Por Correo del Alba
En el territorio de los países que conforman la Unión Europea (UE) termina el período vacacional del verano e inicia el otoño con el retorno a clases, y el reinicio de las actividades laborales. Pero lo que marca el comienzo de la estación otoñal es la incertidumbre ante las repercusiones económicas de la pandemia que amenazan con hacerse más duras. De hecho existen riesgos reales que el mercado laboral se vea afectado, no solo en los últimos meses del 2020 sino en un largo plazo más de lo previsto, sumando a ello que las dificultades de liquidez den lugar a problemas de solvencia para numerosas empresas. También hay inseguridad en la estabilidad de los mercados financieros y existe el peligro de que los Estados miembros de la UE no puedan coordinar suficientemente las respuestas de políticas comunes.
En este panorama, poco alentador para los trabajadores y trabajadoras, surge la propuesta desde Berlín y Helsinki, como una fórmula mágica que solucionará las consecuencias económicas del Covid-19: “trabajar menos para dar trabajo a todos, aumentando la productividad y posiblemente sin grandes reducciones salariales”. Pero evidentemente esta puede ser una proposición que corre el riesgo de ser engañosa si se concentra de manera simplista en las horas de trabajo solamente.
Alemania: una semana con cuatro días de trabajo
Jörg Hofmann, el presidente del histórico sindicato alemán IG Metall, que representa a 2.3 millones de trabajadores de la industria metalúrgica y eléctrica, ha propuesto una reducción de los días laborales de la semana a solo cuatro jornadas. La propuesta cuenta con la aprobación del ministro de Trabajo alemán, Hubertus Heil, abierto a llevarla a cabo. Esta idea de una semana laboral reducida ya se ha planteado en otros países, y el coronavirus podría hacer que verdaderamente se aplique.
Con 34.2 horas, Alemania ya tiene una de las semanas de trabajo promedio más cortas de Europa, y anterior a la crisis por la pandemia ya se habían levantado voces que solicitaban que la semana fuese aún más corta. El jefe del sindicato, Jörg Hofmann, señaló al periódico Süddeutsche Zeitung que presionará a las empresas para que adopten una semana laboral de cuatro días, argumentando que es posible mantener los puestos de trabajo en las industrias. Además añadió que “el salario no debería reducirse en función de las horas, salvaguardando un cierto nivel de compensación salarial, para que sea sostenible para los trabajadores». El influyente sindicato tiene precedentes de haber impulsado debates sobre los salarios y las normas laborales.
En Alemania están en riesgo 300 mil puestos de trabajo, gran parte de la mano de obra obrera está empleada en la industria del automóvil, que está luchando con la transición al sistema eléctrico. Reducir las horas podría ser una forma de retener a los trabajadores cualificados y la experiencia necesaria para la transición, argumenta el IG Metall. Por otra parte, se espera que Berlín extienda su plan de subsidio social por desempleo a 24 meses, del cual millones de personas aún se benefician.
La Premier finlandesa: jornada laboral de ocho a seis horas
Sanna Marin, la primera ministra finlandesa, en un discurso pronunciado el 24 de agosto relanzó el objetivo de reducir la jornada laboral de ocho a seis horas diarias. De acuerdo al periódico Helsinki Times, Marin expresó que “la reducción de la jornada laboral a seis horas no solo es posible, sino que es una opción que los políticos deben perseguir activamente”. Para la premier menos horas no significa menos productividad, sino todo lo contrario, subrayando en su alocución que «tenemos que crear una visión clara y tomar medidas concretas para que Finlandia pueda llegar pronto a una jornada laboral más corta y los trabajadores finlandeses a una vida laboral mejor».
Sanna Marin debe convencer a los otros cuatro partidos de la coalición de gobierno de que adopten su propuesta de reducir las horas de trabajo que actualmente cuenta con ocho horas diarias. Hace unos meses, de acuerdo a Reuters, el congreso finlandés había rechazado la primera propuesta de la Primera Ministra para experimentar con la jornada laboral de seis horas, adoptando en su lugar una línea más general sobre la reducción de la jornada laboral y la introducción de más flexibilidad.
Menos horas, mayor productividad
El hilo conductor de ambas propuestas es evidentemente alcanzar mayor productividad, aunque se habla tímidamente de la no reducción de salarios. Es un proceso en el que inicialmente se reducen las horas, el cual inevitablemente en parte debe conducir a la reducción de los salarios, enfocándose en la obtención de mayores ganancias por productividad. Lo que no queda claro es si ciertamente estas mayores ganancias serán efectivamente redistribuidas en forma de salarios o de nuevos empleos; o si por el contrario pasarán a engrosar las cuentas de los capitalistas. Tampoco se habla de planes para salvaguardar la salud psicofísica, mejoramiento profesional, desarrollo humano o cultural de los trabajadores y trabajadoras. Como de costumbre prevalece una mirada mercantilista a la fuerza de trabajo como si se tratara simplemente de una mercancía.