Elecciones en Estados Unidos: las dos caras de una falsa moneda

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Por Carlos Flanagan

Hoy, martes 3 de noviembre, tendrán lugar las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América.

Luego de un largo proceso de elecciones internas de candidatos, se enfrentarán Donald Trump, que con 74 años aspira a su reelección por el Partido Republicano (PR), y Joe Biden, por dos veces vicepresidente de Barack Obama, de 78, por el Partido Demócrata (PD).

Democracia ma non troppo

Desde hace mucho tiempo, estas elecciones se han convertido en un verdadero show mediático retransmitido “en directo” y hasta el hartazgo en nuestros países por todos los medios masivos de comunicación; especialmente los privados.

Con una originalidad conmovedora, todos los canales de televisión instalan sus unidades móviles en la Embajada de estados Unidos y destacan a sus avezados periodistas que llegado el momento le preguntan al Embajador o Embajadora según corresponda: “su opinión sobre esta verdadera fiesta de la democracia, ejemplo para el mundo”. Todo un alarde de periodismo de investigación.

Si de investigación hablamos y hacemos un somero ejercicio de la misma, veremos que “la gran democracia del Norte” no es lo que aparenta ni mucho menos. Veamos algunas de sus “peculiaridades”.

Se puede comprobar que la elección de Presidente y Vicepresidente no es de carácter directo; es indirecta. Vale decir que el elector al ejercitar su derecho al sufragio, en realidad está eligiendo a 538 miembros de un Colegio Electoral, quien es la autoridad que mediante su votación mayoritaria (bastarán 270 votos) decidirá quién es el presidente del país.

El Senado está compuesto por 100 miembros. Cada uno de los 50 Estados de la Unión tiene un cupo de dos senadores, sin importar el número de su población. Tomando las cifras del último censo de 2010, el Estado de Wyoming, el de menor población, con 493 mil 782 habitantes, tiene dos senadores; al igual que California, con 37 millones 253 mil 956 habitantes. Todo un absurdo.  

A su vez, la elección de los senadores en cada Estado no es proporcional a los votos obtenidos por cada partido. El candidato o candidata presidencial que resulte triunfante en un Estado, así sea por un voto, no solo se lleva las dos bancas al Senado, sino además la totalidad de los miembros del Colegio Electoral que le correspondan a ese Estado para elegir presidente.

Con este sistema “democrático”, desde la pasada elección, el PR detenta la mayoría en el Senado (53 contra 47), habiendo obtenido 17 millones de votos menos que el PD.

Pero peor aún: por lo antedicho, en la “gran democracia del Norte” la o el candidato presidencial que obtiene más votos en total no siempre es quien gana.

Hillary Clinton en 2016 recibió casi tres millones de votos más que Donald Trump: 65 millones 844 mil 954 para Clinton frente a 62 millones 979 mil 879 para Trump. Pero “perdió”.

Todo una muestra de respeto a la voluntad popular…

Antecedentes históricos

Como en muchos otros casos, los antecedentes históricos los encontramos en Inglaterra.

Ya en la Edad Media, existían los llamados “burgos podridos” (rotten boroughs).

Así se llamaba a los burgos que a pesar de estar prácticamente despoblados tenían por disposición real (la “Royal Chart”) la potestad de elegir a dos miembros para la Cámara de los Comunes igual a la de otros que tenían mucho más electores.

Estos pequeños “burgos podridos” eran generalmente dominados por un noble (que por serlo era miembro nato de la Cámara de los Lores) y que por esta vía digitaba a quienes debía elegirse para la Cámara de los Comunes; asegurándose así su influencia en ella. Hubo casos emblemáticos como los burgos de Old Sarum con tres casas siete votantes o el de Dunwich con 44 casas y 32 votantes.

Este sistema fue abolido en 1832 con la llamada Reform Act.

En Estados Unidos su nada democrático sistema funciona desde 1791 y no existe voluntad política alguna para reformar la Constitución y modificarlo.

Pese a todo lo expresado, no nos es indiferente el posible resultado de la elección. Un nuevo período de un individuo filo-fascista y guerrerista como Trump, sería una seria amenaza a la paz mundial con las previsibles nefastas consecuencias para toda la humanidad.

La moneda falseada

Ahora bien; no desear una victoria de Trump es una cosa y pensar que la política de Biden y el PD hacia América Latina y el Caribe resultará mejor para nuestros pueblos, es otra muy distinta.

La política expansionista y de hegemonía de Estados Unidos hacia nuestra región ha sido y es una política de Estado y como tal llevada adelante por todos sus presidentes, sin excepción, sean estos demócratas o republicanos.

El resultado de una u otra opción es tan tramposo como hacer un sorteo “a cara o cruz” lanzando al aire una moneda falseada que tenga una cara en el anverso y otra en el reverso.

Fue tan intervencionista la política llamada “del gran garrote” de principios del siglo XX practicada por Theodore Roosevelt, como la del republicano Dwight Eisenhower derrocando a Jacobo Árbenz en Guatemala en 1954, como el simpático demócrata John F. Kennedy ordenando la invasión a Cuba por Playa Girón en 1961, el también demócrata Lyndon B. Johnson y el golpe de Estado contra Joao Goulart en Brasil en 1964, o los republicanos Richard Nixon y luego Gerald Ford prohijando los golpes de Estado contra Allende en 1973 y luego los demás en el Cono Sur. O finalmente el sonriente Barack Obama del PD –de quien algunos ilusos pensaron que por ser el primer presidente afrodescendiente sería diferente– y por el contrario aumentó el bloqueo a Venezuela, redactando en marzo de 2015 una acción ejecutiva que la declaraba “una amenaza para la seguridad nacional”. Toda una perlita.

Más elocuente aún fue su secretario de Estado, John Kerry, quien en un discurso ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes en abril de 2013 dijo: “América Latina es nuestro patio trasero (…) tenemos que acercarnos de manera vigorosa”. A confesión de parte…

Parafraseando al asesor de W. Clinton, James Carville, quien acuñó en la campaña electoral de 1992 la conocida frase “es la economía, estúpido”, podríamos decir: “es el imperialismo, estúpido”.

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Carlos Flanagan Exsecretario de RR.II. del Partido Comunista de Uruguay, exmiembro de la Comisión de Asuntos y Relaciones Internacionales del Frente Amplio (Carifa) y exembajador de Uruguay ante el Estado Plurinacional de Bolivia

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