1) El legado de Moreno
Durante la década (2007-2017), de conducción política del movimiento Revolución Ciudadana en sus tres gobiernos, el Estado ecuatoriano no cambió en su carácter orgánico de clase, pero sí se sentaron las bases para continuar una reforma ascendente y alcanzar una sociedad más justa y moderna, y un Estado con soberanía. En los comicios de 2017, la mayoría de la población votó por la continuidad de ese progresismo en el gobierno. Sin embargo, el traicionero giro de Moreno hacia políticas neoliberales en políticas internas y externas, colocó a las fuerzas progresistas ante tres problemas graves:
i. La debacle económica creada por los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que buscan completar la privatización de empresas públicas, reducir las capacidades del Estado, el aumento de la dependencia del capital financiero internacional, el incremento de la deuda externa, la “cumplida cancelación” de sus intereses (incluyendo desembolsos en oro) y el pago a los tenedores de bonos que hipotecó al país hasta el año 2040. Además de todo ello, Moreno convirtió el suyo en un gobierno de la antimodernidad. Así, en el país se paró al ferrocarril, se cerró la empresa pública del Correo, el turismo hacia Galápagos empezó a destruirse debido a los miles de vuelos de aviones de guerra gringos a los que se les permite sobrevolar las delicadas islas, la endeble industria ecuatoriana se quedó sin políticas de protección, al favorecerse al capital importador ligado al financiero y al contrabando.
ii. La desprotección de la población ante la pandemia del Covid 19, debido al inducido colapso del sistema hospitalario, al despido de médicos y personal de salud, a la disminución del presupuesto de salud, y a la sustitución de una política de salud por una política de corrupción (a través de mafias) en el Estado, lanzando a la población enferma a la feria de los altos precios de tratamientos en clínicas privadas, que convirtió al Ecuador en el país con más muertes por millón de habitantes en el mundo.
iii. La pérdida de la democracia ecuatoriana puesta en disponibilidad por el control del gobierno de Moreno en manos del capital financiero y de las oligarquías regionales, mostrándose que no hay fractura en este pacto neoliberal que incluso ha concitado el apoyo de sectores subalternos (sectores indígenas, hoy socialmente más diferenciados, y otros corporativizados) que ponen en disputa no solo a las clases medias, bastión del progresismo, sino a los votantes de sectores de trabajadores, mostrando una grave fragmentación en los sectores populares; por la entrega de los servicios de inteligencia del Estado al gobierno de Estados Unidos, y porque a esta situación se añade hoy la ausencia, en la burguesía ecuatoriana, de un partido liberal-demócrata que por razones doctrinarias y de legalidad se resista a los despropósitos de los pactantes neoliberales. Todos ellos han levantado su lucha contra el progresismo y contra la democracia, hasta las banderas, pretendiendo inocular por doquier su virus del “anticorreísmo” y mostrarse dispuestos a enrarecer las elecciones con serios temores de un fraude electoral, para muchos, en ciernes.[i]
2) Caracterización de la escena política-electoral
La traición de Moreno contra su partido y su programa se consolidó con gran celeridad durante 2017, y los actores que no habían aún conocido su verdadera posición y eran contrarios al progresismo, concurrieron prestamente a mostrarle su apoyo. Pero de todo este revoltijo, Moreno y su gobierno se han convertido en los actores más perversos en esta campaña electoral, hiriendo reiteradamente a la democracia, y sembrado minas en el terreno electoral del proceso. Judicializaron la campaña e hicieron condenar a Correa, en un juicio espurio, pues cuando él fue designado candidato a la Vicepresidencia con Arauz, la sentencia le quitó todos sus derechos políticos.
Luego pretendieron impedir la existencia de la candidatura del binomio más popular (Arauz-Rabascal, Lista 1, según casi todas las encuestas), e inmediatamente actuaron para impedir que se debilite al contendor neoliberal Guillermo Lasso (un millonario pero sin vínculos socioeconómicos con los votantes, pues él es solo un empresario-cuenta-dinero), frente al aparecimiento del empresario multimillonario, del sector productivo, que bien podría desplazarlo (seguramente por estar en el sector productivo en cuatro provincias de mucha gravitación electoral como Guayas, Los Ríos, El Oro y parte de Manabí) en la producción y comercialización exportable de banano. Todas las encuestas lo proyectaban como un fuerte contendor.
Por último, están jugando al póker de una segunda vuelta con la proliferación interesada de candidaturas para mermar el chance de que alguien obtenga un 40% de los votos, y por lo tanto haya un balotaje. Para lograr esa dispersión hay tres candidaturas nacidas del gobierno de Moreno:
1. Gustavo Larrea, su gran mentor que lo llevó a la candidatura vicepresidencial en 2006.
2.Fernando Velasco, su exministro de Cultura y afiliado al movimiento de acción electoral de la exministra de Gobierno María Paula Romo (antes llamado, a lo gringo, “Ruptura de los 25”).
3. Ximena Peña, única mujer candidata del partido de Moreno, (Alanza País), robado a la dirigencia progresista y que en sus manos se ha convertido en una fuerza de derecha.
Así, en el actual panorama, Moreno, el segundo Judas de la política ecuatoriana, tiene un pacto con el banquero Guillermo Lasso y su candidatura, para que le cubra sus espaldas. Y el Partido Social Cristiano, otrora fuerte en Guayaquil, se habría también comprometido a darle un apoyo más oblicuo: ese partido retiró a su precandidata Cristina Reyes para hacer un pacto con el banquero Lasso, e intentar robustecer su juego en la futura Asamblea Nacional. Ese es el meollo de estas elecciones presidenciales, en las cuales crece día a día el progresista binomio Arauz-Rabascal.
El resto de candidatos son todos neoliberales y progringos, o candidaturas de derecha y centro derecha, aunque algunos digan que cuando niños o jóvenes jugaban fútbol con la izquierda para dar la bola al centro. Otros, los menos, son candidatos profesionales que deben asegurar sus bases regionales de poder político, particularmente de Cuenca y Guayaquil, que, sin el presidenciable Jaime Nebot en la contienda, creen poder cosechar votos en la Perla del Pacífico. Entonces, el panorama es de un enfrentamiento del neoliberalismo criollo –seguro con apoyo de la Embajada de Estados Unidos que siempre interviene en nuestras elecciones– y la única candidatura progresista, para seguir haciendo historia a favor del pueblo ecuatoriano y de la unidad e integración de nuestra América meridional.
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Rafael Quintero López Político, diplomático, académico y científico social
[i] El virus del anticorreísmo se encarna en la postura de: “¡Con el correísmo nada!”.
