Nuestra Marta (+ libros)

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Por Luisa López

Marta, nos duele su partida, son miles las palabras de reconocimiento hacia esta pensadora incansable. Deja huella profunda en todas y todos quienes tuvimos el privilegio de conocerla a través de sus escritos y, en nuestro caso, estrechar un vínculo. Recuerdo que volvió a Bolivia a poco andar del Proceso de Cambio. Había estado en La Paz, según me contó, en los años 70, caminando por la Sagárnaga junto a René Zavaleta Mercado, su amigo e importante sociólogo boliviano. Regresó a conocer lo que acá acontecía y a compartir sus conocimientos con estudiantes y trabajadores después de mucho andar por la vida política y académica.

Cris González, fundadora  de Correo del Alba y amiga personal de Marta, fue quien me encargó que la acompañara a Llallagua, centro minero ubicado en Oruro; junto con Pepe Pimentel, exministro de Minería y dirigente histórico del sector. 

Fue un viaje largo y lleno de anécdotas, por una vía peligrosa de un solo carril hasta Oruro, y después subiendo cuesta hacia el centro minero sin el camino pavimentado que existe hoy. Estuvimos a punto de volcarnos y Marta no perdió jamás la calma; yo hasta imaginé el titular del periódico si perdíamos la vida ahí.

Cito esta anécdota porque en ese viaje pude apreciar otra dimensión de Marta Harnecker. Ya la admiraba por su trayectoria y consecuencia, no la conocía en persona sino, como  tantos y tantas, por sus libros y escritos.  No imaginé que en este viaje nacería una amistad entrañable que ella me brindó de manera generosa. Compartíamos hasta ese momento la nacionalidad y la partida de nuestra tierra. Me llamó la atención su sencillez, la cercanía con la gente del pueblo. Aunque no pertenecía a una clase proletaria, se había puesto al servicio de ella desde muy joven, tarea que cumplió a través de su gran capacidad intelectual hasta el último momento de su vida. En la Universidad de Siglo XX en Llallagua, famosa por las luchas de mineros y estudiantes, habló de la necesidad de recuperar el movimiento social, las bases, el protagonismo de la clase obrera y del pueblo en general, dando a conocer material de formación audiovisual de cuadernos para la educación por ella y su equipo realizados.

Este no fue el único viaje que hizo a Bolivia, retornó en otras dos o tres oportunidades. Si la memoria no me falla, la última estuvo dando una charla en el Auditorio del Banco Central y antes de entrar se le acercaron unas chicas mexicanas para que sostuviera un lienzo con las fotografías de los 43 desaparecidos en Ayotzinapa; hablamos de que nunca nos explicaremos tanta ignominia.

En todos sus viajes concedió entrevistas, sostuvo reuniones, dio charlas a poco llegar a 3.600 msnm, era una mujer que tenía una capacidad de trabajo extraordinaria, no paraba, y jamás hizo alarde de sus conocimientos, por el contrario, escuchaba y preguntaba todo lo que llamara su atención. Duele que no esté, más en un mundo que requiere de ella.

Alcanzó a conocer varios lugares. Fuimos a dar un paseo en teleférico, le encantó, tenía una amplia y generosa sonrisa que se desplegó por los cielos de La Paz.

Recuerdo que me comentó de lo mucho que había aprendido en Centroamérica, del error de desconocer la religión, tan importante para el pueblo más pobre. De sus libros de entrevistas-testimonios, le llamaba la atención que algunos y algunas la reconocieran por uno de sus primeros libros Los conceptos elementales…, lo había escrito muy joven en Francia; en los ochenta, estando en Cuba había ampliado y dado otro cariz a ese libro. Sin embargo, su trayectoria fue transformando y ampliando la manera de abordar y analizar la realidad, sin renegar jamás del marxismo, en contraste, viendo nuevas formas para entender los procesos y el lugar protagónico que debe tener el pueblo y desarrollando su manera pedagógica de dar a conocer su obra. Cuando le preguntaban su profesión, decía pedagoga, nunca intelectual; aunque tenía más de 90 libros escritos y publicados. La humildad era un valor que la identificaba, además de su entrega incondicional al pueblo de toda América Latina.  Ella, que residía en Canadá con su marido Michael Lebowitz,  podría haber preferido una vida tranquila y retirada, pero no, su capacidad y necesidad de conocer y comunicar la traería a Santa Cruz, La Paz, Oruro, para hacernos reflexionar.

La revista Correo del Alba publicó hace poco un artículo que Marta publicó en Rebelión, y en la edición número 30 apareció una entrevista íntegra realizada por Pedro.

Les dejo con unas de sus frases de los correos que nos enviaba informándonos de su estado de salud y su trabajo que nunca dejó de lado. Estas palabras la muestran como era, optimista, sencilla,  llena de vida y esperanza que el mundo puede ser mejor:

“Buenos amigos, eso es todo por hoy. Hay que vivir en la incertidumbre y salir adelante cueste lo que cueste. Un abrazo, como siempre, lleno de sueños y esperanzas. Marta”.

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Luisa López Analista política

*Este artículo fue publicado en Correo del Alba No. 87, julio de 2019.

LIBROS Obra de Marta Harnecker para descargar

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