Durante algún tiempo en Brasil se pensó que era improbable que pudiera existir un presidente peor que Fernando Henrique Cardoso, hasta la llegada de Jair Bolsonaro. La actual administración brasileña resume todo lo peor y más detestable de la política: sumisión y adulación a los Estados Unidos, con múltiples episodios que lo comprueban; obediencia al cumplir órdenes de la CIA; búsqueda de destruir la industria nacional a través de la firma de acuerdos con la Unión Europea (UE); devastación de la Amazonía, el pulmón vegetal del mundo; montaje de una enorme red de fake news para desarticular cualquier fuerza de oposición; gestión funesta de la pandemia con una actuación que abierta y conscientemente ayuda a la propagación del Covid-19 en el propio país, entre otras.
Como si ello fuera poco, Bolsonaro está presionando para cumplir su promesa de armar a los ciudadanos y ciudadanas del país. Sus nuevos decretos en la materia, que entrarán en vigor en abril, preocupan a los expertos en seguridad, ya que las medidas aumentarán el número de armas que poseen los civiles y permitirán la compra legal de municiones. Además, según las nuevas disposiciones, los policías y los miembros de fuerzas de seguridad podrán poseer hasta ocho armas de fuego.
Incremento de posesión de armas de fuego, mayor violencia
Desde que fue elegido en 2019, el presidente Bolsonaro ha emitido varios decretos para facilitar el comercio y posesión de armas de fuego en Brasil. En la actualidad, los ciudadanos y ciudadanas pueden tener hasta cuatro pistolas en sus casas o lugares de trabajo y comprar armas de alto calibre, las cuales antes estaban limitadas solo a los militares o a los policías. A los dos años del mandato de Bolsonaro, el número de armas en manos de los ciudadanos brasileños aumentó en un 65% y, al día de hoy, hay cerca de 1.2 millones en todo país (datos publicados en el periódico O Globo).
Según un estudio realizado por el instituto electoral Datafolha en 2019, dos tercios de los brasileños se oponen a las leyes que permiten a los civiles poseer más armas. Para muchos expertos en seguridad las medidas del Presidente han incidido en la elevada tasa de asesinatos en Brasil y han contribuido a una mayor inestabilidad en el país. Además de ello, advierten que los episodios de violencia doméstica, las disputas familiares u otros conflictos tendrán más probabilidades de generar víctimas fatales como consecuencia del aumento de las armas que poseen los civiles.
Brasil colapsado por la pandemia
Mientras Bolsonaro se preocupa por la expansión de la posesión y venta de armas de armas de fuego, Brasil afronta una situación crítica con la propagación del Covid-19 en la que, a un año de pandemia, ya han superado el número registrado de decesos por VIH en los últimos 23 años. Las muertes por Covid-19 hasta la fecha son 285 mil, mientras que los fallecimiento por VIH desde 1996 hasta 2019 son 281 mil 156.
También, según datos de la Universidad Johns Hopkins, se ha producido un fuerte aumento del número de infecciones, 90 mil 303 más en las últimas 24 horas, lo que eleva el total a 11 millones 700 mil el número de contagiados. Todo ello indica que la situación sanitaria el gigante sudamericano es cada vez más complicada, y las autoridades sanitarias locales piden ahora al Gobierno que imponga un confinamiento nacional.
Pero Brasil sigue batiendo récords en cuanto a número de muertes e infecciones, es el segundo país a nivel mundial en número de fallecimientos después de Estados Unidos, lo que le convierte en una especie de bomba bacteriológica frente a sus países vecinos, dada la facilidad de propagación de la variante brasileña P1 del Covid-19.
El presidente Jair Bolsonaro se ha opuesto sistemáticamente a las medidas de cuarentena introducidas por los gobernadores estatales, argumentando que los daños colaterales a la economía son mucho peores que los efectos del propio virus. Las autoridades sanitarias del estado más poblado, São Paulo, anunciaron nuevas restricciones de tipo «código rojo» contra el coronavirus, al registrar el país un número récord de muertes relacionadas con el virus. Asimismo, invitaron al recién nombrado ministro de Sanidad, Marcelo Queiroga, a considerar la posibilidad de imponer un confinamiento nacional. Por su parte, la autoridad sanitaria, en declaraciones a la prensa, instó a los brasileños a llevar mascarillas y lavarse las manos, pero en ningún caso mencionó los cierres o confinamientos, ni siquiera las medidas de distanciamiento social.
Finalmente, representantes de una de las principales instituciones de investigación científica de Latinoamérica, la Fundación Oswaldo Cruz, señalaron que Brasil vive “la mayor crisis sanitaria y hospitalaria de su historia” y pidieron que se refuercen “urgentemente” las medidas para frenar las muertes y contagios.
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Yoselina Guevara López Corresponsal en Italia