Descolonización y giro decolonial en Bolivia

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Lo decolonial puede entenderse como el giro desde la condición subordinada colonizada del conocimiento en América Latina e intentar pensar “desde” otro lugar de enunciación, en este caso, primero América Latina y ahora Abya Yala, es decir, no es un giro nuevo en estas tierras en tanto hay antecedentes muy importantes desde hace 200 años, momento que empieza la construcción de las repúblicas. Pero lo que tiene en común con la descolonización es que es un giro desde el conocimiento, desde el saber. Ahora, la gran ventaja de este movimiento intelectual es haber centralizado todo este debate y converger en un término aglutinante y hegemónico: decolonialidad, en eso hay una ganancia frente al pensamiento eurocéntrico.

Otra cosa es la descolonización que Bolivia propone (lo que no quiere decir que sean contradictorias). Aunque en principio el proceso político boliviano ha prescindido de esa discusión y este debate, para poder plantearse temas como el Vivir Bien, la descolonización, el Estado Plurinacional, es necesario recalcar que ninguno de estos conceptos ha dependido de fuentes que llamamos “decoloniales”. Han venido más bien de otro tipo de experiencias, por eso es clave mantener la idea de descolonización y dejar de lado la idea de decolonial, por respeto a las organizaciones sociales y a los movimientos intelectuales que se han generado dentro de las organizaciones y que han dado cabida a estas propuestas.

La descolonización se inspira en un proceso de resistencia colonial desde hace muchísimo tiempo, que tiene su expresión básica en hitos sobre todo para el movimiento indígena boliviano, desde Pablo Zárate Willka o más atrás con Tupaj Katari en 1781. Para no ir tan lejos, en el siglo XX está el movimiento de caciques apoderados, el tema de Warisata, el congreso indígena de 1945, la sociedad del Kollasuyo de Leandro Nina Quispe y muchas otras experiencias que se pueden nombrar y que han transitado en el marco de la descolonización y no de la decolonialidad. Y decimos descolonización porque es un intento explícito de toma del poder y de trasformar ese poder. En palabras de David Choquehuanca: “Debemos gobernarnos nosotros mismos”. Este es el corazón de la descolonización, un movimiento que para nosotros empezó hace 500 años y cuyo proceso histórico no ha concluido.

Por eso es importante para el movimiento indígena boliviano y los movimientos sociales tomar el control del Estado, participar en el ejercicio del poder, sabiendo que desde allí hay que transformarlo; en eso consiste la descolonización como proceso político de lucha, resistencia y trasformación del mismo.

Cuando Bolivia plantea el Proceso de Cambio en 2006 con el presidente Evo Morales, todas esas experiencias se traducen en teorías políticas que incluyen: descolonización, Estado Plurinacional, Vivir Bien, socialismo comunitario, entre otros. Nada de eso hace referencia al pensamiento decolonial latinoamericano. Su centro de gravitación está en el Estado, incluso las diferencias de muchos grupos y movimientos políticos, indianistas, kataristas e indigenistas, que no están alineados al Movimiento Al Socialismo (MAS), también se plantean explícitamente el ejercicio del poder, y esto pasa por el control del Estado, algo que no gusta mucho al movimiento filoanarquista y a otras expresiones de micropolítica o de performance en las que parecen sentirse más cómodos quienes adoptan el giro decolonial.

Descolonización y decolonialidad no es lo mismo porque cada concepto contiene una historia, no puede haber un concepto que sea una reconstrucción meramente lógica. Cada concepto, cada red de pensamiento estructurado teóricamente obedece a la posibilidad de sus síntesis o a su articulación a un momento histórico, no se puede prescindir de eso. Las teorías pueden cambiar, modificarse y transformarse, justamente porque es la realidad la que lo permite. Un claro ejemplo es que en este proceso hay mucho de un esencialismo político, es decir, la idea de crear una identidad casi pura de lo indígena, de lo originario, de lo indio, y eso choca con el razonamiento decolonial por razones teóricas; en consecuencia, si quisiéramos articular lo decolonial a secas a este proceso político, sabiendo que las organizaciones sociales utilizan esta suerte de “esencialismo” como base de su razonamiento, de su posicionamiento político, no nos servirían demasiado las concepciones decoloniales porque no entroncan con la realidad histórica y política de Bolivia.

Finalmente, cabe aclara que las diferencias señaladas no niegan que, en algún momento, sus articulaciones y sus mutuos aprendizajes sean llevaderos, porque igual es cierto que el giro decolonial es parte de la experiencia latinoamericana y Bolivia no es ajena a esta realidad.

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Jiovanni Samanamud Sociólogo

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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