de sectores de la sociedad largamente excluidos, como la población negra, los pueblos originarios y las personas con capacidades diferentes. Fue durante los gobiernos de Lula –y de Dilma Rousseff (2012-2016), antes del golpe parlamentario en su contra– que Brasil se consolidó como líder regional y global, el país destacaba dentro de las primeras economías del mundo, su voz era “activa y altiva” en todo espacio de diálogo internacional. Pero, los gobiernos de Temer (2016-2018) y Bolsonaro (2018-2022) echaron todo esto por la borda, mientras que el retroceso de Brasil en esos años ha quedado en evidencia en los números y, lo más importante, en la reducción de la calidad de vida de millones de brasileñas y brasileños. El país igual dejó un espacio vacío en el escenario internacional.

Reducir la polarización

En ese contexto, las primeras medidas que adoptó la administración multipartidaria en el poder (hay que recordar que, aunque bajo el liderazgo de Lula, el actual Ejecutivo brasileño está conformado por una coalición de partidos de diversas tendencias políticas) se conocieron con el nombre de “el revocazo”, y apuntaron a reducir las tensiones producidas a causa de la gran polarización que atraviesa la población. El primer día en que oficialmente Lula asumió el gobierno, el 1 de enero de 2023, el mandatario dejó sin efecto una serie de decretos aprobados por Bolsonaro que afectaron gravemente las áreas de salud, educación, economía y hasta la seguridad ciudadana. En el gobierno de Bolsonaro, por ejemplo, se alentó y permitió la adquisición y porte de armas a civiles, se cerraron escuelas, se privilegió la expansión de agrotóxicos por medio de los agronegocios y se le quitó importancia al Covid-19, entre otras medidas.

Pacificar el territorio 

La prohibición de la portación de armas, aunque nadie pudiera imaginar el 1 de enero lo que ocurriría una semana después, evitó que hubiera que lamentar pérdidas humanas en los acontecimientos antidemocráticos (algunos lo llaman directamente “actos terroristas”) del 8 de enero. Con todo, lo ocurrido en Brasilia muestra cuán difícil va a ser pacificar el territorio.

De momento, las investigaciones continúan, los autores materiales han sido procesados y se espera dar con los autores intelectuales, así como con los responsables de apoyar financieramente los campamentos frente a los cuarteles militares. Esos campamentos fueron permitidos por la administración Bolsonaro y allí se encontraban sus defensores más violentos.   

Recuperación económica

El elemento bisagra para conseguir lo planteado anteriormente, como es reducir la polarización, promover la pacificación del territorio y, en definitiva, acelerar la reconstrucción de una sociedad fragmentada y devastada por el bolsonarismo, pasa por una recuperación económica que pueda ser percibida en el día a día por la población. En este particular, Lula ha logrado aprobar en el Congreso –sin contar con mayoría parlamentaria– el aumento del techo presupuestario 2023 destinado a inversión social. Así se podrán sostener e incrementar planes sociales como “Bolsa Familia”, “Mi Casa Mi Vida” o el “Desenrolla Brasil”, que busca aliviar las deudas de los sectores más empobrecidos y endeudados.  

No obstante, la autonomía real del Banco Central do Brasil (BCB) ha representado una piedra en el camino macroeconómico, monetario y financiero de Lula. El BCB ha mantenido una política de tipos de interés que no favorece a la reducción de la inflación ni mejora la capacidad de afrontar crediticiamente las necesidades de la población de menores recursos. Distinta fue la actuación del ente rector en materia monetaria, que en particular en el período de campaña electoral (el actual presidente del BCB fue postulado por Bolsonaro) favoreció un escenario deflacionario en los meses de preelección presidencial, generando un falso clima de “estabilidad económica”.

De vuelta al mundo

Brasil había sido prácticamente secuestrado del ámbito internacional por las limitaciones políticas de Bolsonaro, así que cuando Lula ganó las elecciones en octubre pasado inmediatamente se preparó para volver al mundo. En noviembre, participó como presidente electo en la Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre Cambio Climático (COP27), celebrada en Egipto. Allí afirmó: “Quiero decir que Brasil está de vuelta para reconectarse con el mundo; para ayudar de nuevo a combatir el hambre en el mundo; y para cooperar con los países más pobres, especialmente en África y América Latina”.

Es en el escenario internacional donde Lula ha tenido sus mayores avances: Su primera visita internacional oficial fue a la Argentina, en el marco de la VII Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), celebrada en los días 24 y 25 de enero. Valga mencionar que Bolsonaro retiró a Brasil de este bloque regional, de manera que esta primera visita sirvió para relanzar la relación estratégica del Mercado Común del Sur (Mercosur), restablecer los lazos con América Latina y el Caribe, y también para la reincorporación de Brasil a la propia Celac.

El 30 de enero Lula recibió en Brasilia al canciller alemán, Olaf Scholz, y entre los temas de interés abordados estuvieron el acuerdo Unión Europea (UE) – Mercosur, pendiente de aprobación, así como otros medioambientales, en particular la reactivación del financiamiento germano al Fondo Amazonía. Scholz fijó posición a favor de los Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) con respecto a la guerra entre Ucrania y Rusia, solicitando a Lula cooperación en materia armamentística. Por su parte, el premier brasileño rechazó el envío de municiones a Ucrania, a la vez que llamó a conformar una mesa de negociación en la que, además de su país, pudieran estar presentes la India, Indonesia y China, entre otros.   

La última visita internacional de Lula, hasta el momento, la realizó a su homólogo estadounidense, Joe Biden. A comienzo de febrero, mantuvieron una amplia agenda de trabajo, de la cual destacamos: “La revitalización de la economía, los temas ambientales, el fortalecimiento de la democracia y los Derechos Humanos”.

Hoy por hoy, los Estados Unidos y Brasil, salvando las diferencias, comparten problemas similares, como el avance de la derecha extremista, neofascista, e incluso la idea racista de la superioridad o supremacía blanca. De allí que ambos gobiernos rechacen la radicalización política, el terrorismo y los discursos de odio. Sin embargo, no hay mucho que resaltar de esta visita, fue más simbólica que concreta.

Por el contrario, el encuentro entre Lula y Xi Jinping sí se plantea como más estratégico para Brasil. Aunque esta visita a Beijing, que estaba pautada para este 24 de marzo, ha quedado postergada debido a que Lula fue diagnosticado con neumonía.

Últimas reflexiones

Estos (más de) 100 primeros días del gobierno de Lula, son más de 100 días porque el shock, el silencio, la inacción y/o la negación de la derrota que sufrió Bolsonaro posibilitaron que el líder del Partido de los Trabajadores (PT) comenzara a tomar las riendas del país antes de la fecha oficial: El 1 de enero de 2023. También son más y mayores los desafíos que debe enfrentar el ahora tres veces presidente de Brasil. Lula está luchando por construir un diálogo personal consigo mismo, como líder, como ser humano; una alianza multipartidaria, ante la pérdida de hegemonía del PT; una unión nacional frente a un país fragmentado; y un mensaje de paz para la tribulada comunidad internacional.

Muchos, dentro y fuera de Brasil, estábamos anhelando su retorno, faltaba Lula –y un proyecto antibarbarie– para soñar algunos otros mundos posibles en nuestra América y en el Sur Global.

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Micaela Ovelar Correo del Alba

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