¿Qué piensa la ciudadanía estadounidense de la guerra en Ucrania?

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En los Estados Unidos hay dos organizaciones sin fines de lucro, abocadas cien por ciento a procurar que la legalidad se cumpla cien por ciento. Sin recovecos en letra chica y sin términos ambiguos que puedan entenderse de una u otra manera, según le convenga a algún generoso financista. O sea, son dos instituciones que se niegan a hacer “lobby”.

Estas son el Instituto Cato y el Instituto Democracia. No reciben financiamiento del Estado ni de ninguna gran corporación transnacional, pero su trayectoria ha sido invariablemente tan transparente y sincera que un gran número de prósperos pequeños empresarios les hacen aportes suficientes para que se mantengan funcionando, observando con mirada certera los manejos no siempre santos ni transparentes de la política y el poder.

Bueno, esta primera semana de junio el cientista político Patrick Basham, director del Instituto Democracia, e investigador en las universidades estadounidenses de Carleton y Houston y la de Cambridge, en Inglaterra, entregó a la prensa los resultados de la última encuesta realizada por su institución sobre la percepción que tiene la gente de los Estados Unidos respecto de la guerra de Ucrania y sus efectos en la economía y en la política mundial.

El sitio noticioso OpEdNews publicó la entrevista el jueves pasado, que comienza afirmando que los estadounidenses, en abrumadora mayoría, se declaran dispuestos a aceptar la derrota de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ante Rusia en la guerra de Ucrania.

Solo un 36% aprueba las decisiones del gobierno de Biden sobre Ucrania y contra Rusia, frente a un 53% que las desaprueba. Más aún, un 45% de los entrevistados declara que habría que aceptar el costo de la derrota, frente a un 40% que rechaza que los Estados Unidos tenga que pagar esos costos.

¿Cómo es que el gobierno de Joseph Biden ha sido incapaz de lograr apoyo popular de su propia nación para la aventura bélica en Ucrania?

Según el profesor Patrick Basham, Biden comenzó anunciando que el inmenso respaldo en poderoso armamento de la OTAN, sumado al apoyo tecnológico y financiero, más las tremebundas sanciones económicas contra Rusia, aseguraban que Ucrania obtendría una rápida victoria, incluyendo, fíjese Ud., el derrocamiento del presidente ruso Vladímir Putin.

Pues bien, el pueblo ya vio que de todas las promesas económicas, militares o políticas, ninguna resultó cierta. Incluso los grandes medios noticiosos ya están dándose cuenta de que hay que informar a la gente con algo más de realismo y menos afán publicitario.

Ahora que está claro que Rusia está ganando la guerra, son millones y millones los estadounidenses que se preguntan. “¿Cómo es que Ucrania está perdiendo?… ¡Ustedes nos contaban que Ucrania estaba ganando lejos!”

Y, claro, el pueblo se enoja cuando siente que ha sido engañado.

Según los resultados de la encuesta realizada por el Instituto Democracia un 50% de los entrevistados se declara enojado por el paquete de 40 mil millones de dólares, aprobado por el Ejecutivo y por el Congreso, en favor de la intervención estadounidense en Ucrania. Y sólo un escuálido 5% de la gente sigue creyendo que la guerra de Ucrania merece ser una prioridad de Washington.

¿Acaso el será que el gobierno de Joseph Biden sigue creyendo que la Guerra de Ucrania lo salvará de una derrota humillante en las elecciones legislativas de noviembre próximo?

Las durísimas críticas de los senadores republicanos que se opusieron a los 40 mil millones para Ucrania calaron fuerte en la opinión de la gente, que vio cómo, de esa suma, ocho mil 700 millones iban a las industrias bélicas de los Estados Unidos, para reponer las armas que se estaban mandando de regalo para el Ejército ucraniano.

Otros tres mil 900 millones de dólares iban a financiar las oficinas militares de los Estados Unidos y la OTAN, encargadas de aplicar su valiosísima sabiduría en el diseño de las tácticas de guerra ganadoras que deberán aplicar las tropas ucranianas para alcanzar una rápida victoria.

Otro paquetón de cinco mil millones de dólares se destinaba a una oscura cosa llamada “Cadena global de Alimentación”. Para la compra de armas, equipos y entrenamiento se destinan seis mil millones de dólares más. Y el paquete más gordo, de nueve mil millones de dólares, se destina a una cosa no especificada que han llamado “asistencia económica” y que, según muchos sospechan, son millones que irán a parar a algunos bolsillos privilegiados y secretos.

Ah, pero también alguien se acordó de los millones de refugiados ucranianos que han llegado a los países europeos. Para ellos se consideró la suma de 900 millones de dólares. Algo así como 90 dólares por cabeza.

De acuerdo a la encuesta del Instituto Democracia solo un 14% de la gente considera que Rusia sea una gran amenaza para los Estados Unidos. En cambio, un 45% de la gente que considera que China es un peligro. Un 20% cree que Irán es un peligro muy serio, mientras que un 17% cree que el peligro viene de ¡Corea del Norte!

Por cierto, tanto los Estados Unidos como Europa tienen claro que China es el principal adversario (y posible enemigo) del imperialismo unipolar centrado en Washington. Y, de hecho, el célebre Henry Kissinger, ministro de Exteriores en los gobiernos de Richard Nixon y Gerald Ford, hizo un fuerte llamamiento para que Europa y los Estados Unidos comprendan que necesitan y deben respetar a Rusia, pues de lo contrario harán que Rusia y China se unan contra Occidente.

Más aún, Kissinger señaló que Ucrania debe entender que tendrá que renunciar a partes de su territorio, y comentó: “Los ucranianos han demostrado que son heroicos, bueno, ahora deben demostrar que son inteligentes!”.

Pero da la impresión de que la polito-buro-cracia de Europa no está dispuesta a ceder el paso a la inteligencia. En toda Asia se está haciendo sentir una tendencia a desconfiar del llamado mundo occidental.

De hecho, la alianza “Quads” concebida por Washington para enfrentar a China en Asia, inicialmente estaba integrada por los Estados Unidos, Japón, Australia… ¡y la India, con sus mil millones de habitantes!

A partir de esa alianza de cuatro potencias Washington esperaba lograr que se incorporasen otros países importantes, como Indonesia, por ejemplo, con sus 255 millones de habitantes.

Sin embargo, las brutales sanciones antirrusas impuestas por los Estados Unidos tuvieron de inmediato por efecto que la India desafiara a Europa y los Estados Unidos, incrementando su relación comercial y financiera con Rusia.

De igual manera, la misma Indonesia, junto a Vietnam, Malasia, Tailandia, se  negaron a acatar las sanciones antirrusas, optando por aceptar el intercambio comercial empleando rublos y sus propias monedas nacionales.

Más aún, la nueva situación creada por la política occidental antirrusa llevó a fortalecer los antiguos vínculos que se habían desarrollado con la Unión Soviética.

Para la India y Vietnam la arremetida occidental contra Rusia tuvo por efecto el sentimiento de que la amistad de Rusia además de ser comercialmente conveniente, sugería que ya la China no apareciera como una potencia con aspiraciones imperiales.

Es decir, sin darse cuenta de los efectos secundarios los Estados Unidos había generado una fórmula que neutralizaba el temor a que China resultara tan imperialista como los occidentales, y, por el contrario, demostraba en términos muy concretos la posibilidad de un mundo multipolar, en que no hubiera espacio para que una superpotencia globalizara el planeta entero.

El 9 de mayo, en Filipinas, las elecciones presidenciales tuvieron también un resultado malo para los intereses de Washington. El muy indócil presidente Rodrigo Duterte, siempre simpático y bien dispuesto hacia la China, llegó al final de su mandato manteniendo una aprobación del 67%, y, ahora en mayo, resultó elegido, con un 70% de los votos, el joven Ferdinand Marcos junior, hijo del exdictador Fernando Marcos. Y como vicepresidente fue elegida Sara Duterte, la hija de Rodrigo Duterte.

¡Todo quedó en familia, y muy a gusto de los 100 millones que integran el pueblo filipino!

Y bueno, tomando en cuenta que los Estados Unidos trató de meter presa a la mamá del recién elegido presidente, y que le tiene pendiente una multa impaga por 353 millones de dólares… resulta poco probable que Filipinas vuelva a ser una nación dócil al servicio de Occidente.

Por su parte, los Estados Unidos ahora está intentando reemplazar a la India en su alianza “Quads”, incorporando a Nueva Zelandia.

En tanto, uno de los efectos secundarios de la guerra de Ucrania y las sanciones antirrusas fue un encarecimiento brutal de los productos alimenticios básicos, sobre todo los cereales, el trigo, el maíz y la cebada, y del aceite de mesa. De hecho, ya se advierte la inminencia de una crisis alimentaria, de verdaderas hambrunas, en el Asia Occidental y en África.

Por supuesto, Washington atribuye la crisis a la malevolencia de Rusia y la invasión de Ucrania. Por cierto, Rusia es el principal productor mundial de trigo y exporta el 17% del abastecimiento internacional, mientras Ucrania alcanza el 11% en condiciones normales.

En estos momentos Rusia ha ofrecido permitir el libre paso de las exportaciones de trigo ucraniano desde los puertos habilitados en el mar Negro y controlados por Rusia. Sin embargo, todos los puertos que Ucrania mantiene todavía bajo su control fueron inutilizados por el propio Gobierno ucraniano que colocó en el mar centenares de minas explosivas con el propósito de impedir una eventual aventura de desembarco de tropas rusas atacantes.

Muchas de esas minas se soltaron de sus anclajes y quedaron a la deriva. De hecho, la marina de Turquía ha neutralizado numerosas de esas minas flotantes que andan navegando por el mar.

El ofrecimiento de Rusia es abrir los puertos que controla en el mar de Azov, y escoltar a las naves de carga hasta la costa asiática o hasta el estrecho del Bósforo que conecta con el mar Mediterráneo.

En tanto, ya numerosas delegaciones de países africanos han viajado a Rusia para asegurar su abastecimiento, desafiando las sanciones impuestas por Occidente.

Es claro que el dólar está batiéndose en retirada, y que las seis andanadas sucesivas de sanciones antirrusia han obligado a tantos países, sobre todo en Asia, a buscar un sistema global que respete y haga respetar las leyes y los tratados internacionales.

El ámbito de América Latina y el Caribe parece más incierto en el nuevo universo de alianzas.

Gobiernos progresistas y de fuerte compromiso social parecen estar próximos a formar una suerte de alianza apuntada a defender su neutralidad en las beligerancias de los demás y ganar capacidad de negociación y desarrollo ante el resto del mundo.

Hasta ahora esa tendencia está encabezada por México, con Argentina, Bolivia y la República de Venezuela, que al parecer ya logró recuperarse de las ruinosas sanciones impuestas por los Estados Unidos. Se prevé que, en las próximas elecciones generales de Brasil, el 22 de octubre, el expresidente Luiz Inácio “Lula” da Silva alcanzará un sólido triunfo.

Y también en Colombia existe la posibilidad de triunfo del candidato progresista Gustavo Petro, aunque enfrenta un ambiente de amenaza muy intensa de parte del actual gobierno colombiano que incluso ha comprometido a su país como “asociado” de la OTAN en América Latina.

Eso permite prever la formación de un grupo latinoamericano extremadamente poderoso y claramente progresista.

Pero, además del caso colombiano, no está clara la orientación que asuman los otros países del Pacífico Sur latinoamericano, Chile, Ecuador y Perú.

Por lo pronto, el gobierno de Chile, encabezado por Gabriel Boric, supuestamente izquierdista, ya eludió declararse neutral en el caso de Ucrania, y adhirió en términos vehementes a la condena contra Rusia.

En Ecuador, el Partido Indígena Pachakutik, que había adherido al gobierno derechista de Guillermo Lasso, ahora se pasó a la oposición. Y, en Perú, la fragmentación política simplemente ha impedido que el país asuma algún rumbo definido.

Así, pues, gente amiga, vemos que de algún modo la política también experimenta cambios evolutivos. Y de ello podemos tener la esperanza de que aún sigamos estando vivos

Tengo que pedir disculpas por un error de fechas que cometí el domingo pasado, al decir que en 2003 Francia y España habían cerrado su espacio aéreo al avión presidencial de Bolivia. En realidad, eso fue en 2013. Por una distracción me tragué una década entera.

Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense. Hay peligro.

¡Y todo está cada vez más interesante

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Ruperto Concha Chileno, analista internacional

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