La victoria chilena en su justa dimensión

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Por Virginia Montilla

El proceso de votación y aprobación para la redacción de una nueva Constitución Nacional para Chile es un evento de profunda trascendencia política y social para Chile y para Sudamérica debido a varios factores.

El primero de todos ellos, es la materialización política, por la vía democrática, de los objetivo de las movilizaciones sociales que presenciamos en el país hace más de un año. No solo en Chile. Estas movilizaciones las vimos, con mayor o menor fuerza en Ecuador y Colombia. A pesar de la intimidación y represión policial, esa fuerza social fue consecuente con su objetivo de romper con el sistema político y social existente y se mantuvo en pie de lucha hasta lograrlo. Vale destacar que producto de la aparición de la pandemia del coronavirus se impidió que muchas de las manifestaciones de calle se mantuvieran, y corría el peligro de diluirse en el tiempo. Además, debido a la crisis económica y la misma pandemia, el Gobierno pospuso la realización de la consulta nacional, por considerarlo costoso en lo económico, sabiendo que en verdad buscaba ganar tiempo, conociendo de antemano el resultado del mismo.

Este movimiento de masas que ha nacido de manera genuina y desde el pueblo, luchando contra todo el aparato y fuerza de los medios de comunicación nacional e internacional que quisieron desvirtuar su naturaleza, carece de un aparato político (partido político) o líder único. Este movimiento social consiguió capitalizar el descontento social existente en la sociedad chilena generada por la clase política y económica postdictadura. Este hecho, le imprime un elemento novedoso, en sí mismo.

Logrado el gran objetivo de aprobar la redacción de una nueva Constitución Nacional y la definición del mecanismo de ejecución, los siguientes pasos son tan complejos como este primero. La redacción de una nueva carta magna que supone la fundación de un nuevo Estado, siendo la base jurídica del bienestar social que esa sociedad desea alcanzar, es un proceso dinámico que lleva varias transformaciones en el tiempo.

«Este movimiento social consiguió capitalizar el descontento social existente en la sociedad chilena generada por la clase política y económica postdictadura»

Como se mencionó al comienzo el surgimiento del movimiento encausa un conjunto muy amplio de descontentos, resulta bastante heterogéneo, con distintos niveles de profundidad, conciencia social y diversidad ideológica y política. Buscar plasmar en una Constitución la mayoría de los deseos de ese gran grupo heterogéneo es un proceso titánico. Limitar cual podrían ser las áreas sociales (educación, salud, reforma laborar, los departamentos de policía y el sector militar, regulación de la empresa privada y el accionar de la economía) hasta llegar a las más especificas sobre la desprivatización del agua, derechos de la mujer, niños, la comunidad de LGBTI+, entre otros, es otro proceso. Se requerirá transformar ese movimiento social en una organización política que permita más organización, consulta y debate profundo de estos temas y los procedimientos a seguir. Por eso vale reflexionar: ¿Quién tomará las riendas en esta nueva etapa? ¿Quién pone los límites de esa transformación social, económica y políticas? ¿Hasta dónde está la sociedad chilena preparada para asumir esos cambios? ¿Cuáles son los prioritarios y los urgentes, o los necesarios y los vitales?.

Sin ánimos de comparar ni desanimar el proceso iniciado por Chile, vale recordar lo vivido en Venezuela en 1999. Tras la victoria de las elecciones del presidente Chávez, él, como líder político, propuso la redacción de una nueva carta magna, cuya columna vertebral fue guiada por el pensamiento político e ideológico que él concebía para el momento. Luego de redactada y aprobada la Constitución, se vinieron otros procesos, como la elección de las nuevas autoridades, la redacción de nuevas leyes orgánicas y reglamentos, y los ajustes siguientes a esa misma carta magna. Se podría decir que, casi 20 años después, con todos los avances legales y sociales alcanzados por la sociedad, aún estamos ajustando el marco legal de ese Estado social que en Venezuela se quiere construir, reconciliándolo a las nuevas realidades y a los aprendizajes alcanzados en la aplicación de algunas políticas como en el caso de las políticas macroeconómicas y la relación con el sector privado, por ejemplo. Lo cual solo evidencia es un proceso orgánico, dinámico y profundo.

Es cierto que muchos chilenos están contentos por el logro alcanzado, es mucho más que simbólico, que además demuestra que ese descontento que vimos por más de un año en las calles de Chile es más profundo y amplio en la sociedad que muchos entendíamos. Casi el 80% de la población que votó el domingo dijo que aprueba la redacción de una nueva carta magna que termine de cerrar el capítulo de la dictadura Pinochet. Sin embargo, también es cierto que podrían pasar varios años hasta que muchos de los deseos se lleguen a materializar y transformar la vida de los chilenos. En el intermedio, varios de los que llevan años protestando y que votaron confiados en el cambio, seguirán padeciendo las consecuencias del sistema de desigualdad.

Los resultados de la consulta sin duda envío un mensaje claro a la actual clase política y económica del país. Fue prácticamente un revocatorio a la legitimidad y reconocimiento al gobierno de Sebastián Piñera. Y a pesar de eso, por lo demostrado hasta ahora, este gobierno no tiene la intención política de realizar reales cambios o beneficios para la sociedad que se podrían ser anticipados al proceso de Constitución.  

Cualquiera que sea el resultado a largo plazo del gran paso dado por la sociedad chilena este 25 de octubre, la victoria de la sociedad, junto a los resultados electorales obtenidos hace una semana en Bolivia, son hechos de esperanza para todos los pueblos y las fuerzas progresistas de la región. Que juntos y organizados pueden encausar las luchas hasta reconquistar el poder político en pro de las causas de los pueblos. Y que esta segunda ola de esperanza, como podría ser catalogada, viene cargada con los grandes aprendizajes, desaciertos y aciertos políticos, económicos y sociales vividos en los últimos 15 años en la región.

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Virginia Montilla Analista política

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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