PODCAST │ ¿Siempre fuimos los seres humanos tan malos?

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Por Ruperto Concha

AUDIO Crónica de Ruperto Concha.

El sábado 4 de julio Estados Unidos celebró su Día Nacional y el presidente Donald Trump pronunció un discurso en el prado sur de la Casa Blanca que, para los asistentes, fue una respuesta al anhelo de la mayoría de la nación. Pero, para la oposición, fue un anuncio de más dureza para reprimir las protestas.

Específicamente, Trump prometió salvaguardar los valores de la nación estadounidense, defender los monumentos del pasado histórico nacional y parar en seco los saqueos y destrucción generados en las protestas por la brutalidad policial contra las minorías raciales en el país.

En el hecho, Trump se situó en los términos que habíamos previsto en nuestra crónica de la pasada semana (https://www.correodelalba.org/2020/06/30/podcast-%e2%94%82-derechos-humanos-e-historia/), apelando sobre todo a la inquietud y la beligerancia que está exhibiendo una gran parte de la mayoría blanca que, numéricamente, es más del 64% de la población con derecho a voto.

De hecho, el periódico National Interest, que tiene gran influencia entre las fuerzas armadas del país, el mismo sábado afirmó que con ese discurso el presidente Trump parece haber asegurado su reelección en noviembre próximo.

En cambio, para la prensa opositora, Trump con su discurso acentuó trágicamente la gravísima y al parecer inevitable fragmentación y ruptura interna de la nación, mientras los estallidos de violencia de las protestas aparecen en brutal contrapunto con los estallidos de violencia de los sectores llamados “de la supremacía blanca”.

¿Qué es en concreto el combustible de esta crisis social? y ¿Qué resultará de ese enfrentamiento interno que parece irreconciliable hasta lo implacable?

Situación racial en Estados Unidos

Uno de los más prestigiosos analistas internacionales especializados en Estados Unidos es David Goldman, que suele usar el seudónimo “Splenger” en sus artículos de Asia Times.

Según él, las cifras de abusos policiales sobre gente de raza negra y de otras minorías raciales, indican una realidad bien distinta de la que se plantea en el movimiento ANTIFA y “Las vidas de los negros son valiosas”.

Según Splenger, la fieramente exasperada reacción contra la brutalidad policial no se origina en el número de abusos criminales contra los negros, sino, mucho más, se origina en una acumulada humillación que sienten sobre todo los negros y los latinos morenitos.

La humillante discriminación racial tiene un efecto más lacerante y, ciertamente, para muchos seres humanos, de cualquier raza, es preferible morir a aceptar la humillación reiterada y ofensiva.

Citando cifras sólidas y verificadas, Goldman señala que durante el año pasado la Policía mató a nueve negros que estaban desarmados. Esto, en circunstancias de que siete mil 407 negros fueron asesinados, y de ellos el 90% murió a manos de otros negros.

En cambio, el peligro de muerte por parte de un negro para un policía blanco es 18 veces mayor que el peligro de que un negro muera a manos de un policía blanco.

Asimismo, el analista Goldman señala que las estadísticas de la encuestadora PEW muestran que el número de negros en prisión ha disminuido de 592 mil en 2007, a 475 mil en 2017.

Por supuesto, Goldman enfatiza que, aunque sea comparativamente escasa la cantidad de crímenes perpetrados por policía blancos contra gente negra, resultan obviamente cosas inaceptables y que deben ser castigadas con la máxima dureza que imponga la ley.

Pero, insiste, lo que realmente ha llevado a la explosión social es la degradante y humillante condición en que se encuentra una gran mayoría de la población afroamericana, junto a la latino-americana.

Otras son las cifras que realmente humillan. En la educación superior, negros y latinos no participan más que en un 37% de los ingresos. Y luego, de ellos, menos del 13% logra terminar y, eso, no en los cuatro años que les toma a los blancos, sino en seis años, por las repeticiones o el abandono temporal de la carrera.

En los exámenes de cociente intelectual, para ingreso a las universidades, los postulantes negros e hispanos obtienen puntajes del orden de 200 puntos menos que los de los blancos. Y, junto a ellos, los postulantes orientales, en cambio, sobre todo los chinos, obtienen porcentajes 50 puntos superiores a los de los blancos.

«Como ya se ha demostrado en decenas de simulacros militares de todo nivel, una guerra nuclear entre Estados Unidos y China o Rusia, o ambas, tendría por efecto la destrucción de la civilización humana en todo el planeta»

En cuanto a la vida familiar, mientras el promedio de los niños blancos que viven con sus padres es del 70%, entre los hispanos la cifra cae a solo el 59%. Y entre los negros no llega al 34% de niños que viven con su papá y su mamá.

Eso decir, no es posible concebir una integración real, positiva e igualitaria de las razas que componen la nación estadounidense, mientras no se logre proporcionar a las minorías de piel oscura un acceso profundo a la cultura, los valores y el modo de vivir de la mayoría blanca.

Pero, ¿cómo se puede lograr eso? ¿O se trata de una forma de chutear para después la solución que hoy está agrietando y enfureciendo la política y la sociedad de Estados Unidos?

Por lo pronto, el discurso de Donald Trump anunció claramente que aplicará toda la fuerza represiva que haga falta para poner fin a  los saqueos, los enfrentamientos violentos y la destrucción de monumentos históricos que los afroamericanos consideran símbolo del racismo abusivo.

De hecho, el jueves pasado el general Mark Milley, jefe militar máximo de las tropas activas de Estados Unidos, admitió que, por indicación del Presidente, las tropas destacadas para sofocar las protestas más violentas en Washington llevaban su armamento, incluyendo bayonetas, aunque con instrucciones de mantenerlas envainaditas mientras no se les ordenara armar bayoneta y atacar.

Por fortuna, esa orden nefasta no llegó a darse. De hecho, si los soldados recibieran la orden de atacar a la bayoneta contra la gente, ninguno de ellos podría negarse a cumplir tal orden, aduciendo objeción de conciencia. Esto porque la objeción de conciencia solo se acepta antes de incorporarse a la tropa. Después, los militares pasan a ser elementos no deliberantes, y para ellos la desobediencia a una orden superior es un crimen gravísimo. Es decir, las instrucciones de “mano dura” anunciadas por Trump van muchísimo más allá del uso de balas de goma y granadas de gases.

Y, además, oiga, ¿qué le ocurrirá en su mente y en su alma a un muchacho militar que se ve obligado a clavarle la bayoneta a una persona desarmada que es su compatriota y está protestando?

Sistema de guerras sucesivas

Como fuere, año tras año, la política mundial ha derivado hacia un verdadero sistema universalizado de guerras sucesivas, bajo la fórmula de “guerras locales permanentes para lograr la paz generalizada”.

Ya durante la Guerra Fría, según datos revelados ahora, Francia, secretamente, dispuso baterías de misiles atómicos apuntando hacia Alemania, especificando que si Rusia atacara a Europa Occidental Francia contraatacaría, aunque aniquilara a Alemania entera en un holocausto radiactivo. Oiga, y ciertamente Alemania era una nación aliada de Francia.

En estos momentos, sobre todo en Asia, hay un creciente tono de alarma sobre la posibilidad de una guerra generalizada entre los bloques de Estados Unidos y de China, para instalarse sobre la cumbre imperial de un planeta Tierra unificado en torno de un mandamás victorioso.

En situación de extrema tensión militar se encuentran Irak, Irán, Libia, Venezuela, Paquistán, Egipto y Turquía, involucrando también a Francia, Australia, Etiopía, Sudán y Somalía.

Por su parte, el Líbano, estrangulado por las sanciones y maniobras de Estados Unidos e Israel, está buscando auxilio de parte de China, que podrá desplazar sus enormes inversiones iniciadas en Israel y tuvo que suspender por presiones de Estados Unidos sobre Tel Aviv y Jerusalén.

Con ello, China establecería en Líbano el término funcional de su proyecto de la Ruta de la Seda y quedaría consolidado un eje comercial, tecnológico y militar entre el Extremo Oriente y el Mar Mediterráneo.

En tanto, el gobierno de la India aparece debatiéndose en sus conflictos fronterizos en los Himalayas, por los enfrentamientos militares con Paquistán, en Cachemira, con Nepal, en el Tibet, y con China, en el noreste. El primer ministro indio, Narendra Modi, se encuentra políticamente arrinconado por una oposición que está acusándolo de incapacidad de lo que llaman “salvaguardar el honor nacional de la India”, en sus tres fronteras continentales.

Por supuesto, Estados Unidos ha intensificado su presencia militar en el sudeste asiático, especialmente en Australia, pero también en el Mar de la India, aunque sus tradicionales aliados, Japón y Corea del Sur, aparecen reacios a comprometerse estratégicamente en favor de Washington en la posibilidad de una guerra. De hecho, Japón se negó a la instalación de bases de misiles interceptores en su territorio, ostensiblemente apuntados hacia China.

«La presión multitudinaria de una masa humana cada vez más enorme, está aniquilando el equilibrio biológico planetario»

En fin, la gravedad de las tensiones estratégicas, de creciente agresividad, ha llevado a que publicaciones militares de Estados Unidos, de tendencia obviamente nacionalista, esta semana hayan publicado información actualizada sobre los misiles rusos “Sarmat”, que tienen un alcance de 11 mil millas con una velocidad de unos 16 mil km/h, y una cabeza nuclear de 50 megatones de uranio y cobalto. Uno solo de esos misiles que hiciera blanco en Estados Unidos provocaría el derrumbe total de esta nación… y, se supone, claro, también que Estados Unidos habría disparado sus misiles en réplica antes de recibir los impactos.

Como ya se ha demostrado en decenas de simulacros militares de todo nivel, una guerra nuclear entre Estados Unidos y China o Rusia, o ambas, tendría por efecto la destrucción de la civilización humana en todo el planeta.

Alteraciones de la vida en el planeta

Nuestro planeta se sigue recalentando cada vez más rápido, alterando la habitabilidad de enormes territorios, a la vez que la incontenible explosión demográfica está llevando a multitudes humanas invadiendo hasta los últimos reductos de vida silvestre, y provocando, entonces, la evolución de virus y otros micoorganismos que antes no afectaban a los seres humanos.  

Ya en el pasado, el contacto físico de familias humanas con animales silvestres, como los chimpancés y diversa clase de roedores, nos contagiaron con virus evolucionados, como el virus del Sida, y el del Ébola, y antes el de la Peste Negra, como tantos otros.

Nuevas plagas ya están apareciendo, tanto o más letales que el Covid-19 que, por su parte, ahora aparece atacando y reduciendo la funcionabilidad del cerebro humano.

En Estados Unidos, inesperadamente apareció una plaga viral que está aniquilando a millones de conejos, tanto silvestres como domésticos, y se teme, por determinados síntomas, que sea un virus en evolución que eventualmente podría contagiar a los humanos.

Y, en África, un factor todavía no identificado está matando súbitamente a centenares de elefantes salvajes, que mueren presentando síntomas de alteración catastrófica de su sistema nervioso y su cerebro.

Es decir, la presión multitudinaria de una masa humana cada vez más enorme, está aniquilando el equilibrio biológico planetario.

A fuerza de ambiciones codiciosas y un impulso irracional a reproducirse sin control, los seres humanos nos hemos convertido en enemigos no solo de la ecología planetaria, sino de nuestra misma especie humana.

Los últimos avances de la paleontología, el estudio de la evolución humana, nos muestran que los humanoides inicialmente fueron seres curiosos pero amistosos, y que desde el comienzo mismo de la humanización aquellos simios parecen haber tenido conciencia de ser ellos mismos unos animales capaces de asombrarse, de soñar y usar sus fantasías como instrumentos de poder.

Fíjese que ya en las tradiciones de la Biblia, aunque solo se remontan a unos 1.600 años antes de nuestra Era, hay señales de cómo los pensadores hebreos se daban cuenta de la animalidad del ser humano y la vanidad de sus apetencias de inmortalidad.

En el Libro de Job, capítulo 25, número 6, dice la Biblia que, “el hombre es un gusano y el hijo del hombre también es un gusano”.

Y en el Eclesiastés, capítulo 3, números 18 a 21, dice: “¿Qué es el ser humano, que merezca que lo recuerdes?, oh Dios… y sin embargo, oh Elohim, lo volviste casi divino y lo coronaste con gloria y honores”.

Y agrega Salomón: “Hombre y animal, así como mueren unos, se mueren también los otros; y ambos respiran igual, y el hombre no tiene más que la bestia, porque todo es vanidad. ¿De dónde se saca que el espíritu del hombre sube al cielo, mientras que el del animal se hunde bajo tierra?”

Bueno, ¿qué le parece? Eso es lo que le Biblia opina sobre el ser humano.

Así, pues, podemos preguntarnos, ¿siempre fuimos tan malvados, tan destructores y estúpidos como ahora? ¿O es que hicimos algo malo que nos ha vuelto malos a todos?

Hasta la próxima, gente amiga. Hay peligro y al parecer nosotros mismos somos los peligrosos.

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Ruperto Concha Analista internacional

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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