Por Javier Larraín
A exactamente un año del mundialmente conocido «estallido social» en Chile, las ciudadanas y ciudadanos de este país acudirán a las urnas el próximo domingo, para dirimir allí si desean o no cambiar la Constitución vigente, redactada durante la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet, pilar del sistema neoliberal.
Para conversar acerca del contenido del plebiscito; las formas de trabajo en un eventual triunfo de la opción Apruebo; la participación del electorado que se espera; así como de los desafíos venideros para el país, Correo del Alba conversó con Günther Besser, abogado, Doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, España; profesor de Derecho Procesal de la Universidad de Concepción, Chile; y Jefe de Carrera de Derecho de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Concepción.
En estricto rigor, ¿en qué consiste el plebiscito que se llevará a cabo el domingo 25 de octubre en Chile? ¿Cuáles son las preguntas de la consulta?
Se trata de un plebiscito de entrada para decidir si el país comienza o no proceso para la elaboración de una nueva Constitución y qué mecanismo utilizar para la redacción de la nueva carta fundamental.
En esta línea, el plebiscito consta de dos cédulas electorales. En la primera, se pregunta: «¿Quiere usted una nueva Constitución?», siendo dos las posibilidades del elector: Apruebo o Rechazo. Y en la segunda, se pregunta: «¿Qué tipo de órgano debiera redactar la nueva Constitución?», en cuyo caso también debe elegir el elector entre dos alternativas: Convención Mixta Constitucional, que estaría integrada en partes iguales por miembros elegidos en votación popular y por parlamentarios en ejercicio; o Convención Constitucional, integrada exclusivamente por miembros elegidos popularmente.
¿Cuál es la importancia de este plebiscito y qué expectativas se tienen en cuanto a la participación ciudadana?
El plebiscito tiene gran importancia, porque permitirá que los ciudadanos decidan no solo si se debe mantener o no nuestra carta fundamental, sino que también, como se explicó, el órgano que estará encargado de la elaboración de la nueva Constitución, para el evento de ganar la opción del Apruebo. De esta perspectiva, se trata de un proceso de participación ciudadana tan relevante como el referéndum del año 1988 en virtud del cual se decidió, mediante las urnas, poner término a la dictadura cívico-militar que gobernó el país por 17 años.
Es muy probable que, dada la trascendencia del plebiscito, se alcancen grandes tasas de participación ciudadana en las urnas. Al efecto, se han adoptado varias medidas de seguridad en el contexto de la crisis sanitaria mundial ocasionada por el Covid-19, para garantizar un proceso eleccionario seguro.
¿Puede caracterizarnos las opciones del Apruebo: “Convención Mixta” y “Convención Constituyente”?
Como se indicó anteriormente, en este referéndum la ciudadanía tiene la posibilidad de decidir qué órgano estará encargado de redactar la nueva Constitución para el caso de ganar la opción del Apruebo: una Convención Constituyente, cuyos miembros serían elegidos en votación popular con la exclusiva finalidad de integrar este órgano y avocarse a la tarea de redactar una nueva Constitución; o una Convención Mixta, integrada por igual número de miembros elegidos en votación popular y de parlamentarios que se encuentran actualmente en ejercicio. Estos últimos ejercerían, en este escenario, una doble tarea, serían miembros del Congreso Nacional, y en paralelo integrarían el poder constituyente.
En cualquier caso, el resultado del trabajo del órgano que resulte electo será sometido a un plebiscito de salida, de forma tal que la ciudadanía tendrá la última palabra y deberá aprobar o rechazar la nueva Constitución que proponga la convención.
«Para superar la crisis institucional que comenzó en octubre del año pasado, las fuerzas políticas entendieron que las demandas ciudadanas que exigen mayor justicia social e igualdad solo se pueden canalizar a través de un proceso constituyente»
Para elegir a los integrantes de la convención, cualquiera que ella sea, llamados convencionales constituyentes, se convocará a elecciones populares el próximo año y se aplicarán las mismas reglas para la elección de diputados.
Por cierto, si gana la opción del Rechazo, no se realizará esta última elección, pues la convención no entraría en funciones y se mantendría la vigencia de la actual Constitución.
¿Cuál es el origen de la demanda por un plebiscito por una nueva Constitución?
La idea de reemplazar nuestra Constitución por una nueva que sea fruto de la deliberación democrática entre los ciudadanos y sus representantes, a diferencia de la actual, que se impuso en dictadura, ha estado presente en un sector importante de la población desde que se recuperó la democracia, pero cobró fuerza en los últimos años, en que han quedado en evidencia las dificultades para avanzar hacia un modelo de Estado más activo con el actual marco constitucional.
En este contexto, durante el segundo gobierno de la presidenta Michelle Bachelet se inició una discusión formal para avanzar hacia una nueva Constitución, con participación directa de los ciudadanos a través de cabildos locales y regionales.
No obstante, todo este proceso quedó truncado al terminar el mandato de la presidenta Bachelet, pues el gobierno actual del presidente Sebastián Piñera no continuó la senda constitucional que venía trazada.
¿Cuál es el vínculo entre aquella demanda y el “estallido social chileno”?
Me parece que la conexión entre el denominado «estallido social» y el plebiscito del próximo domingo es indiscutible. Precisamente, para superar la crisis institucional que comenzó en octubre del año pasado, las fuerzas políticas entendieron que las demandas ciudadanas que exigen mayor justicia social e igualdad solo se pueden canalizar a través de un proceso constituyente, pues una nueva carta fundamental, surgida en democracia y sin imposiciones de ningún sector, permitirá sentar las bases de lo que se quiere construir en los próximos años para nuestro país y, por esa vía, se espera que sirva como válvula de escape a la efervescencia que se vive en las calles.
Entre quienes abogan por una nueva Constitución vía Convención Constituyente, ¿cuáles son los temas más relevantes que se perfilan –o al menos los que más resuenan– a ser considerados en nuevo texto constitucional?
Son varias las aspiraciones de los partidarios de una nueva Constitución, aunque conviene tener presente que no todas ellas exigen de una reforma a la carta fundamental. Me refiero, fundamentalmente, a una modificación de nuestro sistema de pensiones, el que se estructura sobre la base del ahorro individual de cada trabajador, administrado por empresas privadas que cobran un porcentaje de ese ahorro por su labor, con independencia del resultado positivo o negativo de las inversiones que se realicen con el dinero de los cotizantes. Este sistema no se encuentra regulado en la Constitución actual, por lo que podría reemplazarse por otro o modificarse sin necesidad de un cambio de Constitución. Con todo, es muy probable que una nueva carta fundamental recoja nuevos principios en materia de seguridad social.
Un tema que se encuentra en la base de muchas de las desigualdades de nuestra sociedad es el rol del Estado chileno en la economía, el que se caracteriza como subsidiario, lo que quiere decir que puede intervenir solo en aquellas parcelas de la economía que no son desarrolladas por el sector privado. Probablemente, se quiera avanzar hacia un modelo de Estado más activo, con mayores facultades no solo de regulación y fiscalización en sectores clave de la economía, sino que también pueda desarrollar –directa o indirectamente– actividades que se consideran esenciales para el país, sea por su valor estrictamente económico, sea por sus efectos sociales.
Otros temas relevantes que serán materia de discusión son el sistema de gobierno que se adoptará, vale decir, mantener un modelo de presidencialismo reforzado o reemplazarlo por uno parlamentarista o semiparlamentario; descentralizar el país, para permitir un desarrollo más igualitario de todas las regiones; redefinir el rol y la composición del Tribuna Constitucional, el que ha desempeñado una función, en muchas ocasiones, de una tercera cámara política de carácter contramayoritaria; entre otros.
«Una nueva carta fundamental, surgida en democracia y sin imposiciones de ningún sector, permitirá sentar las bases de lo que se quiere construir en los próximos años para nuestro país»
¿Cuál es la experiencia de la población chilena en cuanto a su participación real en un proceso constituyente? ¿Cuáles son los desafíos que avizora para una labor de esta naturaleza?
La experiencia es mínima. La actual Constitución, por ejemplo, fue redactada por una comisión de estudio sin intervención de la ciudadanía, salvo para su ratificación a través de un plebiscito de cuestionable validez.
No obstante, desde la recuperación de la democracia, los niveles de participación ciudadana en los diferentes procesos electorales han sido muy parecidos a los de países con democracias más consolidadas. Por otra parte, ha sido la propia sociedad civil la que ha instalado en el debate público, por medio de iniciativas como el movimiento «Asamblea Constituyente», la necesidad de modificar nuestra Constitución. Y ha sido la propia ciudadanía, sin liderazgos políticos definidos, la que se ha manifestado en las calles, de forma muy masiva –y en muchos casos, con altos niveles de violencia, lamentablemente–, denunciando las falencias de nuestro modelo político-económico. Todo ello da cuenta de un cierto nivel de madurez cívica, por lo que se espera que todo el proceso que se iniciará a partir del próximo domingo, en caso de ganar la opción del Apruebo –que tiene amplía ventaja sobre la opción del Rechazo, de acuerdo con todas las encuentas y la opinión de los expertos–, se realizará bajo la mirada atenta de la ciudadanía.
El principal desafío del proceso que estamos por iniciar es que la discusión que se realice en el seno de la convención que resulte electa dejé atrás las odiosidades y diferencias del pasado y permita alcanzar acuerdos poniendo en el centro los intereses de la mayoría de los chilenos.
Finalmente, como académico y hombre de leyes, ¿cómo evalúa el que repentinamente gran parte de la ciudadanía se haya abocado a discutir temas que antes parecían tan ajenos a las mayorías, como “soberanía”, “ciudadanía”, “Constitución”, “democracia”, entre otros?
Me parece que este fenómeno obedece a que la sociedad chilena ha recuperado parte de la cultura cívica que nos fuera arrebatada durante la dictadura, lo que es normal si se toma en cuenta que hoy nuestra población es la más educada de la historia, en términos de educación formal, pues la cobertura en materia de educación se ha ampliado enormemente en los últimos años en los distintos niveles educativos.
Lo anterior me parece algo muy positivo, pues la conducción política de un país no es algo que deba interesar solo a unos pocos, sino que se trata de un tema de la mayor trascendencia para la vida de todas las personas, de ahí que la mayor participación de los ciudadanos en la «cosa pública» sea algo que veo con buenos ojos.
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Javier Larraín Jefe editorial