¡Chávez, corazón del pueblo!

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Se cumple una década de aquel aciago martes 5 de marzo, cuando a través de la pantalla de televisión vimos a Nicolás Maduro, dando a conocer la muerte del presidente Hugo Chávez Frías. Y, aunque citó a Alí Primera, para poder contener el dolor que nos embargaba a todas y todos  en ese momento: “los que luchan por la vida no pueden llamarse muertos”, quedamos en un estado de desolación paralizante.

Hugo Chávez, comandante, presidente, compañero, no sé cómo llamarle porque todas las formas parecen correctas ¿eterno, imperecedero, inmortal? Como lo es  Bolívar, Sucre, Manuelita, el Che, entre tantas otras y otros que entregaron su vida para cambiar las injusticia, liberarnos de las dependencias y subalternidades que durante siglos ha sido sometido nuestro continente. Haciéndonos sentir, periferia, Tercer mundo, subdesarrollados, algunos pocos países se les denominó: “en vía de desarrollo”, en fin …sudacas.

Emergió de repente como un rayo, se alzó un 4 de febrero de 1992 cuando las pretensiones del mundo unipolar estaban en su punto máximo. Derrotada parecía la izquierda. Incluso algunos partidos socialistas renunciaron al marxismo, es decir, el análisis político prescinde de la  lucha de clases, tal como lo quieren los neoliberales. Cesantes revolucionarios había dejado 1989, con la caída del muro de Berlín. Se alzaba triunfante el neoliberalismo como un nuevo orden mundial, engañador y perverso como es  su génesis.

Al Comandante Hugo Chávez, antes de asumir el mando de su país, no lo conocíamos, incluso se especulaba que siendo militar no era confiable, la izquierda había sufrido golpes de Estado demasiado terribles y el uniforme no era garantía de algo bueno. En 1998 ganó las elecciones en Venezuela, su campaña la hizo con la consigna ¡Con Chávez manda el pueblo! y la promesa de una Asamblea Constituyente. Arrasó en las urnas, obtuvo un  56.20 por ciento de los votos, poniendo fin a más de 40 años del hegemónico bipartidismo ejercido por los partidos Copei y Acción Democrática. El 2 de febrero 1999, asumió la presidencia de uno de los países más ricos de la región, reconocido -hasta entonces-  por el petróleo, las miss universos y las telenovelas. ¡Qué pobreza simbólica había impuesto la derecha en un país de infinitos matices!

Chávez, llegó para cambiar la historia, no solo de su país, sino de América Latina y el mundo. Con una visión racional, con datos precisos y un discurso profundamente carismático. Sus cimientos ideológicos basados  en la doctrina de El Libertador Simón Bolívar. En economía, propuso un socialismo por construir, desde la realidad y pueblo de cada nación. Pero, ante todo, una permanente interpelación a la unidad, la Patria Grande, como precepto para avanzar y solidificar la región latinoamericana y a la izquierda siempre en disputa que tanto daño ha causado a los fines que persigue.  Su praxis estaba imbuida de pasión  y  sentimiento para actuar. Así  fue como  remeció, en los años 90, la conciencia de aquellos que sentían la derrota en su piel, despertó otras y logró que quienes no pensaron jamás en términos políticos, lo hicieran y descubrieran un nuevo horizonte y sentido a la política. Entender la ideología como  sistema de ideas, que hay que pensarla para que sea una brújula que nos guie, sostuvo. También, tenía una fe inquebrantable en Jesucristo, no desde la institucionalidad, sino de la creencia esperanzadora de los pobres y de la gente buena, para las y los ateos o agnósticos, creo que fue difícil de aceptar, pero terminamos por entenderlo de buena manera.

Sin el Comandante Chávez, la reconstitución de América Latina hubiese tardado quizá otro siglo. La atomización, que tanto necesita el neoliberalismo, no resultó en el continente por la presencia del líder venezolano. Más bien, a contracorriente de la unipolaridad reinante, nos unimos entre naciones. La historia nos alineó y los gobiernos que comenzaron a surgir, en este lado del mundo, dieron los pasos propuestos por Bolívar hace más de 200 años. Así, se consolidaron en la Celac, Unasur, Alba-TCP, Banco del Alba, mecanismo de compensación Sucre, las Misiones, al fin, después de 200 años: Venezuela, con  Hugo Chávez Frías, Argentina con Néstor Kirchner, Brasil con Lula Da Silva, Bolivia con Evo Morales, Cuba con Fidel Castro, Paraguay con Fernando Lugo, Ecuador con Rafael Correa, después se uniría el Caribe que hasta hoy es parte de la Patria Grande.

Entonces, comenzamos a cambiar el lenguaje, ya la cooperación no se llamó cooperación, como estábamos acostumbrados, era compartir, así lo decía Chávez, no es solidaridad es compartir lo que tenemos entre hermanos. El gasto público, concepto que les duele a los neoliberales que gobiernan en algunos países, fue reemplazado por uno más profundo y certero: “inversión social”. Las Misiones que se extendieron más allá de las fronteras. Bolivia, gracias a estas pudo construir caminos, con la Fuerza Binacional que llegó cuando las inundaciones en el Beni hicieron estragos, el Batallón 51 salvando vidas en lugares casi inexplorados y olvidados por el Estado republicano, la Misión Yo sí puedo que la sacó del analfabetismo y continúo con el Yo sí puedo seguir, la Misión Moto Méndez que realizó un censo de las personas con discapacidad y llegaron miles de elementos para coadyuvar a llevar una vida mejor, como sillas de ruedas. Eso es lo que puedo recordar de primera mano, pero hubo mucho, mucho más, en este compartir bonito, sin subalternidades.

En Venezuela, los logros fueron tantos que la gente más humilde los recuerda con nostalgia y algunos a pesar de todo continúan, como la Misión Vivienda. El bloqueo infame ha logrado reducir los ingresos del país a un 1% de lo que se percibía cuando gobernó el presidente Chávez, han robado el oro y cerrado los canales de negociación y pago, han secuestrado empresas estratégicas. El odio se impuso desde el imperio, pero no ha logrado quebrantar al pueblo venezolano que sigue lidiando día a día, está difícil, pero el mundo gira a la multipolaridad como también lo planteó el Comandante en su propuesta ideológica.

Con la fuerza chavista, la adversidad ha traído un cambio positivo en Venezuela en cuanto a la diversificación de la producción, sobre todo agrícola, soberanía alimentaria que tanto necesitaba el país y una nacionalismo que encierra soberanía y dignidad a toda prueba, con el presidente Nicolás Maduro a la cabeza sufriendo los más feroces ataques, Chávez sabía que podría hacerlo, por eso lo dejó a él encargado.

En su último discurso de  8 de diciembre de 2012, ya previendo el desenlace, nos demostró la gran conexión que tenía con su pueblo, más allá del propio venezolano, sus palabras demuestran su generosidad, empatía y sentido de unidad, así nos  lo dijo:  “En el marco de este mensaje, que, por supuesto jamás hubiese querido transmitirles a ustedes, porque me da mucho dolor en verdad que esta situación cause dolor, cause angustia a millones de ustedes, pues, que hemos venido conformando una sólida… un solo ente, porque como decíamos y decimos, ya en verdad Chávez no es este ser humano solamente, Chávez es un gran colectivo, como decía el eslogan de la campaña: ¡Chávez, corazón del pueblo! Y el pueblo está aquí en el corazón de Chávez”. 

Y para terminar,  cito otra reflexión imprescindible, en estos momentos que atraviesa el mundo: “El imperio yanki, sin duda, ha entrado en una fase de declinación política, económica y, sobre todo, ética; pero quién puede negar su gran poderío militar, lo cual, combinando esos factores, convierte a este, el más poderoso imperio de la historia de la Tierra, en una amenaza mucho mayor para nuestros pueblos. ¿Qué nos queda? Ya se ha dicho también: unidad, unidad y más unidad.

Por siempre, Chávez corazón del pueblo…

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Pilar Orellana Correo del Alba

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