Bolívar en Santa Marta no halló alivio en su despedida,
tal vez sintió dejar todo y nada como un viaje al vacío.
La soledad de la muerte debilita los sentidos
en los que verán el rocío del alba de los días nuevos.
Cada ser vive una batalla diaria,
¿Dónde el rostro de Bolívar después de su guerra?
Sin amor, el dolor se queda en el alma
esparcido, vibrante del tiempo que flota eterno,
incompleto entre la luz y las sombras.
Pudo el comandante despedirse en el corazón de Bolívar,
liberado en abrazo compartido,
vino a vernos, como uno en la misma espada,
como los dos, como ellos en la voz de todas y todos.
Ahora sembrados en el infinito frenesí, tienen todas las almas de su pueblo en acción constante.
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Tony González Cineasta