En un mundo de «todos contra todos»: claves para entender los cambios que vienen

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Tal como ya habíamos previsto, una vez más fracasó el intento de los Demócratas de someter a Donald Trump a un juicio político que podría haber llevado a durísimas penas políticas y eventualmente judiciales contra el expresidente. La lealtad de los senadores Republicanos le dio su blindaje a Trump. Solo siete senadores de su partido se unieron a los acusadores, ganándose con eso el más que dudoso destino político de los que aparecieron como traidores a las bases que los habían elegido.

Pero, más allá del persistente Trump, hay una verdadera marea internacional de gobernantes y políticos dispuestos a recurrir a las Fuerzas Armadas y policiales para resguardar lo que ellos entienden como el «orden y la normalidad de la nación».

De hecho, incluso dentro de Estados Unidos hay analistas de alto nivel académico que se preguntan hasta qué punto los militares y policías reciben realmente una educación sobre los valores democráticos y los Derechos Humanos.

El profesor e investigador de ciencias sociales Sandor Fabian, de la Universidad Central de Florida, esta semana destacaba cómo las instituciones militares de Estados Unidos han entrenado y capacitado para una eficaz acción de sangre y fuego a individuos que luego fueron dictadores que destruyeron regímenes democráticos en todo el mundo, desde Sudamérica y África hasta los más remotos rincones de Asia. De hecho, en el reciente golpe militar de Myanmar están participando ahora militares que fueron formados en Estados Unidos.

Y, por cierto, el agrio quebrantamiento interno que exhibe la política estadounidense hace que desde todos los rincones del mundo se reitere la sospecha de que en el llamado Mundo Occidental, lo que se está quebrantando es el paradigma político, cultural y económico que conocemos como “Modelo Liberal”.

América Latina, derrumbe de modelos

En nuestra América Latina ese quebrantamiento se está expresando en el derrumbe de los gobiernos de derecha que parecían irrumpir triunfales, desplazando incluso a exitosos regímenes progresistas que eran de centro-izquierda, como ocurrió en Honduras, con el golpe militar contra el presidente Manuel Zelaya, en 2009, donde los golpistas fueron aceptados de inmediato como democráticos por el gobierno de Barack Obama.

Siguieron los reemplazos dudosamente democráticos en Paraguay, con la destitución del presidente Fernando Lugo, en 2012; la destitución de la presidente Rousseff, de Brasil, en 2016, que llevó al poder al inverosímil Jair Bolsonaro.

Siguió la fractura del peronismo en Argentina, que permitió que el derechista Mauricio Macri ganara la presidencia en 2015, y dejó a su país prácticamente en quiebra. En Perú, en 2016 fue elegido el neoliberal Pedro Pablo Kukzynki, quien tuvo que renunciar en 2018 por un escándalo financiero que hasta hoy lo tiene en la cárcel. Luego, en 2017, en Ecuador, el supuestamente izquierdista Lenín Moreno ganó con los votos de la centro-izquierda que apoyaban al presidente Rafael Correa y, no bien elegido, se desenmascaró como ultraderechista acérrimo.

En 2019, en Bolivia, el presidente Evo Morales fue forzado a renunciar y huir al extranjero, por un golpe facilitado por la Organización de Estados Americanos (OEA). En Honduras, se afirmó en el poder el muy derechista Juan Orlando Hernández, en 2018, tras elecciones  tan fraudulentas que la misma OEA recomendó anularlas. Este presidente ha sido denunciado internacionalmente por recibir sobornos millonarios de los carteles de drogas, pese a lo cual se mantendrá en el poder todavía hasta el próximo año.

En fin, la aparente marea triunfal de la derecha latinoamericana ahora aparece convertida en bajamar. De hecho, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, políticamente centro-izquierdista, se encuentra en estos momentos asediado por la mayoría derechista del Congreso, y se mantiene precariamente en el poder gracias al apoyo popular y el de las Fuerzas Armadas, que también son populares.

La semana pasada, el presidente Bukele denunció que la gran prensa internacional, incluyendo la agencia noticiosa Associated Press (AP), está falseando sistemáticamente las noticias, llegando a propalar mentiras flagrantes a sabiendas. Mencionó que la AP había inventado un supuesto viaje del propio presidente a Washington, para solicitar una entrevista con el presidente Biden. Era mentira, y pese a haber sido desmentida incluso por personal diplomático estadounidense, esa agencia noticiosa la despachó internacionalmente, a todo el mundo.

El caso ecuatoriano

En estos momentos, el centro del derrumbe de la derecha latinoamericana está en Ecuador, donde el gobierno del travesti político Lenín Moreno tiene un apoyo popular del 8%, y tiene a su país convulso y en situación de extrema pobreza.

En las elecciones del domingo antepasado, el candidato de centro-izquierda Andrés Arauz, apadrinado por el expresidente Rafael Correa, obtuvo la primera mayoría con el 32.20% de los votos.

Disputándose la segunda mayoría para la segunda vuelta, quedaron en empate virtual el candidato derechista Guillermo Lasso, y el indigenista Yaku Pérez, del partido Pachakutik, ambos con fracciones sobre el 19%. Y, en cuarto lugar, el candidato Xavier Hervás, del Partido de Izquierda Democrática, que obtuvo el 16%. O sea, la votación de izquierda y centro-izquierda llegó al 68%, frente a menos del 20% de la derecha.

Ante esa situación, el candidato derechista Guillermo Lasso está intentado llegar a una rarísima alianza con el candidato indigenista Yaku Pérez, en torno a la misión de impedir que el movimiento encabezado por Rafael Correa pueda volver al poder con Andrés Arauz.

Pese a sus declaraciones iniciales reconociendo que el proceso eleccionario había sido sano y correcto, ahora el derechista Lasso se sumó a la petición de Pérez de revisar nuevamente la totalidad de los escrutinios en 17 zonas electorales, en procura de supuestos votos adulterados en favor de Andrés Arauz. ¿No le recuerda eso un poco a Donald Trump?

En forma inesperada, sin exhibir fundamentos de irregularidades, y sin participación del candidato mayoritario, el Consejo Nacional Electoral (CNE), asesorado por el Secretario General de la OEA, el ya famosísimo Luis Almagro, dispuso llevar a efecto un nuevo escrutinio con la esperanza de que Lasso pueda ser la segunda mayoría y por ende postular a la presidencia en segunda vuelta.

De inmediato se alzaron voces de las organizaciones indígenas condenando la incomprensible alianza con la derecha, y anunciando que de ningún modo votarán en segunda vuelta por el derechista Guillermo Lasso.

Pero, más aún, si se mantuvieran aproximadamente las mismas proporciones de la primera vuelta, la suma de los votos de Guillermo Lasso y Yaku Pérez es de solo un 38.25% de los votos, mientras que los votos de Andrés Arauz y Xavier Hervás, ambos de izquierda, suman un 48.60%.

Es decir, ni siquiera en un contubernio insostenible del movimiento indígena con la derecha, puede la derecha soñar con llegar al poder.

Navalny, Occidente y Rusia

Junto con la absolución de Donald Trump en el Senado, y el retorno de los gobiernos progresistas en América Latina, el acontecimiento más importante de la semana pasada fue el enfrentamiento diplomático entre Rusia y la Unión Europea (UE) en relación a la condena a tres años de cárcel sobre el dirigente opositor Alexei Navalny, por haber burlado el cumplimiento de un fallo judicial que lo había favorecido antes con detención domiciliaria, pero que él rompió para viajar fuera del país.

Además del caso Navalny, el encuentro de los ministros de exteriores de la UP, Jossep Borrel, un español, con su par Sergei Lavrov, de Rusia, tocó los temas críticos de Bielorrusia y de las provincias rebeldes del este de Ucrania.

El tono de la diplomacia europea fue sorprendentemente autoritario y agresivo, llegando a mencionar la posibilidad de prolongar las sanciones económicas europeas contra Rusia o incluso agregar otras nuevas.

La posición rusa fue de muy tranquila cortesía para decir que Moscú no aceptará amenazas. El canciller Lavrov señaló que, infortunadamente, las relaciones de Rusia con la UE se han desarrollado inadecuadamente por falta de confianza mutua.

Lavrov señaló que, si la UE llega a imponer nuevas sanciones contra Rusia, esta simplemente puede cortar toda relación con Europa. No es que Rusia quiera romper relaciones, pero ante nuevas agresiones tendría que hacerlo y lo hará.

Más aún, señaló Lavrov que ya la UE está entrometiéndose gravemente tanto en la política interna de Rusia como en la de su aliada Bielorrusia, y que, en forma inaceptable e insolente, funcionarios diplomáticos europeos han participado en protestas callejeras, en territorio ruso, contra el gobierno de Rusia.

Finalmente, el ministro Sergei Lavrov le comentó al español Borrel que el lenguaje cortés y ponderado que ha mantenido Rusia en su diálogo con Europa no debe ser interpretado como una muestra de debilidad. Y que, si se da el caso, Rusia aceptará cortar por completo su relación con Europa.

Y en forma casi, casi bien humorada, el ministro Lavrov citó la célebre frase: “Si vis pacem para bellum” («Si quieres la paz prepárate para la guerra”), del estratega romano Flavio Vegerio Renato.

¿Cuánta seriedad hay en el tono amenazante de la UE con Rusia? Es muy notorio que, justo en los momentos en que Borrel se enfrentaba con Lavrov, la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyden, estaba solicitándole a Rusia que conceda derechos a las farmacéuticas europeas para que produzcan allá la vacuna Sputnik V contra el Covid-19, considerada de muy alta efectividad y confiabilidad.

Tanto la UE como Rusia saben que Moscú ya tiene fuertes aliados en varios gobiernos europeos. También saben que los partidos políticos europeos, en toda la gama, comprenden que el alejamiento duro de Rusia, el cierre de sus fronteras occidentales, implica que la alianza de Rusia y China se fortalecerá aún más y bloqueará para los europeos todo acceso terrestre a la inmensidad del continente asiático. Y que, pese a las desesperadas presiones de Washington, reiteradas ahora por Joseph Biden, el gasoducto Corriente Norte 2 proveerá el gas barato y abundante que Europa necesitará todavía durante muchos años más.

Y, por último, que Rusia es un socio estratégico de inmensa importancia para Europa para dialogar sobre Irán, Siria, Libia y el Océano Ártico, y también para articular en términos reales las acciones mundiales contra el cambio climático y la defensa de la ecología planetaria.

En términos verdaderos, en estos momentos Rusia es un socio imprescindible para Europa. Tanto o eventualmente más importante, en términos inmediatos, que Estados Unidos y que China.

Por su parte, el presidente Vladímir Putin, en su encuentro digital abierto con el público ruso, señaló que durante los últimos 20 años Rusia ha estado diseñando e implementado las bases para la Cuarta Revolución Industrial, basada en la aplicación intensa de la inteligencia artificial y la robótica.

Señaló que ya Rusia, y coordinada también con China, ha establecido las bases para que la nueva economía absorba a las nuevas generaciones de trabajadores que necesitan recibir educación y entrenamiento adecuado.

En su exposición, Putin señaló que la pandemia del Covid-19 ha sido un factor de doloroso desafío para la gente y las naciones, pues ha venido a precipitar aceleradamente la necesidad de cambios estructurales, respondiendo a transformaciones que venían acumulándose desde hace ya largo tiempo.

Enfatizó Putin que es un sueño irracional creer que las cosas podrán volver a ser como eran antes. De hecho, Putin comentó que Estados Unidos está consciente de que viene velozmente una nueva economía, junto a una nueva producción y un mercado cada vez más ajeno a lo que conocíamos.

De hecho, el presidente ruso comentó que el curso que están tomando las economías occidentales de Estados Unidos y Europa, y las personas que están siendo asignadas al control de la economía, hacen prever el comienzo de la llamada “Economía de reflación”, que contempla la emisión de enormes sumas de dinero de manera sincronizada con procesos productivos, que permiten generación de riqueza real sin que haya verdadera inflación.

Eso permite comprender mejor, por ejemplo, el desmesurado aumento del valor de las criptomonedas, como el bitcoin, que en menos de 20 años ha aumentado su valor, de 250 dólares iniciales, a 48 mil dólares en las últimas semanas.

Sobre el mismo tema financiero, el periódico financiero Fiscal Times, de Nueva York, dio a conocer que el presupuesto fiscal de Estados Unidos, que deberá aprobar el Congreso ahora, ya presenta un déficit de dos millones 300 mil millones de dólares, y eso sin considerar los dineros de estímulo para enfrentar la crisis económica de la epidemia de Covid.

El monto de los dineros de auxilio prometidos por el presidente Biden, que esperan ser aprobados por el Congreso, supera la cifra de mil 900 mil millones de dólares adicionales.  

Y, oiga… para hacerse una idea de lo que son esas sumas, recordemos que el total del producto interno bruto de Chile solo llega a 546 mil 394 millones de dólares. O sea, solo en el auxilio a la gente para enfrentar la pandemia del Covid, Estados Unidos ha movilizado tres veces más dinero que el valor de todo lo que se produce en Chile durante un año entero.

Así resulta natural que el valor real del dólar no sea más que un recuerdo entre gigantes financieros que aceptan, por ejemplo, que, hoy día, siete mil 936 dólares valen una tonelada de cobre. Es decir, no es el dólar el que le da valor al cobre, no. Es el cobre el que le da valor al dólar.

Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense, hay peligro… peligro de no alcanzar a adaptarnos a la nueva realidad que se nos viene encima.

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Ruperto Concha Analista internacional

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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