Durante este año y medio de pandemia no pocas veces me he escapado a El Bunker, uno de los espacios culturales imprescindibles de La Paz, a ratos para consultar archivos documentales, otros para afinar investigaciones en curso, y otros para simplemente conversar con Antonio Peredo.
Por eso, cuando supe de la reapertura del Teatro no esperé un minuto para dirigirme a Av. Uruguay No. 491, visitar el espacio de la Compañía y entrevistar a Antonio, con quien pasamos revista del arte en pandemia y sobre todo de la cartelera teatral para este segundo semestre.
¿Cómo ha sido tu día a día de artista en este tiempo de pandemia?
Terrible. Tal vez para un escritor no los sea tanto, no lo sé, pero para mí, desde el lado del teatro, del cine, como actor o como creador, es un horror ya que dependemos de la gente, o sea, si yo no tengo un público a quien presentarle lo que hago de nada sirve que me invente cosas en el baño. Económicamente un desastre, creativamente… el problema es que el hacer es lo que genera, el estar haciendo; si uno se sienta y empieza a idear no encuentra el arte. El arte se encuentra haciendo y para nosotros el escenario es el lugar del hacer; ahí es donde entiendes las obras y descubres nuevas creaciones.

De no ser por estos escapes de lo digital, ha sido un año terriblemente pobre en cuanto a creación en el mundo. En La Paz, ha habido un bajón. Hasta el 2019 se empezaron a generar muchas obras y grupos, pero con la pandemia hay un retroceso porque, aparte de lo creativo y lo artístico, económicamente no se puede sostener la actividad; este era un problema de antes de la pandemia, pero ahora directamente tienes que pensar en otra cosa para vivir. Estamos hablando de que más de 50% de los artistas de teatro o de los artistas en Bolivia no viven de su arte, y ahora habremos llegado al 80% o 90%, seguramente.
¿Cuál es la importancia del arte y del artista para una sociedad? ¿Cómo debiera valorárseles?
El estatus del artista tiene que ver con su rol social y el rol que asume; no un rol predestinado. Ahora, ¿cómo asumimos nuestro rol social? En Bolivia, lastimosamente, los artistas no tenemos un rol social, muchos de nosotros hacemos arte porque creemos en lo que hacemos.
El arte es el espejo de la sociedad, sin el arte esta no se puede mirar a sí misma, por tanto no se puede construir a sí misma, porque no se está viendo. No pasa lo mismo con la religión ni con la política, es el arte quien te va a decir cómo te ves. Por eso muchas sociedades dan esa importancia al arte, porque allí veremos las grandezas y desgracias que tienen las sociedades y nos vamos a entender y proyectar en el futuro.
En nuestro país esto no está sucediendo, tanto por irresponsabilidad del artista como de la propia sociedad. A los artistas bolivianos les cuesta asumir ese rol, siempre estamos muy a desfase de los acontecimientos sociales e históricos que ocurren en el país y hemos funcionado más bien como una suerte de nostálgicos de nuestra historia; todo lo que hacemos artísticamente es una suerte de nostalgia de lo que éramos, y le falta al artista hablar a la gente de lo que quiere escuchar o de lo que quiera hablar también. Ponerse en la discusión del ahora.
Igualmente es responsabilidad de un Estado y de una sociedad que ha banalizado el rol del arte. Cuando ves que una entrada de carnavales es lo más importante artísticamente para el país, te das cuenta que el arte se ha banalizado. No porque no me guste la entrada de carnavales, a mí me encanta vivirla o estar presente, sin embargo, tienen que ver con entretención y mucho de religión, que no es el espejo de la sociedad. El Estado y la sociedad piensan que lo que no sea eso es ajeno y por lo tanto no tiene lugar.
El año pasado me tocó presenciar tu obra “El cerco”, referida a la ofensiva de Tupaj Katari en 1781; para mi sorpresa vi que estaba montada en un formato completamente virtual. Como dramaturgo, ¿cómo te has adaptado junto al equipo a estos tiempos que exigen nuevos formatos, métodos de trabajo, entre otros?
Como dramaturgo uno siempre tiene puesta la imagen en un espacio que en el fondo es abstracto. Cuando escribes una historia esta sucede en mundos imaginarios y ya vendrá el director que tendrá que arreglárselas en el teatro o donde tenga que montarla. Eso es lo que sucedió con «El cerco», está escrita en diferentes escenarios y épocas de la ciudad de La Paz, ese es el espacio.
La dramaturgia más bien no ha salido afectada por la pandemia porque el trabajo de un escritor está al interior de uno; la pandemia nos ha ensimismado y mi trabajo ha sido parte de eso.
Sí nos ha afectado como directores o artistas; primero, porque nosotros esperábamos montarla en teatro. Entonces, en el momento en el que viene la pandemia no puedes hacerlo y te quedas con el proyecto allí cortado y debes pensar en otro espacio, es decir, cuestionarte incluso la idea de presencialidad: ¿qué es la presencia en este tiempo? ¿Mi presencia física ya no es necesaria? ¿La presencia física de un grupo es imprescindible?

Aparentemente cuando ves tantas reuniones de Zoom o un montón de eventos, espectáculos, acontecimientos históricos y sociales, los que puedes revisar en directo, te cuestionas el tema de lo presencial y de la existencia física o de la presencia física en la vida cotidiana; eso es a lo que nos hemos tenido que enfrentar. Probablemente hemos salido ganando ya que, por un lado, hay gente que puede participar o asistir desde el Internet y que de otra manera no podría hacerlo; aunque, por otro lado, estamos perdiendo en el sentido de que el teatro es un arte que tiene que ser en el mismo lugar y momento. Tiene que haber gente al lado para construir esta energía, esta esencia, esta aura que tiene y siempre ha tenido el teatro.
Varias personas dicen que debemos cambiar la idea del teatro en el mundo, ahora se está discutiendo eso. Sin embargo, la televisión, que se inventó hace más de un siglo, no reemplazó al teatro. Lo mismo podríamos decir respecto al cine y el teatro. Y es que hay la necesidad de que los dos cuerpos estén en un lugar físico para ese acto ritual que llamamos teatro.
Con la música pasa algo parecido, ¿no? El formato acústico o asistir a la interpretación de una pieza con instrumentos y sonoridades naturales no pasa de moda.
Claro, pero la música inventó unas cuantas mediaciones para existir y acceder a ella. Evidentemente tener a una persona que está tocando un instrumento en el mismo lugar donde estás –la cámara por Internet es un medio y no una mediación, algo que está distorsionando la realidad– produce una comunión que no se va a perder, lo que no quiere decir que no podamos utilizar todos los medios que la tecnología nos pueda brindar.
Vamos a la reapertura de El Bunker, ¿cuál es el calendario de los estrenos de la compañía? ¿Cómo se viene la cartelera?
Empezamos con una apertura presencial del Teatro con la obra «La muerte de un actor». El estreno se llevará a cabo este sábado 17 de julio y vamos a hacer una temporada larga, hasta el domingo 8 de agosto. Durante cuatro fines de semana.
Después abriremos toda una programación con las producciones del Bunker. Por ejemplo, en agosto va a estar «El cerco» y en septiembre «Con las botas bien puestas»; ambas de nuestro repertorio y producción.
“El arte se encuentra haciendo y para nosotros el escenario es el lugar del hacer; es donde entiendes las obras y descubres nuevas creaciones”
Partimos con «La muerte de un actor» porque es un monólogo que se creó hace 10 años y decidimos que con esta situación pandémica era una obra necesaria para reeditarla. Tiene que ver con todo esto que está pasando.
¿Cuáles son los horarios para ver “La muerte de un actor”?
Sábados y domingos a las 11:00 hrs. Esto es novedoso, creo que el mundo ha cambiado un poco con lo de la pandemia y hay horarios de restricción últimamente, además que la gente se ha acostumbrado a hacer otras cosas en el día. Por eso hemos decidido cambiar el horario del Teatro a uno más flexible, para toda la familia.
Junto a la presentación en vivo me has dicho que se transmitirá en directo por plataformas virtuales…
Para nosotros el teatro debe tener una presencialidad –podríamos discutir eso filosóficamente–, nos interesa volver a contactarnos con un público cara a cara, sin embargo, evidentemente este último tiempo hemos logrado encontrar otros medios y a un público que posiblemente sea mucho más productivo para el mismo teatro.
Antes, para encontrar un público fuera del país tenías que ir a un festival internacional o tener algún productor en el exterior que hiciera una temporada, lo cual hacía el proceso muy costoso y poco rentable, porque debías llevar al elenco, la escenografía, etcétera. Imagínate una temporada de un mes en cualquier otro país, cuesta mucho y son muy pocas las compañías bolivianas que han podido hacer eso en estos tiempos.
Lo que hemos encontrado en esta coyuntura, al momento de proyectar vía Internet lo que hacemos, es que una gran cantidad de gente del exterior tiene acceso a verte, y probablemente nunca podría acceder a ver un espectáculo teatral boliviano de no ser por este formato.
¿Cuál es el argumento de «La muerte de un actor»?
Es un monólogo hecho en clown, en el que este relata su propia historia, desde que nace hasta que muere.
El hecho artístico del clown tiene que ver con la existencia en el escenario, es una criatura que nace allí y cuando termina la obra deja de existir. Creo que esa condición, como criatura del teatro, es una gran metáfora de nuestras propias vidas.
¿Es para todo público?
Nunca he hecho una función especialmente para niños, pero ha habido todo público en esta obra, la que se ha representado en varias circunstancias; por ejemplo, la presentamos una vez en Brasil, sin traductor, y se entendió, de hecho ganó el premio como mejor obra internacional en un festival en São Paulo.

En agosto se nos viene «El cerco», ¿qué deben saber las lectoras y los lectores de esta obra?
«El cerco» relata los acontecimientos del cerco de Tupaj Katari en 1781 en La Paz. Aunque la obra como tal fue escrita en un tiempo de gran convulsión política en Bolivia, en 2019, y cuando vino la pandemia, en 2020, si bien hay un relato sobre el cerco mismo de Katari, hay igual una traspolación de los acontecimientos que estaban transcurriendo en esos momentos. El montaje que hicimos es de teatro digital y tiene que ver con aquel periodo.
La versión venidera la haríamos en digital, pero en vivo. Sin público, porque la obra está montada ya digitalmente, es decir, el trabajo ya está en ese formato, el montaje que tenemos es digital y los actores trabajan desde sus casas, al igual que los técnicos. El encuentro se dará en este espacio virtual que ha creado Internet.
En septiembre vuelven con esa exitosa obra que fue «Con las botas bien puestas».
«Con las botas…» es la historia de mi madre, que vivió las etapas de las dictaduras –la Hugo Banzer Suárez, donde fue presa y exiliada a Chile–, pese a que la obra es una suerte de voces colectivas de mujeres que vivieron en esa época. Se hará en formato presencial, pero al mismo tiempo será transmitida vía streaming.
Para terminar, ¿qué expectativas tienen con la cartelera de este segundo semestre ¿Cómo esperan terminar este extraño 2021?
Evidentemente la idea de abrirnos no es económica, no es nuestra primera opción porque sabemos que hay un riesgo grande y desconocemos qué va a pasar, sin embargo, no por eso vamos a dejar de hacer.
La idea de abrir el espacio es una suerte de resistencia no solo contra una pandemia que pueda ser considerada como un hecho natural o parte de la naturaleza, sino además contra la situación política y social que vivimos. El virus ha revelado cómo está funcionando la sociedad y creo que los artistas tenemos que continuar haciendo lo que hacemos, justamente para encontrar el rol que debiéramos tener, del que hablé al inicio. Porque si no abrimos las puertas ¿qué rol tendríamos? Nuestra idea es hasta diciembre ofrecer la posibilidad de que el público pueda consumir el arte y teatro. Creemos que es nuestra oportunidad para que el arte y el teatro sean vistos de otra manera en Bolivia. Porque, como si hubiésemos hecho un reseteo del arte con la pandemia, ahora tenemos la opción de comenzar de nuevo, frescos, limpios, con otra idea; la apertura de El Bunker y estas obras son para eso, para que artistas y públicos comprendamos de otra manera el teatro.
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Javier Larraín Director editorial
Cortesía de https://elbunkercasadecreacion.com/