Brasil vivió el mejor período de su historia durante los gobiernos de Lula. En el campo de la geopolítica internacional, se construyeron relaciones Sur-Sur, especialmente con América Latina, los países del BRIC’s y África. En el campo de las políticas públicas, el acceso a la educación, a la universidad, a la salud y, principalmente, a los ingresos –con programas de transferencia de ingresos y aumento del salario mínimo–, provocó un cambio real en las condiciones de vida de la clase trabajadora brasileña. No es de extrañar que Lula ha dejado el gobierno en 2010 con una popularidad récord del 87%.
Por otro lado, al optar por una estrategia de no ruptura, de no organización de los trabajadores, de no afrontar los privilegios que constituyen nuestra formación social –la concentración de la riqueza, de los medios de comunicación, del poder político, la sobreexplotación de la fuerza de trabajo, patriarcado, lgbtfobia y racismo–, y al trasladar nuestras mejores fuerzas al interior del Estado, creamos las condiciones para nuestra derrota en el golpe de Estado de 2016.
La detención de Lula, desde la persecución política de LavaJato, el golpe de Estado contra Dilma, el estrangulamiento financiero de los sindicatos, son parte de este contexto, de un gran avance del capital contra la clase trabajadora, del imperialismo contra la soberanía nacional, de los conservadores contra las mayorías.
Resulta que muchas cosas han cambiado desde entonces. Las reformas laborales, de seguridad social y de austeridad fiscal han provocado un empeoramiento generalizado de las condiciones de vida de la población.
Por otro lado, la unidad de las élites durante el golpe ya no existe: parte del Supremo Tribunal Federal (STF) comenzó a oponerse a LavaJato, así como a Bolsonaro. Este último se separó de su exministro Sérgio Moro, juez que dirigía la LavaJato. Y, con la crisis económica y de salud, sectores de las élites también comienzan a alejarse del gobierno de Bolsonaro.
En este contexto, la Segunda Turma de la Corte Suprema votaría sobre la sospecha de Sérgio Moro de juzgar a Lula. Hace unos quince días, en un movimiento para salvar a LavaJato, el ministro Edson Fachin anuló abruptamente las condenas de este contra Lula por incompetencia territorial. La consecuencia fue la extinción de las condenas de Lula para salvar a LavaJato y Moro, al colocar el problema solo en el foro territorial, y no en la colusión criminal entre el juez y los fiscales de aquella operación político-judicial. Por un lado, LavaJato se preservaría; por otro, los juicios contra Lula podrían comenzar de nuevo no de cero, sino aprovechando las acciones del Ministerio Público.
Ocurre que Gilmar Mendes, ministro de la Segunda Turma de la Corte Suprema, él mismo blanco de la persecución de LavaJato, puso a votación la sospecha de Moro al día siguiente de la extinción de las condenas. Gilmar defendió no solo la sospecha de Moro –y en consecuencia la inocencia de Lula–, sino que Moro y los fiscales actuaron en violación de la ley.
En el juicio, el ministro Kassio Nunes solicitó vistas del proceso, lo que provocó la suspensión del juicio. Al día siguiente, Lula habló con la nación. Su discurso alteró la correlación de fuerzas en el país. En los días siguientes, todas las encuestas apuntaban a un empate técnico o la victoria de Lula sobre Bolsonaro.
Ocurre que Kassio Nunes decidió entonces votar y, el martes 23 de marzo, se tomó la decisión final en el juicio. Él, jurista “garantista”, hizo un verdadero malabarismo legal para preservar a Moro y mantener la condena de Lula. Probablemente solicitó vistas para ver el "clima" del país después de que se cancelaran las condenas. Resulta que Lula cambió el equilibrio de fuerzas en el país, reavivó la oposición y polarizó el Brasil como no lo había estado en años.
Kássio Nunes fue aplastado poco después por Gilmar Mendes, quien literalmente lo llamó cobarde. Pero la ministra Carmen Lúcia, que anteriormente había votado en contra de Lula, luego de las revelaciones del operativo Spoofing, que trajo más conversaciones que muestran la connivencia entre juez y fiscales, entre Moro y los fiscales, cambió su voto, declarando la parcialidad de Moro. Hoy, por tanto, con el resultado de 3x2, Moro fue declarado parcial y las condenas contra Lula fueron consideradas persecuciones políticas. O sea, Moro actuó ilegalmente para condenar Lula y así impedir su participación en el las elecciones de 2018, abriendo las puertas para la victoria de Bolsonaro, cuyo gobierno el propio Moro iba a participar.
El país terminó su tarde más feliz y esperanzado. Pero, con la noticia de que llegamos a la inaceptable cifra de más de tres mil víctimas del Covid-19 en un solo día. Nuestra gente, sin embargo, reaccionó al escuchar una declaración sorpresa de Bolsonaro, y promovió cacerolazos en todo el país.
La crisis sanitaria, económica y política de Brasil se agravará en los próximos días. Solamente lalucha política derribará el genocidio en curso, ya que, para el “mercado”, poco importa la cantidad de víctimas de la pandemia.De ahora en adelante, tendremos a nuestro lado al líder más grande que jamás haya construido la clase trabajadora en Brasil.
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Daniel Valença Profesor en la Universidade Federal Rural do Semiárido (Ufersa), Vicepresidente del Partido dos Trabalhadores/RN