El eco del discurso del Presidente de la República francesa, del 16 de marzo de 2020, sigue resonando en las mentes: «Estamos en guerra», repitió siete veces Emmanuel Macron. Si el enemigo es invisible y la guerra sanitaria, los términos usados tuvieron un impacto muy fuerte.
Ese mismo día el Gobierno decidió cerrar las escuelas, universidades, restaurantes, bares, como «todos los comercios no esenciales a la Nación», manteniendo las elecciones municipales que tomarían lugar cuatro días después.
El pueblo francés se ha acostumbrado a este tipo de anuncios, temiendo las alocuciones oficiales del Presidente, del Primer Ministro y del Ministro de la Salud.
«Descanso y paracetamol» ha sido el lema de las autoridades en estos últimos meses. Pero, después de dos cuarentenas y opiniones diversas de virólogos internacionales, los consejos médicos no han cambiado: «No existe tratamiento para abordar el Covid-19, la única solución es la vacuna». Una tras otra se desacreditan las «teorías» de posibles tratamientos.
El 13 de enero de 2020, justo antes de la pandemia, se clasificó como «sustancia venenosa» en Francia a la única molécula sospechada de ayudar en el tratamiento del Covid-19, la hidroxicloroquina. Desde esa fecha, el antipalúdico, utilizado por años, solo se puede conseguir con receta médica. Un virólogo francés de renombre internacional, Didier Raoult, desarrolló al mes siguiente un estudio sobre la eficacia de la hidroxicloroquina, investigación esperanzadora que demostró la eficacia del tratamiento en cuanto a la carga viral y el tiempo de contaminación.
Basándose en otro estudio, «Lancet gate», el Gobierno francés y los medios de comunicación locales desacreditaron la eficacia de la hidroxicloroquina como tratamiento para el Covid-19. La revista británica The Lancet, que había publicado el trabajo de Raoult, tuvo que retirarlo al poco tiempo, pese a que la empresa estadounidense que había proporcionado los datos para desmentir resultó ser una empresa fantasma, dirigida por perfiles alejados de la ciencia, como una redactora científica especialista en ciencia ficción. Un fracaso para muchos medios que habían utilizado la revista para difundir informaciones falsas.
El remdesivir, tratamiento utilizado para tratar ébola, es plebiscitado por el laboratorio estadounidense Gilead, que vió su volumen de negocios aumentar un 10% en 2020: los médicos se multiplicaron en los programas televisivos franceses para hacer propaganda de la eficacia de dicho tratamiento. Europa firmó un contrato en 2020 para concretar la venta de 500 mil dosis del antivírico, desembolsando más de mil millones de euros para el tratamiento milagroso. El único problema fue que a finales del año pasado aparecieron numerosos estudios que negaron su eficacia y la propia Sociedad Europea de Medicina Intensiva desaconsejó su uso en caso de Covid-19.
En las últimas semanas se publicaron varios estudios cuestionando un posible vínculo entre la utilización de plasma de convalecientes del Covid-19 combinado con el remdesivir en pacientes inmunodeficientes y la aparición de variantes del virus. De hecho, en noviembre pasado, la Organización Mundial de la Salud(OMS) se opuso a la utilización del remdesivir para el tratamiento del coronavirus.
Después de 300 días de «estado de emergencia sanitaria», en los que el Primer Ministro gobierna por decreto, Francia sigue sin solución contra la pandemia. Para gestionar la crisis se ha prorrogado el estado de emergencia hasta junio de 2021, con esperanzas de que la vacunación ayude a poner fin a este estado de excepción con tendencias autoritarias. Solo un 1% de la población ha recibido la dosis completa de la vacuna y siguen habiendo casos de contagiados en todo el territorio.
Algunos ciudadanos comenzaron a levantarse a través las redes sociales, denunciando la mala gestión de la crisis. A través del artículo «J’appelle», publicado el 22 de enero de 2021, el cantante francés Francis Lalanne llamó a la movilización del pueblo «ante la tiranía del Gobierno». En su publicación afirmó que la emergencia sanitaria «se convierte en una enfermedad crónica de la república».
Mientras tanto, un toque de queda a las 18:00 hrs. para el territorio metropolitano es lo que decidió hace unas semanas el Gobierno francés. Esta medida, prevista en principio para solo dos semanas, ya lleva casi un mes.
El Gobierno explora todas las vías alternativas a la cuarentena, imponiendo el uso del barbijo en espacios públicos; el cierre de restaurantes y las galerías comerciales de más de 20 mil m²; instaurando un toque de queda con el que espera reducir el número de contagios. Sin embargo, estas medidas parecen insuficientes y se rumorea un confinamiento parcial para los fines de semanas en algunas regiones.
El número de casos sigue en aumento, con más de 22 mil contagios en las últimas 24 horas, contra los 16 mil de la semana pasada. Sin embargo, la cifra de muertes se mantiene estable y la Agencia Nacional de Salud comunicó que murieron 160 personas de Covid-19 en los hospitales esta semana, contra 164 la semana pasada.
A nivel de las vacunas, Francia continúa sin tener su propia vacuna y tiene un retraso significativo en su programa de vacunación. Solo un millón de personas recibieron las dos inyecciones recomendadas y otras dos millones recibieron la primera dosis.
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Tanita Gutiérrez Analista internacional








