El planeta vive los fectos del cambio climático que habían sido anunciados durante años por muchos expertos alrededor del mundo. Inundaciones y devastaciones en Europa y Asia han sorprendido sobre todo a países que son modelo de desarrollo y previsión de catástrofes naturales.
Evidentemente, la preocupación por el cambio climático se había acentuado con el estallido de la pandemia, al punto que en los últimos meses la lucha para combatirlo parece haber avanzado significativamente en la conciencia de la opinión pública y en la de algunos gobiernos, aunque menos en la de varias empresas petroleras. La Comisión Europea presentó el 14 de julio la propuesta “Fit for 55”, que trata de 13 nuevos proyectos de ley o de reformas legales destinadas a adaptar la legislación comunitaria con el objetivo de reducir hasta un 55% las emisiones de gases de efecto invernadero en la Unión Europea (UE). Las medidas son múltiples, como, por ejemplo, prohibir los motores de gasolina y diésel a partir de 2035 y multiplicar las infraestructuras de recarga para los vehículos eléctricos; impuestos para el combustible en los sectores aéreo y marítimo, entre otros.
La aprobación de una legislación de ese tipo no será fácil, es de esperar que se produzcan emboscadas por parte de los Estados miembros de la Unión, especialmente en lo que respecta a las normas de emisión de vehículos y de los impuestos sobre los combustibles, los cuales requerirán la unanimidad de los 27 países que integran el bloque.
Diplomacia Biden
La cumbre entre Joe Biden y Vladimir Putin, celebrada el 16 de junio en Ginebra, fue un acontecimiento que marcó un punto de inflexión respecto a la era Trump. Se debatieron muchos temas, desde la ciberseguridad hasta la energía nuclear, pero después de la cita no se mencionó que Washington había decidido días antes librar de sanciones a la empresa Nord Stream AG, implicada en la construcción de Nord Stream 2, una compañía con sede en Suiza pero propiedad de la rusa Gazprom, constructora del segundo brazo del gasoducto que atraviesa el Báltico.
El gas del Nord Stream 2 abastecerá directamente a Alemania y a Europa del Este, un proyecto que tiene la firma de producir el dominio energético, el cual con el Turk Stream, que está operativo desde principios de año, inundará el Viejo Continente con gas ruso, en consonancia con los objetivos actuales de la “transición energética”. Pero el panorama se complica porque Estados Unidos ha aumentado masivamente sus exportaciones de gas natural licuado, en lo que pudiéramos considerar una nueva “guerra fría del gas”, además que tienen interés en penetrar en el mercado europeo.
Para la segunda quincena de julio se llevó a cabo en Estados Unidos el encuentro bilateral entre Biden y la canciller alemana Angela Merkel, revelando lo que puede ser la nueva estructura europea imaginada por la Casa Blanca. Durante las reuniones, el anfitrión confirmó su intención de no sancionar a las empresas implicadas en el gasoducto Nord Stream, no sin antes pedir a Merkel que actúe contra las potencias que violan los Derechos Humanos y desprecian la democracia, en una flagrante referencia a la República Popular China.
Con la administración Biden la estrategia de Washington pareciera pretender dividir a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para comprometer a los europeos del Este en la contención de Rusia y asignar a los del Oeste el freno de China. Alemania es considerada ahora por los estadounidenses como inutilizable en la maniobra contra el Kremlin, mientras que debe participar necesariamente en el Indo-Pacífico para inhibir a China. A ello se suma la placidez temporal de Estados Unidos respecto al rescate alemán de la Eurozona a través del llamado Fondo de Recuperación. Por el momento, Biden ha preferido tomar el camino de la prudencia, dejando un mensaje claro, especialmente para los socios del G7: la diplomacia estadounidense ha vuelto.
La Nueva Ruta de la Seda
El 12 de julio el Consejo de Asuntos Exteriores de la UE aprobó el documento “Una Europa globalmente conectada”, en que se destaca la necesidad de adoptar un enfoque global y geoestratégico de la conectividad para fomentar el crecimiento económico, garantizar la seguridad común y promover los valores europeos.
Para los ministros de Asuntos Exteriores de los Estados miembros del bloque será necesario invertir especialmente en infraestructuras físicas hacia Japón, India, los miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean) y Estados Unidos. No obstante la rimbombancia de la declaración, es bien sabido que la UE es un agregado de Estados Unidos, siendo el bloque constantemente presa de intereses divergentes y visiones del mundo marcadas por el carácter imperialista yanqui. Por ello es legítimo que surja un escepticismo sobre las posibilidades reales de que la UE se perfile como un verdadero actor geopolítico capaz de influir mundialmente con la construcción de importantes conexiones con Asia. De lo que no cabe duda es la tendencia al desplazamiento del centro del mundo económico y tecnológico de Occidente a Asia, y en particular a China. Las hostilidades económicas contra el dragón asiático, comenzadas bajo el mandato de Obama, cobraron nuevo vigor con Trump, pasando de los ámbitos comerciales a los tecnológicos y financieros. Resulta plausible que esto continúe bajo el mandato de Biden, porque Estados Unidos se niega a aceptar el hecho de que otro país pueda alcanzarle comercialmente, tecnológicamente y financieramente, y eventualmente incluso superarle.
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Yoselina Guevara Corresponsal de Correo del Alba en Italia