8-M, el día que las mujeres indígenas se tomaron las calles de Buenos Aires

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Mujeres indígenas urbanas se convocaron el pasado 8-M en el Congreso argentino para amplificar la voz de las que están en las comunidades, invisibilizadas muchas veces por el poder patriarcal de hombres e iglesias.

Distintas grupas de mujeres y disidencias originarias se dieron cita en el Paro Internacional de mujeres. En un movimiento que viene cobrando cada vez mayor visibilidad en Buenos Aires en los últimos años y que desde los márgenes que le ha impuesto la cultura hegemónica, va disputando año a año, cada vez un poquito más, el centro de la escena. Se identifican a sí mismas de distintas maneras, no es un conjunto uniforme, más bien la diversidad en todos sus aspectos es lo que podríamos decir que las caracteriza, se llaman unas migrantes, otras negras, o marronas, o simplemente indígenas. En esa construcción identitaria y territorial diásporica que tiene anclaje en la ciudad, y desde diferentes filiaciones políticas, han sabido reposicionarse para interpelar a muchas otras colectivas que ya adoptaron la wiphala, la música, la lucha contra el racismo y la denuncia del genocidio en relación también con otras luchas: en la educación, en los sindicatos, en el colectivo LGBTIQ… Hablamos con algunas de ellas para poder registrar qué significó su participación en la jornada del 8-M.

Uno de los textos convocantes dice así: “El término warmi proviene del quechua, que significa mujer, y sikuri es llamada la persona ejecutante del instrumento. Hoy somos muchxs más, capaces de hacerle frente al colonialismo y al patriarcado que nos sigue sometiendo. Hermanadxs desde la urbanidad de Buenos Aires (tierra de Querandíes, Chanás y Timbúes) oriundxs de toda el Abya Yala (nombre originario de América), unimos nuestros espacios de resistencia.”

La matriz colonial sigue vigente. Invaden y expolian, de la misma manera, territorios y cuerpas. Este 8-M, sin embargo, jóvenes mujeres y disidencias indígenas que residen en Ciudad de Buenos Aires y la Gobernación de Buenos Aires se autoconvocaron para hacer visibles las luchas territoriales e identitarias. Hubo una protagonista indiscutible en la jornada de reivindicación contra el racismo: la sikureada en el Paro Internacional.

Tienen entre 20 y 40 años promedio. Son militantes sociales, comunicadoras, maestras, músicas, algunas son madres, otras deciden no serlo –cosa que suele ser difícil de aceptar para una comunidad originaria–, otras inclusive se reconocen como feministas o como parte de la diversidad. Nacieron en la ciudad, vinieron de niñas con sus familias o a buscar trabajo de grandes. En la urbanidad es donde varias de ellas crecieron y aquí internalizaron muchas de las prácticas que en las familias tradicionales pasan de generación en generación y que no es costumbre poner en cuestión. Desde la urbanidad, piensan el mundo en clave indígena.

Identificarse como indígena, afrodescendiente o racializada en la ciudad es “un viaje de ida”. Por varias generaciones les indígenas migrantes y sus hijes estuvieron invisibilizades. Les llamaron “cabecita”, casi una forma folklórica de quitarle el “problema racial” de encima a la Argentina. A pesar de eso, desde hace décadas, el movimiento indígena se fue conformando en el país a partir de estos grupos urbanos que, venidos desde distintos lugares, se encontraban en Buenos Aires y entendieron paulatinamente que había puntos en común en todas sus historias: la merma de las economías regionales –en toda Sudamérica–, la migración forzada del territorio, la falta de representación en otros espacios sociales y políticos.

Al principio eran poques, hoy ya son tres generaciones y siguen sumando compañeres. Las mujeres originarias –quechua, aymara, qom, mapuche, guaraní, wichí…– que convocaron este 8-M son algunas de las hijas de ese movimiento, que con el correr del tiempo se fue transformando. Hace unos años tocar el sikus –para les andines– o el tambor –para les afrodescendientes– estaba prohibido para las mujeres. Las llamadas eran convocadas por hombres. Las mujeres solo acompañaban con baile. Muy de a poco fueron empoderándose, pudieron tomar la palabra con más fuerza y comenzaron también las llamadas de tambor y las tocadas de mujeres.

“Este 8-M nos encontramos habitando nuevamente las calles, cuidándonos entre todes. La ronda es abierta, a todas las warmis y disidencias soplantes y danzantes que sientan y resuenen con este proyecto de tinku, de resistencia, de repensarse colectivos y en deconstrucción… ¡No bailamos y soplamos porque sí, lo hacemos porque estamos vivxs! ¡Vivxs, Libres y Plurinacionales nos queremos!” Decía un flyer de Tinkunazo Plurinacional.

Multitudinaria concentración de mujeres del 8-M en las afueras del Congreso de Argentina.

Respecto de las características de esta convocatoria y de otras anteriores, como fueron por ejemplo las de diciembre pasado por la legalización del aborto, Munay, de Inalmama, nos cuenta: “La verdad que fue el lunes una jornada de mucha visibilización, de mucho empoderamiento, ante tanto silencio y ocultamiento. Suele pasar en muchas de las notas que he leído que como que no se entiende lo que es la Comunidad de Warmis Sikuris de Buenos Aires. En realidad no es una banda de sikuris. Nosotras somos mujeres de diferentes agrupaciones de Buenos Aires que nos autoconvocamos. Así nace la primera autoconvocatoria en 9 de Julio y Avenida de Mayo en 2011, que éramos pocas mujeres tocando en varios grupos y entonces nos unimos a ser un solo soplo y una sola ronda. Sigue siendo una autoconvocatoria pero esta vez nos aglutinamos con el nombre de Comunidad de Warmis Sikuris de Buenos Aires, para que toda aquella mujer que toque en diferentes bandas pueda sentirse parte cada vez que nos autoconvocamos. Nosotras hicimos un documento porque hemos hecho varias reuniones por Zoom y presenciales para brindar información de lo que somos justamente porque llegado el momento de la tocada queríamos concentrarnos en la ceremonia, en la reunión, y de lo que es propiamente la marcha, cuidando nuestra ronda, cuidando nuestras wawas… En esos momentos, me gusta más bien poder compartir ahí con las hermanas, estar atenta con la ceremonia, la tocada, estar guiando a la grupa, poder ver las alegrías, las tristezas, el cansancio también, porque fueron muchas horas, nos autoconvocamos alrededor de las 13:00 horas, empezamos a marchar a las 16:00, o un poquito más. Hay otras organizaciones: … las antirracistas, que hicieron ahí también su espacio en todo ese recorrido, después está la Comunidad de Sikuris Mama Quilla, que ellas sí son una banda que hacen una performance con los tinkus y generaron lo que es el tinkunazo. Había muchas hermanas de diferentes grupas: Arco iris, del Falla, de Runa masi, Tres ombues, de Julio crespo, Inti Patzi, Qantati oruri, Claveles rojos, Sartañani, Culiacas, Depatriarcales, es una convocatoria de varias mujeres originarias que estamos residiendo acá en Buenos Aires. Hay muchas organizaciones, por suerte, que estamos militando cada una con una mirada diferente, pero a su vez igual pueblos originarios y las invisibilizadas … estamos en la misma lucha, vamos por diferentes caminos, pero eso hace que nos visibilicemos un poco más. Mucho por caminar todavía porque en cualquiera de esas columnas somos pocas diríamos, ¿no?, tratamos de sumarnos, pero seguimos siendo pocas ante tantas otras organizaciones, así que bueno es cuestión de visibilizarnos para concientizar y que retumbe ahí en otras personas su identidad”.

Uno de los lugares de esa gran convocatoria que se dieron las mujeres de esta comunidad que se reúne para eventos como el del lunes 8-M, tuvo lugar en la Plazoleta de los pueblos originarios en Av. de Mayo y 9 de Julio, otro fue Av. de Mayo y Lima, y se fueron sumando desde otros lugares otras grupas, de modo que la llamada fue creciendo, fue creciendo como el empoderamiento de estas mujeres que ahora sí son visibles, porque «existimos y resistimos», como dice alguna frase por ahí. Caminaron tocando desde allí hasta Plaza Congreso, desde las dos de la tarde hasta las nueve de la noche. Fueron haciendo altos. Tomando agua, alguna otra bebida energizante, “o chicha, una bebida andina que llevó la sikuri Delia Claros, la elabora ella misma. Un aprendizaje de generaciones”. Porque el sikus y el calor, a veces bajan la presión.

Fueron distintas comunidades y cuerpos de baile que se dieron cita, y la música y el baile de esos diferentes espacios se fueron acoplando y haciendo cada vez más colectivos: “Sikuris Mama Quilla, tocaron laquitas (…) y tinku. Las Sikuris Warmi Sikuri, la Unión de mujeres sikuris tocaron otros ritmos: qanthus, italaques, sikureadas…”, nos dice Mariana Amaru, docente y sikuri, que se hizo partícipe en esa tarde. Era contagioso escucharlas. De hecho en el camino, allá por las ocho de la noche se les sumó una grupa de baile feminista. Se multiplicó la ronda en ese momento. El disparador fue una de las performance de Mama Quilla, que partía del canto: “Al macho machete”, que sumó muchísimas adhesiones, aplausos, vivas al baile colectivo. Se unificaba así esa distancia que parece haber muchas veces entre las mujeres racializadas de Buenos Aires y las otras, porque el enemigo es el patriarcado. Atrás de todo, mujeres con atuendo andino, algunas con sus wawas en el aguayo, cerraban la caravana: “Después de hacer un recreo, de llegar a Plaza Congreso, a la primer placita que está sobre Yrigoyen, nos quedamos ahí comiendo, sentadas, tomando alguito, y después volvieron las ganas de seguir tocando, vimos que era temprano y decidimos marchar, y ahí fue cuando ya nos dimos cuenta que no había tanto movimiento, que las calles estaban por ahí un poco más libres, nos volvimos a hacer la formación, y fuimos… fuimos con la intención de llegar hasta donde siempre nos tapan todos los partidos políticos. Sucedió que pudimos avanzar y llegar ahí, a tocar ahí enfrente del Congreso, que eso fue muy significativo para nosotras, para todas, y super gratificante, eso nos llenó también de fortaleza, porque la gente también nos recibió muy bien, con aplausos viste como con ese aliento. A pesar de la hora, todavía éramos muchas, éramos más de 20. Así que bueno, cargando con las wawas incluso, decidimos dar la vuelta, volver hacia 9 de Julio y nos fuimos tocando hacia la placita de los pueblos originarios donde surgió todo empoderamiento que ahora tenemos”, nos cuenta Munay.

Ya cerca de las 21:00 hrs., cuando gran parte de la movilización desconcentraba, y como les sikuris siempre se quedan hasta el final, las mujeres originarias comenzaron a tocar nuevamente, y emprendieron su marcha hacia el frente del Congreso, se renovaron espectadoras y aplausos, las nuevas generaciones, la niñez indígena pasó nuevamente al centro a recrear los bailes colectivos. Y se dio cuenta así de que ya hay más de tres generaciones sosteniendo la visibilidad y las voces de las mujeres y disidencias indígenas en Buenos Aires. La música acerca diferencias, saca sonrisas, hace avanzar las luchas.

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Melina Sánchez Docente y comunicadora indígena

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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