El Vivir Bien es un tema a definir no de manera conceptual, por lo menos si se trata de ser coherente con su horizonte de sentido no moderno. El asunto está en cómo comprendiendo y apropiándose de las experiencias del Vivir Bien dialogamos con ellas, esto nos permite responder al problema de la salida de la colonización del mundo y de la vida generada por la modernidad capitalista.
Nuestro problema no consiste, solamente, en reconstruir un horizonte de vida distinto al occidental moderno capitalista, ni una revalorización o construcción de un “nuevo paradigma”, sino que se trata de intentar pensar un Vivir Bien transformador y no una teoría del vivir.
Un Vivir Bien para la trasformación supone, en principio, la articulación de dos procesos paralelos, no disociados el uno del otro: primero, el necesario esclarecimiento del horizonte del Vivir Bien en tanto preguntarse qué significa; y segundo, paralelamente trasformar nuestra relación con la modernidad capitalista en los diferentes planos que la tarea reconstructiva misma lo plantee. Se trata de un razonamiento no analítico, que suele ser la trampa con la que todo intento de postular explícitamente una alternativa de vida tropieza al iniciar una propuesta cualquiera.
En este punto radica la tarea política más importante, porque se puede hacer una reflexión sobre el Vivir Bien independientemente de esta cuestión, se puede reflexionar sobre lo que podría significar el Vivir Bien, si se diferencia o no de lo que se planteó desde Occidente.
Si el Vivir Bien es un nuevo paradigma o no, hay que ver cuál es esa concepción alternativa al modelo capitalista. Entonces más bien se trata del diálogo con el Vivir Bien desde las exigencias del cambio “civilizatorio”; una cosa es recuperar el Vivir Bien y otra es mostrar en qué medida este puede ayudarnos a replantear o resolver los problemas creados por esta sociedad en crisis.
¿Es posible proceder de esta manera?, vale decir ¿podemos asumir un diálogo sin tener una definición precisa de lo que es el Vivir Bien? Suena contradictorio si procedemos de una manera meramente analítica. ¿Cómo puede sernos de utilidad aquello que no está definido aún? Dialogar una apertura sin la necesidad de un conocimiento previo, antelado o prefigurado de los términos del diálogo mismo, es el propio proceso el que permitirá aclarar lo que buscamos.
¿Por qué nos referimos a un diálogo con el Vivir Bien? Porque se trata de abrirse a lo que convoca y evoca, lo que interpela y no tanto una definición conceptual, pues deseamos hacer explícito el carácter conservador y colonial a partir de teorías o modelos dados, en el sentido de que ahora nosotros estamos demasiado apresurados por querer una definición específica, conceptual, teórica “instrumental”, propia y auténtica. La vida al estilo de la sociedad moderna depende mucho del conocimiento técnico e instrumental, la modernidad también crea la necesidad de nuevos paradigmas. Por lo tanto, pretender hacer un paradigma del Vivir Bien es en el fondo subordinar experiencias alternativas al dominio moderno y occidental.
Una primera reflexión de esta conciencia del Vivir Bien puede contener los tres nudos problemáticos o tres aperturas hacia una nueva conciencia: 1) El Vivir Bien supone una conciencia de vida del presente, que no esté proyectada al futuro, que necesita recuperar el presente en tanto los proyectos de cambio del sistema capitalista se focalizan en el futuro, en cambio el Vivir Bien se centraliza en el hoy; 2) Salir de la exclusividad del tiempo humano, el tiempo histórico, hacia otras temporalidades, como el de la Madre Tierra o del cosmos; y 3) Necesitamos modificar nuestra conciencia sobre la muerte, no desde la individualidad, sino vida y muerte como conciencia comunitaria es aceptar la muerte como parte de la vida.
Por eso hablamos de diálogo también, para evitar un momento simplemente “etno-céntrico”. Un diálogo es una “mutua fecundación”, una fecundación que puede darse por los problemas que todos atravesamos, que es a lo que nos convoca desde nuestro presente: la pérdida de nuestras vidas y de la Madre Tierra.
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Jiovanny Samanamud Ávila Boliviano, director del Centro de Investigaciones Sociales (CIS) de la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia