La resurrección de una amiga en «Las inseparables» de Simone de Beauvoir

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¿A qué edad tuvieron su primera mejor amiga?

Invito a mis lectoras, porque auguro que la mayoría serán mujeres, a que al empezar la lectura de este escrito rememoren a aquella niña a la que quisieron con locura y consideraron su inseparable, porque les voy a contar sobre una historia de amistad entrañable.

De hechos reales a novela

Las inseparables es una novela escrita en 1954 por Simone de Beauvoir, literata y filósofa francesa. Fue traducida al español y publicada recién en 2020.

Es considerada la obra catártica de De Beauvoir, porque narra la amistad íntima con su amiga Elisabeth Lacoin. Una amistad apasionada, llena de ternura, desafíos, misterios y algo de tristeza. Fue un lazo que la autora nunca olvidó ni superó, y muchos años después resucitó a las dos niñas en Andrée y Sylvie, las protagonistas de la novela.

Andrée personifica a Elisabeth  y Sylvie a Simone.

Elegí esta historia porque creo en la amistad entre mujeres como fuente vital que marca nuestras vidas.

El verdadero primer amor: Nuestra primera mejor amiga

Andrée y Sylvie se conocieron en un colegio de París cuando tenían nueve años, las dos eran brillantes, pero aquella tenía algo que deslumbraba a Sylvie: su personalidad. La marcó  cómo se presentó: “Tengo nueve años, parezco pequeña porque me quemé viva y he crecido poco”, y porque entre sus charlas cotidianas le hablaba de Don Quijote, del aburrimiento que le causaban los romanos y de lo poco que le conmovía la muerte de Napoleón.

Entre ambas existía una relación de admiración, respeto y de un profundo amor expresado sobre todo en Sylvie, quien acompañó los devaneos de Andrée porque todo el ingenio que esta tenía era comparable con las contradicciones que la mortificaban.

Los días de colegio, las temporadas de vacaciones que pasaban en la casa de Andrée, los paseos juntas y el tiempo compartido formaron en ellas un lazo enérgico que era atesorado por Sylvie, porque el ritmo de vida impuesto a Andrée le demandaba mucha energía.

Andrée tenía pasiones como el violín y la lectura, pero debía cuidar a sus hermanas pequeñas y hacerse cargo de cosas de la casa; eso  alarmaba a Sylvie, porque sentía que el tiempo de su amiga no era suyo, sino de su familia, específicamente de su madre.

Simone de Beauvoir y Elisabeth Lacoin, década del 20 / Foto: Internet.

De una niñez y adolescencia domadas a una vida adulta con miedos

A medida que pasaron los años “las inseparables” –como les decían en el colegio– fueron abandonando cosas, por ejemplo, Sylvie dejó de creer en la religión y en Dios, mientras que Andrée renunció involuntariamente a su libertad; ni su tiempo ni sus decisiones le pertenecían plenamente.

Al terminar el Bachillerato se matricularon en La Sorbona, Sylvie en Filosofía y Andrée en Letras, ambas estaban entusiasmadas, particularmente Andrée, porque le costó que la señora Geralld, su madre, aceptara su decisión. Le tenía mucha devoción y justificaba su dura manera de tratarla: “Hay que entenderla, tiene a su cargo mi alma, ella tampoco debe saber a veces lo que Dios quiere de ella”, le decía a Sylvie, que solo a veces cuestionaba lo mucho que le exigían a su amiga y lo poco que ella podía decidir.

Eran tiempos en que las tradiciones se llevaban los sueños de las mujeres, y ellas, “las inseparables”, tenían espíritus diferentes, querían soñar, vivir, experimentar, sentir e irrumpir. Tenían la inteligencia para hacerlo, pero solo una tuvo las condiciones.

De los miedos  a un fuego que se apaga

Andrée se enamoró con locura y fue un amor correspondido pero no aceptado, porque no encajaba en los tiempos que tenían planificados para ella. Sylvie apelaba a esa personalidad indómita que la impresionó a los nueve años, pero esta había sido triturada.

Desde los restos que quedaban Andrée intentó luchar por lo que quería, pero las contradicciones que la habitaban eran más fuertes y tormentosas: “Sé muy bien que la carne es un pecado, así que hay que huir de la carne”.

A Sylvie le costaba entender: “La resignación de Andrée me hacía perder la paciencia”. Para ella su amiga no era mujer de resignaciones.

Así Andrée se apagó lentamente.

De la muerte a la resurrección a través de la literatura

Simone de Beauvoir con esta novela hace justicia a la memoria de su amiga, denunciando las razones que la descuartizaron cuando tenía solo 22 años. La resucita para contarnos de ella con ternura y respeto. Y con esto provoca que tras leer Las inseparables lloremos un poco y sintamos la necesidad de cuidar nuestro fuego y el de todas nuestras inseparables.

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Anahí Alurralde Molina Boliviana, feminista, escritora y cientista política

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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