Samanamud: «El movimiento indígena sigue siendo un baluarte político en Bolivia» (segunda parte y final)

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Por Correo del Alba

Jiovanni Samanamud es un filósofo boliviano, sociólogo, docente, exviceministro de Educación Superior de Bolivia y, en esta segunda entrega de la entrevista concedida en exclusiva a Correo del Alba, nos adentra por aguas filosóficas necesarias para comprender la historia y acontecer político actual del país andino-amazónico. Reflexiona acerca de alternativas que rompan con visiones racionales europeas y nos lleven a pensar el mundo desde nuestra propia racionalidad.       

¿Cuál es actualmente el rol de los intelectuales bolivianos, tomando en cuenta que fue destacado en los comienzos del gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS)?

Creo que el problema que ha tenido Bolivia, y eso lo ha dicho René Zavaleta Mercado, es que el movimiento político popular boliviano es antiintelectual. El propio presidente Evo Morales, al principio, decía públicamente que no leía, con ello expresaba el pensar de una parte de las organizaciones y movimientos sociales que eran protagonistas centrales de la coyuntura política anterior y eso implicaba ser un movimiento desconfiado de lo intelectual.

Esto quiere decir que nunca se apostó a la construcción de núcleos intelectuales fuertes para apoyar un movimiento político. Hubo intelectuales que apoyaron de manera personal, pero rápidamente fueron cooptados por el Gobierno. Este concentraba una gran cantidad de intelectuales, de todo tipo, para poder hacer gestión, y eso pareciera que era una necesidad, porque no se contaba con la suficiente cantidad de gente para cubrir los espacios políticos, administrativos.  Hoy, aprendida la lección, tenemos que pensar que, para poder dirigir un país, necesitamos tener un grupo de intelectuales que funcionen como tal y no como gestores públicos, lo que llaman en todos los burós «think tanks«. No se podría hacer ningún tipo de política y planificación sin ese grupo de personas, hay que pensar el rol del intelectual, por lo menos críticos, como la retaguardia, no la vanguardia –como se pensaba hace unos 40 años atrás–, y con retaguardia quiero decir: estar detrás, apoyar desde atrás.

Ese papel del intelectual aparte de ser retaguardia tiene que ser ampliamente participativo en la propuesta, porque es la gente, las organizaciones, la población, la que va a construir su futuro y eso no va a salir de la cabeza de nadie. 

El pensamiento necesita tiempo, no puede restringirse a la acción directa. En la acción directa es otro tipo de pensamiento que se necesita. Pero la acción directa tiene que apoyarse en un pensamiento que necesariamente esté afuera, que se salga del agua por un momento. Eso necesitamos, y ese error se ha cometido, porque no se ha tenido ese grupo ni se han alentado esos grupos, que podían haber sido importantes baluartes para apoyar al propio movimiento y al propio gobierno del MAS. 

Con un nuevo tipo de Estado, un Estado Plurinacional, ¿qué es ser indígena hoy en Bolivia?

El tema del indígena es complejo porque implica básicamente una disputa política. El término indígena no es neutro. Es un término en continua querella y durante los 14 años del gobierno del MAS se ha disputado su hegemonía. Desde el momento en que se identificó al gobierno del MAS con los movimientos indígenas, con un presidente indígena y el Vivir Bien como propuesta indígena, se veía una gran potencialidad. Pero, estaba en disputa, se anclaba en identificaciones muy problemáticas como el pigmento de la piel, o el apellido, los más morenitos terminan siendo más indígenas y los más blanquitos terminan siendo más mestizos o no indígenas.

Aquello, en el nivel del sentido común, funciona como una forma de reconocimiento elemental, obviamente también ahí hay las expresiones lingüísticas de todo tipo. Por otro lado, puede ser también el origen social. Tal vez de allí emergía la enorme dificultad a la hora de organizar un gobierno indígena en sí mismo.

Ahora estamos en otro nivel de esa confrontación por su significado, se han encargado los propios indianistas de disputar lo indígena y atribuir lo indígena a un movimiento concreto que sería el gobierno del MAS. Siempre lo indígena tenía una connotación negativa, desde Fausto Reinaga, porque “lo indígena” era el blanco que quiere defender al indio; en cambio el indianista era el indio que quiere tener su propio proceso de liberación, lo cual me parece que es una diferenciación bastante clara que habría que seguir manteniéndola. Pero, al margen de ello, creo que ahora lo indígena se ha convertido en una especie de construcción sobre todo estatal en Bolivia. Por el otro lado, han empezado a surgir toda una serie de debates y discusiones para ir hacia lo indianista, lo katarista, lo katarista complementario y todas las corrientes ideológicas que se han ido creando y que cuestionaron el contenido indígena generado desde el gobierno de Evo Morales.

No se puede definir qué es ser indígena hoy en Bolivia de manera sencilla sin aludir al propio proceso político de hace 14 años. Antes del 2000 la concepción de lo indígena implicaba una esperanza mucho más “idealizada”, tal vez porque era eso, una esperanza, pero hoy tenemos una visión más terrenal de lo indígena y eso creo que es importante. Independientemente de en qué contexto nos hallemos, hay una perspectiva más terrenal del indígena, en el sentido en que se conocen sus limitaciones, los excesos en los que puede caer con poder y, por lo tanto, las idealizaciones han fracasado.

Estamos en un actual proceso de reconstitución de lo indio a lo indígena que seguramente tiende a consolidarse en otro tipo de identidades. No sé si esas identidades vayan a ser suficientemente fuertes como para destronar el concepto de lo indígena. El concepto de indígena sigue siendo hegemónico para referirse a esa gran cantidad de población boliviana que no ha sido parte y ha permanecido relativamente al margen desde el punto de vista de su propia configuración identitaria, de la colonial; siguen siendo el imaginario de las personas originarias de este país, el imaginario de las personas con ese tipo de visión u horizonte.

«Estamos en un actual proceso de reconstitución de lo indio a lo indígena que seguramente también tiende a consolidarse en otro tipo de identidades»

¿Qué lugar ocupa el movimiento originario campesino dentro del espectro político en Bolivia?

El movimiento indígena sigue siendo un baluarte político en Bolivia. Primero, no solo por su capacidad de movilización, que creo que es un elemento a su favor y que sigue siendo el sujeto de movilización más grande que tiene Bolivia, y por lo tanto, la política también se disputa y se define ahí; sino porque, al margen de esa capacidad de movilización que tienen los movimientos indígenas, son portadores de un proyecto político y este plantea dos ventajas: la primera es que tiene más claridad en ese horizonte por su experiencia en la órbita del poder durante estos 14 años y eso les da una segunda cualidad, y es que son sujetos politizados en un mundo donde los jóvenes llamados millennials, que están pululando por las ciudades, tienden a la despolitización. El movimiento indígena tiene experiencia dentro del poder, mayor nivel de politización, y frente a un mundo asolado por la neutralización de la política vía consumismo, las ventajas de unos sujetos sociales de tales características serán fundamentales para definir el campo político en Bolivia.

Jiovanni Samanamud, ex viceministro de educación de Bolivia

¿Crees que la izquierda y sus íconos dan cuenta de la realidad y la propuesta de cambio para Bolivia?

Creo que gran parte de la perspectiva del gobierno del MAS ha estado muy manejada por una izquierda que prefiero llamar «izquierdismo», que empezó a generar errores que fueron fatales al final.

Una primera cosa que puedo anotar es que el izquierdismo no entiende a cabalidad el problema colonial, o lo entiende como un problema simple y llanamente de inclusión social, económica, pero no como un problema de deshumanización, que no es lo mismo que la alienación a la que hacían referencia los clásicos de la izquierda. Creo que el izquierdismo -que ha estado dentro del gobierno del MAS– lo ha entendido como inclusión económica y social y les ha dado espacios de poder o les ha dado mayores niveles de ingresos económicos y ¡ya! Con eso se suponía que se cubría el problema colonial, pero estos son problemas de la modernidad, de la igualdad, de la pobreza, creados en el mundo moderno, uno que había dejado lo colonial en los países como los nuestros, pero Bolivia no es un mundo moderno en ese sentido, sigue siendo un país colonial, donde ser indio significa ser inferior, ser salvaje –como lo hemos visto hasta ahora–, poco más que su naturaleza es “no ser como nosotros”; los ven capaces de querer explotar una planta de gas con ellos dentro, ese es el nivel de deshumanización colonial y eso no se salva ni se cubre con inclusión económica. Ese es un gran error que el izquierdismo del MAS nunca entendió.

El segundo elemento que lo aparta de la realidad es que tampoco hemos sabido transformar el propio manejo de la izquierda respecto a su alianza política con los movimientos indígenas, que no son izquierdistas en su manejo político.

Me parece que ese es un viejo problema de la izquierda y que los apartó de la propia realidad y terminó siendo contraproducente, porque al final cuando tenía que defenderse todo lo ganado en estos años lo único que quedaba era esa voluntad de pelea y de lucha, pero como estaba ya conculcada y reducida al nivel de un instrumento de movilización, utilizado por el propio Estado, no se pudo defender, porque ya las herramientas y las capacidades de autoorganización que podían haber crecido fueron empequeñecida o anuladas. Entonces enfrentaron el golpe de Estado ya disminuidas, casi movimientos indígenas “bonsái”, así la lucha se hace difícil.

No solamente en el plano de fuerza, de lucha, de poner el cuerpo, sino también en el plano intelectual, nunca se jugó ni se apostó por crear procesos y espacios intelectuales independientemente de la posición de izquierda. Muchas discusiones sobre, por ejemplo, el indianismo antiizquierdista era necesario enarbolarlas, fomentarlas y eso nos hubiera dado discursos para enfrentar esta situación y no reducirla simplemente a una propuesta de aceptar o no ideológicamente el Proceso de Cambio. No se ha jugado el aspecto pedagógico de la política, se ha instrumentalizado la política respecto de las organizaciones sociales y los movimientos, eso muestra que ha habido una pérdida de realidad muy fuerte de parte de la izquierda para el cambio en Bolivia.

Sin embargo, no quiere decir que todo haya sido negativo, hay mucha experiencia en el manejo de la cuestión económica que ha llegado a sostener este proceso y que es el punto fuerte de todo esto que hemos vivido. Hay un amplio sentido de la redistribución de la riqueza en la izquierda y eso ha ayudado a promover niveles de igualdad que eran necesarios. Y hay una adscripción muy grande por anteponer los intereses de la gente más explotada o más desposeída por encima de la gente que tiene más dinero y son elementos positivos, pero los otros son puntos ciegos.

El tercer punto que creo que es fundamental, y que también nosotros vivimos, es que esta subida de tres a siete millones de personas con ingresos medios en Bolivia, que es un hito histórico brutal, no estaba acompañado de una discusión sobre la lógica cultural del consumo por una suerte de visión un poco economicista del tema político y social,  y al verlo así se tendió a negar el papel político del consumo en la conciencia política de los bolivianos. Al margen de simplemente aumentar la capacidad adquisitiva de la gente, hay que transformar las cuestiones políticas culturales y eso se hace paralelamente.

Por estas razones se puede decir que ha habido errores y evidentemente sobre esa base habría que seguir trabajando; hay muchos más, pero hay que trabajar y construir para que esto pueda superarse en un futuro, en el que nos toca enfrentar en estas elecciones.

«Gran parte de la perspectiva del gobierno del MAS ha estado muy manejada por una izquierda, que prefiero llamar ‘izquierdismo’, que empezó a generar errores que fueron fatales al final»

¿Podría emerger una propuesta distinta a la de la cultura occidental moderna para enfrentar ese futuro?

Creo que hay varios elementos que desde Bolivia y los movimientos indígenas, sobre todo, se pueden aportar, porque en parte la crisis de la civilización y la actual pandemia están apuntalando aún más la crisis de la civilización occidental y moderna. Sin el ánimo de ser antimodernos, porque eso es una tentación posmoderna, sino con el objetivo de ser críticos a la modernidad y no dejarse llevar y apabullar por ella, que es un elemento fundamental de la descolonización, hay muchos elementos para poderlos presentar como propuestas, contraejemplos o lineamientos de debate para el futuro.

No cabe duda de que un horizonte que renueva nuestra relación con la naturaleza de manera más orgánica, complementaria, es el símbolo más emblemático de esta emergencia de los movimientos indígenas que, sin embargo, tiene que abrirse a un debate sobre mecanismos de complementación económicas y sociales de los seres humanos con la propia naturaleza, con la vida en el planeta, y eso es lo que hay que traducir en un conjunto de componentes organizativos.

Para ponerlo tal vez en un plano filosófico diríamos que se piensa que en el caso de la propia modernidad europea, aunque no es un producto exclusivamente de ellos, gran parte de su reflexión teórica, filosófica y política ha sido reproducida de la Edad Media, que se caracterizaba por una exploración y percepción metafísica desde la idea de Dios, sin embargo, ha sido su racionalización la que ha permitido alumbrar, apoyar y apuntalar el desarrollo tecnológico-científico de la propia modernidad europea. Esto nos muestra que los procesos de racionalización están altamente ligados a niveles que solemos llamar metafísicos y que en muchos elementos de las concepciones indianistas-indigenistas, que se han creado durante esos últimos años, también los encontramos (aunque varios indianistas críticos ahora dirán que no), aunque con distintas modalidades. Es lo que se ha creado, lo que ha surgido de ese proceso histórico y reclama su propia legitimidad desde el punto de vista del surgimiento de un proyecto histórico concreto, independientemente de si las fuentes son originales o no, que me parece que es más un debate no político, sino academicista.

En Bolivia ese debate necesariamente ha pasado por un ámbito que en principio podemos denominar provisionalmente “especulativo”, por ejemplo: el Vivir Bien. Cuando se hablaba del Vivir Bien y de esa armonía con la naturaleza, con los seres humanos, con el respeto a los animales, parecía muy abstracto y lo era (en parte) porque en la comunidad y en el área rural ese tipo de manifestaciones no se presentaban tal y como esas imágenes querían evocar, o en todo caso coexistencia con una variedad de tonalidades no claramente identificadas como indígenas. Sin embargo, el proceso político de 14 años intentó algo inédito para todo ese conjuntos concepciones que se aglutinaron en el Vivir Bien; desde el primer intento de llevarlas a la práctica podamos hablar de un primer momento de “racionalización”. Aunque la palabra suene mal, podría a ayudarnos a entender lo que sucedió y lo que faltó en esos momentos.

La racionalización no implica a la razón solamente, implica lo que los europeos llamaban espíritu, o nosotros diríamos ajayu, es volver concreto y vivible nuestro ajayu. Los europeos hicieron eso con su concepción judeocristiana occidental y lo transformaron en un paradigma, incluso desde el propio cartesianismo se puede entender un desgajo de esa visión judeocristiana, pero todo eso se volvió algo posible y esa es la racionalización cuyas condiciones histórico materiales fueron el proceso de colonización que el mundo vivió desde 1492.

Nosotros debemos pensar nuestra “racionalización” desde nuestras propias “imágenes del mundo” , pero deben construirse sobre otras estructuras histórico materiales que no supongan la colonización de ninguna cultura ni de la naturaleza, es el reto de la “racionalización” que creo le compete a las  nuevos horizontes como el Vivir Bien. En lugar de esa críticas facilonas que lo tildan de idealista o pachamámica, estas perspectivas son chatas desde el punto de vista histórico, aunque puedan parecer certeras desde un miope efectivísimo coyuntural.

¿Hay una alternativa política progresista más allá del MAS?

Es muy difícil, no hay una alternativa progresista más allá del MAS desde el punto de vista de su capacidad de aglutinación, de su representación política, pero eso no quiere decir que no haya movimientos progresistas que se han desarrollado y que son interesantes, pero no tienen la capacidad que tiene el MAS. Si tomamos en cuenta que no solamente estamos hablando de alternativa, sino además de viabilidad política, que es lo más importante.

Las ideas en la cabeza pueden ser perfectas, pero la viabilidad histórica de esas ideas pueden ser imposible en esta circunstancia. El único que combina los dos elementos es el MAS, porque ha mantenido y tiene grandes reivindicaciones progresistas, pero al mismo tiempo tiene la capacidad y la fuerza política de poder convertirlas en realidad. Hay otras fuerzas progresistas tal vez, y movimientos de todo tipo, desde indianistas, kataristas, hasta feministas o ecologistas que pueden tener mayor nivel de progresismo y radicalidad, pero son incapaces de transformar eso en un brazo político y ese es el problema. En mi opinión, una alternativa debe tener ambos brazos, pues si solo tiene uno, un horizonte progresista radical, puede significar una propuesta intelectual más entre otras muy interesantes.

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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